Nacho Alcalá

Microrrelatos publicados

  • TRADICIÓN CENTENARIA

    “...es por ello que han de desestimar vuesas mercedes la reclamación de este posadero, quien ya cobró su deuda, no sólo en mofa y escarnio, que para tales oficios le concedió la Providencia más arte que para regentar su hospedaje, sino en la escasa carne y más abundante pellejo de mi cliente, don Alonso Quijano, pues con total impunidad y auxiliado en el intercambio de golpes por gente de mala calaña y baja estofa, le asestaron tal paliza, sin darle opción ni tiempo a montar su guardia, que de no ser conocedor de las curativas propiedades del bálsamo llamado de Fierabrás, no pertenecería a este mundo el Alto Tribunal que debiera juzgar estos hechos”. Aquellas notas manuscritas, desportilladas, que se deshacían al contacto con el aire, demostraban, según mi abuelo, nuestra relación con el genial escritor, pero ese alegato fue para mí el origen de mi amor por la abogacía.

    | Abril 2016
     Participante

  • Salir corriendo

    Miente. Todo el que diga que esto no le provoca miedo, miente. Intento tranquilizarme, respirar con normalidad, contener esa gota de sudor. Siento sus miradas clavadas en mí. Me giro y los veo agachar la cabeza con disimulo, volver a sus pantallas, esconder los ojos para que no pueda leer en ellos su sorpresa, la extrañeza de algo que les resulta inexplicable. ¿Cómo es posible, -se estarán preguntando-, que la imagen de seguridad que transmite por los pasillos de los juzgados, en estrados, en la puerta frente a una caterva de periodistas, quede ahora reducida a cero? Pero es que esto es distinto. Me invade una sensación de vencimiento porque no tengo ni el control ni un plan de actuación. El cuerpo me pide salir corriendo pero la mente lo detiene y lo arrastra hacia lo irremediable. No es nuevo: Me pasa siempre que voy al dentista.

    | Enero 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • Recopilando

    Con permiso del tribunal, acostumbraba a quedarse en sala acabados los juicios. Entonces volvía a sentarse unos minutos, la mirada perdida, ausente, con sus dedos deformados por la artrosis tamborileando sobre los estrados. Yo esperaba en la puerta, paciente, sin importunarlo, sin acuciarlo, más por aquella atracción inexplicable que sentía hacia él que por su fama de abogado duro, radical, impenetrable. Lo imaginaba repasando su actuación, escrutando los detalles más nimios. ¿Disfrutaría de su sonoro alegato, que acababa en ocasiones con la expulsión de alguien entre el público?; ¿reconsideraría tal vez la defensa del abogado contrario, al que con frecuencia dejaba sin fundamentos para apelar? Un día le pregunté: "Recojo las esquirlas", dijo. La perplejidad en mi rostro suplicaba una explicación: "Y con ellas, joven, a lo largo de mi carrera profesional me he ido forjando una coraza, aunque todavía hay resquicios por donde se cuela la pena".

    | Junio 2015
     Finalista