Descargos

Paulina Nieto Arroyo · México D.F. 

Ella dijo que no sabía a quién creerle, y yo no se cómo es que volví a confiar en alguien que aun sabiendo de qué color es mi alma, me llama mentiroso, – dijo el fiscal de profundos ojos negros, mientras miraba a la videocámara. Una letra en griego adornaba su ropa, el sudor decoraba su frente, balbuceaba, parecía frasear diálogos interiores. – Fui yo quien esperó un beso y recibió lo de siempre, nada. Soy yo el comió tantas veces la sopa de verduras aderezadas con la sal de mis lágrimas. Soy yo el imbécil, el que siempre pierde. Y soy yo el que dispara, nadie más… Los asistentes al juicio voltearon para no ver, un estruendo llenó la sala, el perito detuvo la cinta de la evidencia, y por unos minutos reinó el silencio. Por fin el silencio.

 

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