I Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

Bajo el volcán

Eloy Serrano Barroso · Madrid 

Un pie descalzo acaricia la pierna del perito calígrafo por debajo de la mesa. No le sorprende: las señales de la infidelidad en la letra de la mujer no admitían dudas. Es por eso que les invitó a cenar, a ella y al gordo fiscal que tiene por marido. Ahora, tras comerse las verduras afrodisíacas, la mujer deja el rastro de su lengua en un helado de chocolate y se relame con delectación, como si remedara el placer paralelo que el pie ascendente fragua bajo la mesa. Al perito le excitan tanto su osadía delante del marido como los esfuerzos del pie por bajarle la cremallera del pantalón. De pronto ella se marcha al lavabo, pero el perito tarda unos segundos en advertir que el pie sigue acariciando su sexo erecto y desnudo, mientras el fiscal le mira a los ojos, frunce los labios y le lanza un beso.

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Relatos seleccionados

  • El psiquiátrico

    Esteban Torres Sagra · Úbeda (Jaén) 

    '- ¡Señor Périto...! - ¡Perito, Fantoche de peluca blanca! - ¡Diríjase a mí como Fiscal, o Paco a secas! Y que conste que la peluca la llevo como acusador público, no por vanidad. Le rogaría que indicase si la verdura estaba envenenada, o si era l

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  • Descargos

    Paulina Nieto Arroyo · México D.F. 

    Ella dijo que no sabía a quién creerle, y yo no se cómo es que volví a confiar en alguien que aun sabiendo de qué color es mi alma, me llama mentiroso, - dijo el fiscal de profundos ojos negros, mientras miraba a la videocámara. Una letra en griego adornaba su ropa, el sudor decoraba su frente, balbuceaba, parecía frasear diálogos interiores. - Fui yo quien esperó un beso y recibió lo de siempre, nada. Soy yo el comió tantas veces la sopa de verduras aderezadas con la sal de mis lágrimas. Soy yo el imbécil, el que siempre pierde. Y soy yo el que dispara, nadie más… Los asistentes al juicio voltearon para no ver, un estruendo llenó la sala, el perito detuvo la cinta de la evidencia, y por unos minutos reinó el silencio. Por fin el silencio.

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  • Consejos jurídicos

    Álvaro Giménez García 

    Pronto, el fiscal de menores comprobó las ventajas de la nueva ubicación del Palacio de Justicia. Situado en la Plaza de Santa Lucía, convivía con un mercadillo los viernes. Allí, mientras tarareaba letras de antiguas canciones, compraba verdura fresca, evitando la del supermercado de su barrio, cuyo sabor le recordaba a un frío beso de despedida. Lo hacía al tiempo que ofrecía consejos jurídicos a Blas, el frustrado perito agrónomo que levantaba su puesto en el lateral del Palacio. “¿Qué opina de la ley del talión, señor fiscal?”, le preguntó Blas uno de los viernes. “Hombre,entre tú y yo, en casos como el latrocinio sería una solución perfecta, aunque,…”. No pudo acabar su reflexión, y menos, retirar del alcance del cuchillo de Blas su mano, inerte ya sobre las berenjenas que, a diferencia de otros días, hoy no había podido robar al ahora inflexible tendero.

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  • Desastre

    Jesus Fornis Vaquero 

    Soy un desastre. No he terminado de pagar la tercera letra del coche, y ya tengo a un perito evaluando si este pedazo de chatarra cubierto de frutas y verdura es merecedor o no de ser considerado siniestro. Yo iba conduciendo. Venía de recoger a mi chica, una fiscal que trabaja en el Tribunal de Cuentas, cuando la vi. Pelo largo, piel morena, piernas de vértigo y un vaivén de cadera que marcaba cada latido de mi corazón. Ella me miró y, de forma insultantemente provocadora, me tiró un beso. Me quedé embobado y no vi el camión que salía de la frutería. Ahora, liado con todo el papeleo del seguro mientras escucho los gritos de mi novia, sólo me pregunto una cosa: ¿Cómo he podido perder la oportunidad de pedir el teléfono a esa preciosidad? Soy un desastre.

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  • Confidencias de agosto

    Rosendo Martínez Rodríguez · Valladolid 

    Es tan difícil concentrarse en agosto... (yo sólo quería darle un beso), y Blanca todavía andará en camisón corto, disfrutando en casa de sus vacaciones, preparando verduras para la ensalada (pero ella se negó). Qué fácil imaginarla de blanco, cortando una lechuga con la misma dulzura que envuelve todo lo suyo (y entonces perdí la cabeza, la perdí), con esa musiquilla que se escapa siempre de sus labios cuando está tranquila (tiene que rebatir lo que dijo el fiscal, yo no era consciente de lo que hacía, se lo juro), de esos labios que siempre dejan una letra al borde del precipicio cuando estamos en la cama (¿Y el informe del perito forense?, ¿qué podemos hacer? ¡Por Dios, ayúdeme!), letras y letras suicidándose en cada movimiento, una a una, en procesiones acompasadas de inspiraciones y espiraciones, lejos de toda duda. Es tan difícil concentrarse en agosto...

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  • Cosas del directo

    Manuel Pablo Pindado Puerta · Leganés 

    Era la hora. El fiscal encendió la televisión y ahí estaba él como cada día, gorro blanco y zuecos rojo sangre, premonitorios. Enarboló su sonrisa seductora. “Hoy, queridas amigas, guiso de carne con verduras”. Fileteó las zanahorias con velocidad de prestidigitador, de tres en tres. Acero brillante, japonés, el mejor. “Así, bien picaditas”. Chop, chop, chop sobre la tabla. “Dios mío. Eso es lo que hizo con sus dedos” susurró el perito junto al fiscal, estremeciéndose. Eligió otro cuchillo con cuidado excesivo. “Ahora troceamos la carne”. El tajo lento, quirúrgico, hipnótico. El perito señaló con un dedo tembloroso. “¿Lo ven?. Es el mismo tipo de corte. Pobre chica”. El juez hizo la llamada y hombres de uniforme entraron en plano, llenando la cocina mientras el cocinero lanzaba un beso teatral a miles de amas de casa desconcertadas. “No se preocupen, amigas, cosas del directo. Mañana, una sopita de letras”.

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  • Crimen pasional

    Gustavo Alejandro Violetto · Buenos Aires (Argentina) 

    '- Los muertos hablan, comentó el veterano perito forense. Los detectives y el fiscal se miraron sorprendidos y este último preguntó, - Este muerto, ¿que nos dice?, dijo mirando el cadáver tirado entre la verdura y los lacteos, con la garganta abierta

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  • Cualquier cosa (contigo)

    Alicia Casabón Ortiz · Torrent (Valencia) 

    Quiere ser abogado. Es alto, casi infinito, con una espalda imposiblemente interminable y la sonrisa de los perros. Odia la verdura, lleva gafas y tiene esos ojos de supernova que hacen pensar que va a estallar de risa en cualquier momento. Y hoy quiere ser abogado. Lo ha visto en la tele. “Pero, en serio, ¿una película, Ryan?”, “Y qué película. La mejor del mundo”. Con el flequillo en la cara, la mira y habla, sin respirar, sin pensar siquiera. Por inercia. “¿Qué es perito exactamente, Lu? ¿Y todo eso de apelación y fiscal y estrado?”. Ella aguanta, responde, suspira, sonríe por dentro. Él ronronea y se estira. A veces sólo sabe ser un gato; podría ser lo que quisiera. Canta en voz baja. Se inventa la letra. Un beso se tambalea sobre sus cabezas (¿Me ayudarás?) . Le revuelve el pelo. (Claro). No podría no hacerlo.

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  • In dubio…

    Teresa Torres Morán · Valencia 

    '-A ver si nos aclaramos, dijo el fiscal al perito en un aparte. Señora Ortiz: el día 13 de mayo, cuando llegó a su casa descubrió que la lechuga que había comprado estaba estropeada. Volvió a la frutería, donde le dijeron que la verdura no se cambi

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  • El ladrón violado

    Roberto López Vargas · Leganés (Madrid) 

    Cuanto más avanzaba en la lectura del informe del fiscal, mayor era mi desconcierto. Había defendido a todo lo defendible: a una mujer que sodomizó a su marido con un pepino, a un “desvergonzado acosador”, como lo definió la mojigata que lo denunció por lanzarle un beso a modo de piropo... pero lo que detallaba letra a letra el perito en el anexo de aquel escrito era esperpéntico y alucinante a un tiempo. En el fondo, era imposible no sentir compasión y empatía hacia aquel yonqui de poca monta. ¿Quién no la sentiría? Ir a atracar una farmacia y que la dependienta acabe reduciéndote, atiborrándote a viagras y “exprimiéndote como un limón” durante tres días hasta convertir tus partes pudendas en tomates que añadir a un buen guiso de verdura... Al final, más que desconcierto o compasión, también yo acabé dolorido sólo de pensarlo.

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  • El beso

    Manuela Maciá · Elche (Alicante) 

    Me dejó en la cuneta, tirado como un pelele. Sin responder a ninguna de mis preguntas después de soltar toda su retahíla de frases inapelables. Fría como un fiscal se limitó a fingir que le interesaba la letra de la canción que emitía la radio del coche. “Lo nuestro ya no puede ser. Ya no te quiero, así que se acabó. Necesito sabia nueva en mi vida. Me da igual que lo comprendas o no. Yo tengo que luchar por mi misma, absolutamente nada me hará cambiar de opinión.” ¿Qué se puede hacer ante un abandono tan rotundo? ¿Cómo se conjuga la resignación? Aún notaba la calidez de su último beso sobre mi mejilla. La verdura del césped bajo mis pies me molestó. Miré el reloj, había quedado con el perito en aquella urbanización perdida. No tardaría en llegar así que más tarde decidiría qué hacer con el cadáver.

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  • Amor de madre

    Marisol Artica Zurano · Castellón de la Plana 

    '-Toma, cariño, te he traído sopa de verduras de la de casa, de la que te gusta. Él tomó la fiambrera sin apenas mirarla. Los ojos hundidos y el leve temblequeo del mentón delataban su angustia. -¿Y buenas noticias, madre? ¿Me traes buenas noticias?

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  • Inocente

    Pilar Talamanca López · Madrid 

    El testamento del anterior fiscal dejaba como única heredera a su joven esposa y esto la señalaba como fuerte sospechosa del asesinato, ocurrido hacía ya tres semanas, pero el perito del caso no encontraba evidencias claras y determinantes. La foto publicada, donde esta le daba un beso a su esposo ya muerto, complicaba la solución porque puso a los medios a favor de ella y los periódicos escribían con una letra bien grande en la página principal: INOCENTE. En todos los lugares frecuentados por la joven reclamaban su liberación; en los teatros, los parques, las tiendas, los mercados. Pero nadie sabía que el humilde vendedor de verduras (comida favorita del viejo fiscal) era hermano de la viuda.

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  • Esperanza frustrada

    Mónica González Ordóñez · Málaga 

    Aun recuerdo ese 23 de enero. Ejercía como perito en la obra cuando un tabique se me cayó en la cabeza. Estuve en el hospital más de dos meses y al salir fui a juicio. En él el fiscal pedía una pena máxima de 6000€ y la parte contraria la total absolución por encontrarme en un lugar restringido. Sin embargo, no pude ver ningún cartel con letra grande o pequeña, que me informase de la peligrosidad del lugar. Tras dos horas debatiendo, concluyeron que sólo había sido un accidente. Actualmente me encuentro en silla de ruedas de por vida y me alimento a base de verdura por no poder ingerir alimentos demasiado sólidos. ¿Lo que me da fuerzas para seguir adelante? Mi hija. Ella siempre acude a darme un beso de buenas noches y yo, hoy por hoy, sigo esperando que amanezca y vea la luz en mi vida.

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  • Fueron felices

    Javier Cuesta Bayón · León 

    Que Ana se quiere marchar de casa, me cuenta Nico con ojos hinchados y llorosos. Así, de repente. No había pasado nada. Bueno, tuvimos una pequeña discusión a mediodía, que si no había verdura en el frigo, que si yo quedé en comprar… Tonterías. Pero aquello encendió la mecha. Y empezó a desbarrar: pues lo dejamos, que venga un perito a tasar este maldito piso, vamos al fiscal –será al abogado, le corrigió Nico casi con miedo- y arreglamos la letra del coche y ventilamos todo, que aquello era un infierno, gritaba. Ana no había trabajado nunca hasta entonces. Ahora ganaba dinero, salía de fiesta, había hecho amigas. Pero se quería ir. Cuando mejor estábamos. Aquel día ya ni siquiera le dio un beso. Y Nico me hablaba, con una infinita tristeza en la mirada: a las mujeres no se les puede hacer felices, porque se aburren. Eso me dijo.

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  • Evidencias

    Ignacio Hormigo de la Puerta 

    El intento de hacer que el asesinato pareciera un suicidio fue una auténtica chapuza. Nada más comenzar el juicio el fiscal llamó a declarar a un perito grafólogo, éste demostró sin dificultad que la letra de la nota de suicidio no era de la defenestrada víctima sino de su marido, un comerciante de verduras y ocasional gigoló de barrio que, a base de venderle tomates y acelgas, había conseguido seducir a su clienta hasta llevarla al altar. También señaló la improbabilidad de que una licenciada en clásicas, autora de novelas históricas de éxito mundial, hubiera escrito lindezas como “depreción”, “emosión” y “acavar”. La puntilla al caso se la dio el beso estampado al final de la carta; un par de gruesas sanguijuelas color fucsia chillón parecían arrastrarse sobre el papel, unos animalillos sospechosamente parecidos a los siliconados labios de la misteriosa rubia sentada en la segunda fila de la sala.

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  • Justicia bondadosa

    Fernanda Larraínzar Costelo · Burgos 

    La fiscal estaba a verduritas por culpa del colesterol y de una popa que requería doble asiento en cualquier circunstancia, y arrastraba un humor y hambre de perros. Como para apiadarse de aquel imberbe, menor de edad, que, valiéndose de un punzón, con letra titubeante, había rotulado en el capó de su flamante 4x4 recién estrenado: “PUTA FOCA GUARRA.” Acababa de confirmárselo el dictamen de un perito calígrafo, y en ese momento le habían entrado ganas de pedir la pena de muerte. Pero eso fue sólo durante unos pocos segundos; después, al recordar que había sido ella quien, dos años atrás, cuando el acusado tenía trece, había aconsejado al juez que lo condenara a que aprendiera a leer y escribir, no pudo reprimir una sonrisa y el deseo de correr a abrazarlo y darle un beso. El chaval se había iniciado en el buen camino. Poco a poco.

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  • La mejor elección

    Javier García del Olmo · Elda (Alicante) 

    '-Es que piénsalo, seriamente. En las películas el protagonista, se lleva el beso de la chica, en las noticias se lleva prácticamente toda la fama; ser abogado defensor está muy bien, sacarse la carrera no es más complicado que cualquier otra, como pe

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  • La palabra precisa

    Miguel Lomelino 

    Más allá de su amor obsesivo por la palabra precisa y el hecho de que viajaba cada año mil setecientos kilómetros sólo para sentir el Más allá de su amor obsesivo por la palabra precisa y el hecho de que viajaba cada año mil setecientos kilómetros sólo para sentir el perfume como beso de los durazneros en flor, el fiscal era un hombre normal, ajustado a la letra. Le preguntó al perito qué era la verdura y el tipo, desbordado, comenzó una larga perorata que promediaba con las virtudes curativas de la verdura y amenazaba con un final de arenga a toda orquesta. —Oiga —se atajó el fiscal—. Sólo tiene que decirnos si el tomate es una verdura a afectos de tipificar el robo. —Es una fruta —contestó el de la diarrea verbal—, pero para la Corte Suprema de los Estados Unidos es una verdura... —Basta: verdura o fruta —dijo en un grito sordo. —Mire usted, también los duraznos... —quiso abundar el perito. Entonces sintió la mirada del funcionario como un cuchillo final.

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  • Mala racha

    José Ignacio Santaló Junquera · A Coruña 

    Ni un caso en tres meses. Si las cosas no cambian cerraré el “tenderete” y despediré a María. Esto último será lo mas doloroso. Un beso al entrar otro al salir. Pero llaman a la puerta. Cliente a la vista. Un tipo duro. Hoy debe pagar una fuerte suma de dinero. Problema: no lo tiene; mañana sí. Ganará un combate de boxeo y recibirá una buena bolsa; entonces pagará la deuda y mis honorarios. Le apodan “el perito” y se alimenta de pasta y verdura para machacar a sus rivales, le toca al que apodan “el fiscal”. Acepto. Llamo a los prestamistas para solicitar la moratoria, redacto letra a letra el contrato de rescisión y apuesto todos mis ahorros por él. “Ley de Murphy”: las cosas salen mal, “el fiscal” gana por KO “al perito”, no cobro y he de compartir los intereses de demora. Cerraré.

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  • Los cabos sueltos

    Santiago Martínez Sánchez 

    De quién te despediste, a qué nombre corresponden las iniciales de la carta que dejaste escrita con tan buena letra. ¿Y ese beso, qué hacia allí con el carmín de tus labios? Qué cabos de una vida son más importantes que los cabos sueltos, aquellos que faltan en la explicación del forense, en la declaración del perito, aquellos que busca el fiscal con las ganas de un niño que cena verduras. Si fuera yo quien pudiera preguntártelo, si tú confiaras en mí, ya sé que es tarde, pero te juro que olvidaría su nombre aunque tú no olvidaras la historia. Te perdonaría este rencor que ahora tengo, que me hace quererte aunque no soporte tu marcha, que me llevará contigo de la misma forma que a ti, cuando cierre los ojos, cuando me eche sobre nuestra cama, esa que ahora sé que un día fue de otro.

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  • Mentira técnica

    Alfonso Carlos Parra Olmo · Madrid 

    Al poco tiempo recibí tu carta con instrucciones basadas en un hecho contradictorio. La letra era pequeña y redondeada, correspondiente a una persona frágil e insegura, como diría un perito en grafología al que hubiese pagado por decirme lo que yo quería. Una pregunta del fiscal de menores, que nada tenía que ver con el asunto, me hace entender ahora que podía ser al contrario, que tu carta contuviese en realidad una instrucción contradictoria basada en un hecho cierto: me pedías que te abandonara porque me amabas demasiado. En un caso o en otro, me hizo en su día albergar ilusiones, como un beso inesperado en medio de una discusión violenta. Lástima que la separación lo llevemos por lo contencioso. Una mentira piadosa, amor mío, también caduca pronto, como la verdura fresca.

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  • Mi tesoro

    Ana Isabel Oiza Beriain · Zaragoza 

    Ahí estaba, como cada día, sentada enfrente de su más preciado tesoro. Se había convertido en un guapo mozo de ojos negros. "Quien lo hubiera dicho con lo escuchimizado que era.Ni con el cuento del avión se comía la verdura, que siempre acababa haciendo un aterrizaje forzoso sobre mi blusa". Hoy se estrenaba de fiscal. Una lágrima resbaló por su anciano rostro. "Si le vieran sus amigos. Que cara puso, cuando le pillamos imitando mi letra para rellenar la solicitud de ingreso en el ejercito, siendo menor de edad.La sala empezó a llenarse de gente, anunciaron la entrada del perito. Un hombre de traje blanco se dirigió a la mujer: -señora Martinez, sabe que no puede volver aquí, no es bueno para su terapia. La anciana murmuró: -peor es que te quiten los sueños y lanzó un beso de despedida al desconocido rostro.

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  • Pleamares

    José Vicente Pérez Bris · Bilbao 

    "Por un beso de la Flaca...", el fiscal Tuñón sólo sabía ese trozo de letra. Iba camino del depósito para identificar un cadáver. La noche pasada, al abrir la puerta de casa, el olor a verdura cocida le provocó nauseas. Berta, con su estúpido régimen vegetariano, se negaba a cocinar otra cosa. Del fondo del pasillo llegaba su voz chillona, cantando mientras se bañaba. Se acercó despacio sin hacer ruido. Por la rendija de la puerta, pudo ver el cable negro del estéreo enchufado. Jarabe de Palo desgranaban el estribillo y Berta lo coreaba. Mira que le dijo veces que dejara el aparato con baterías, mientras se bañara. -¡¨Temes que me ocurra algo¡€™-se burlaba ella-. Eres un ridículo, Carlos. Mudó de expresión al entrar en la sala de autopsias. -Un mal día, Carlos -dijo la perito forense besándole con pasión. Berta, fría como el hielo, fue testigo del momento.

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  • Letra y sangre

    Fortino Valdivia Magdaleno · Aguascalientes (México) 

    El Fiscal me observó con recelo. Mis piernas tiemblan, el corazón bombea sangre como si la mujer más hermosa y deseada te diera en los labios el primer beso. Sabía que la diferencia entre un evento y otro era que con la mujer podía esperar un largo rato de placer, mientras que en este momento se me acusa de homicidio. Todo en el recinto intimida, sentía que los vigilantes se abalanzarían sobre mí si me declaran culpable. Estaba arrepentido de haber entrado en esa tienda. Sólo quería comprar la verdura para la sopa. El dueño se encontraba tirado en el piso con un impresionante puñal clavado en el costado izquierdo de su abdomen y rodeado de una irregular mancha roja. Recién había muerto. El perito demostró que el vendedor escribió con su letra y sangre las iniciales del culpable. Quedé libre y hasta la fecha no como sopa de verduras.

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  • Menú: pescado con verduras exóticas

    Isabel Rodríguez Madrid · Córdoba 

    Oyó el ruido de la portezuela del coche, sus pasos hasta la puerta de entrada, el tintineo del juego de llaves rozando la cerradura. Atemorizada silencio a Hendel,¡€™él decía que su música creaba adicción?, cerró el libro de la cocina de los Borgia, repasó que no faltara ningún detalle en la mesa: servilletas de hilo, copas de cristal de Bohemia, el vino a temperatura ambiente, dentro del horno truchas en salsa de eneldo y voluté de verduras. Temblando, con el alma en un hilo, lo besó en la mejilla. Meses después, en el juicio, escuchaba atónita el informe del perito, la experticia que el fiscal había encargado era concluyente: la muerte fue causada por una raspa de pescado atravesada en su garganta, y no por el veneno incoloro e insípido (hojas de ichigua) de la receta de Leonardo da Vinci que ella había seguido al pie de la letra.

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  • Memoria rasgada

    Sofía García-Ollauri Antolín · Madrid 

    Nada hacía presagiar que aquel célebre fiscal pudiera contraer la enfermad del olvido tras forzar su memoria con tantas leyes y sentencias. Por fortuna, la tiene a ella. Le asea y afeita. Intenta prepararle sus comidas favoritas; pero sigue también al pie de la letra las instrucciones del médico: mucha verdura, nada de alcohol y algo de ejercicio físico. Se esfuerza por hacerle recordar, por buscar un punto de luz en ese oscuro vacío en que se ha convertido su mente. Relata historias pasadas, desde controvertidos casos que llevó al primer beso que se dieron. Se estremece al pensar que ya no forma parte de su mundo interior. Un día, él susurra su nombre, la mira, la reconoce y murmura: Te quiero, nunca lo olvides, ¡Que venga un perito a tasar mi amor por ti si puede! No es muy romántico, pero a ella le sirve, siempre lo ha hecho.

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  • La pena

    Alvaro Hernando Franco Nieto · Bogotá (Colombia) 

    El hombre corrió desesperadamente después de haber hurtado la verdura que no podía comprar y su esposa necesitaba para curar el dolor de estomago que tenía su hija. El, besó la niña en la mejilla tratando de borrarle las lágrimas que bañaban sus rojas mejillas, pero era tarde. El perito forense determinó que a esa hora ya la peritonitis la había matado. Nada de esto conmovió al Fiscal y leyendo al pie de la letra cada uno de los cargos, sentenció al atribulado padre a 15 años de cárcel por haber robado a uno de los comerciantes más ricos del país.

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  • La excusa

    Blanca Jover Egea 

    ?Por toda la verdura que no comí de niño, por las ilusiones perdidas que nunca tuve, por aquello de que la letra con sangre entra, por los callejones que me apartaron de ti, porque los besos que recuerdo son de los que no se pueden contar, porque el perito judicial no encontró la bala en mi cabeza si no en la de aquel tipo y el fiscal no quiso retrasar sus vacaciones en Marbella¡€™el caso cariño es que igual llego algo tarde esta noche y las próximas tres mil y pico mañanas.?

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  • Mi padre

    Carmen Jimenez Zubiria · Tudela (Navarra) 

    Perdí a mi padre un 11 de noviembre, martes. Recuerdo que era martes porque ese era el día que la tía Julia me preparaba su sopa de verduras. Después vino el silencio, la nada. La tía Julia se vino a vivir con nosotros para secar las amargas lágrimas de mi madre y yo, por mi parte, intenté mantener nítido en la memoria el recuerdo de mi padre: su último olor, su última sonrisa, su último beso... Pero el tiempo acabó difuminándolo todo, las lágrimas y los recuerdos. Todo excepto las letras de ese artículo escrito en cursiva: "escándalo en la corte, la fiscal del caso Ríos se fuga con el principal testigo de la defensa, el perito Antonio Rosal. Madrid 11 de noviembre de 1976"

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  • Mal humor

    Jose Arístides López de Rodas Campos · Albacete 

    “Letra de médico..., no hay quien la entienda”, dice el juez pasando al fiscal el informe del perito. El fiscal entorna los ojos y lee: “El día de autos, el acusado sufría un brote sicótico. Cuando se abrió la gabardina ante la expendedora de verduras, preguntándole si tenía hortalizas como aquella, realmente creía que era un nabo, el sexo erecto que le mostraba...” El juez apenas escucha; no puede quitarse de la cabeza los 3000 euros que perdió la noche anterior en el casino, ni la cara de su mujer al darle el beso de buenas noches. Además, está repitiendo el medio de morcilla que ha desayunado. “Basta de cuentos”, corta ásperamente. “Ese tío es un vulgar exhibicionista.” “Señoría”, dice el fiscal, “no tiene antecedentes. La defensa está de acuerdo: 1000 euros de multa y lo soltamos”. “Que sean 3000”, sentencia el juez reprimiendo un eructo con sabor a cebolla.

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  • Héroes

    Antonio Jesús Molina Fernández · Nívar (Granada ) 

    Lo siento por mi madre, el resto me da igual. El perito calculó los daños materiales en alrededor de 30.000?. Me da la risa tonta, un miserable puesto de verdura en un mercadillo. Sí, yo estaba colocado, borracho, el coche se lo había cogido a mi madre sin permiso, no tengo carnet?El fiscal se hartó de decir en el juicio que a mis 19 años debería ser juzgado como un adulto y que pude matar a alguien. Que se joda, cuando el juez leyó la sentencia me miró con furia y yo le tiré un beso. Para el camino. Lo siento por mi madre, eso sí. Porque va a estar firmando letras hasta el fin de sus días. Que se lo hubiera pensado antes de tener un hijo como yo. Al fin y al cabo, la culpa es suya y solo suya.

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  • El cretino

    Ignacio Martínez Varela · Laredo (Cantabria) 

    '-¡Vete de aquí y no vuelvas jamás!

    Han pasado quince años y no consigo quitarme sus últimas palabras de la cabeza. Día tras día las oigo, martilleantes, como la letra de esa canción pegadiza que se despierta a tu lado y acabas tarareando a toda

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  • El bar

    Lorena Bueso Izquierdo · Granada 

    Ramiro jugaba incesantemente a las tragaperras meditando cómo pagar la última letra del coche y evitar la demanda del concesionario. En la barra, el fiscal limpiaba con esmero los restos de verdura adheridos a su imponente bigote. Mientras, Marisol removía con parsimonia su descafeinado y pensaba en el beso que el perito del Caso Callejas le había plantado a la salida del juzgado. En el suelo se acumulaban servilletas, colillas y huesos de aceituna rebozados con el serrín esparcido a primera hora de la tarde. La radio anunció el boletín de noticias de última hora: militares armados habían entrado en el Congreso disparando al grito de¡€™¡quieto todo el mundo!?. La rutina del bar quedó paralizada y el ambiente se hizo denso, casi irrespirable, como un acusado a la espera del veredicto. Ni siquiera Ramiro se inmutó con el tintineo de monedas que anunciaban las tres manzanas en línea.

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  • Formar un trío

    Alicia Uriarte Landa · Portugalete (Vizcaya) 

    Empezó con una mirada, después una caricia y a continuación un beso. Cualquier fiscal hubiera pedido para nosotros la pena máxima por profundo enamoramiento. Nuestras vidas se fueron entretejiendo como un jersey de lana de dos colores, en el que se diferencian ambos pero lo importante es la armonía de la labor final. Pasaron primaveras y aquella felicidad inicial parecía convertirse en monotonía, necesitábamos dar un paso más. Sucedió un domingo. En un restaurante, tras degustar unos canelones rellenos de verdura y un entrecot, con los postres decidimos encaminar el rumbo de nuestra convivencia: ¡La solución sería formar un trío! Estamos a la espera de que el perito tase un piso muy coqueto que se puede ajustar a nuestro presupuesto, para echar cuentas del valor de la letra mensual de quien va a empezar a formar parte de nuestras vidas:¡la hipoteca!

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  • El intento

    David Díaz Hernández · La Laguna (Santa Cruz de Tenerife) 

    He decidido participar en el concurso, cinco palabras y un folio en blanco: Una bella fiscal enamorada de un vándalo de poca monta, tiene que interceder ante el perito encargado de evaluar los daños y evitar que no sea considerado una negligencia el incendio de la casa. Todo empezó por un beso dado a la persona equivocada cinco años antes . Elena regresaba a casa después de comprobar que la letra del coche había sido puntualmente abonada, cuando Ricardo(viejo y turbulento amor de juventud) se detuvo ante ella para pedirle fuego e invitarla a cenar . Entre solomillo,verdura y dos botellas de vino, el sexo se anunció con insultante desfachatez... Tiro el folio a la basura, no creo que se me ocurra nada.Apago el televisor y enciendo un porro. Los gritos de Elena me despiertan. Un humo denso apenas me deja respirar, he debido de olvidar algo...

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  • Conflicto conyugal

    Juan Carlos Flores Domínguez · El Puerto de Santa María, Cádiz 

    El engreído fiscal cortaba la lechuga con auténtica maestría. Con la misma meticulosidad con la que supo desmontar aquella mañana la pericial que había presentado la defensa en el último momento. Con su habilidad dialéctica había conseguido dejar en evidencia ante el tribunal a la autora del informe. Pero no sentía el más mínimo remordimiento por ello. Era su trabajo, el que le permitía pagar las letras. Cuando hubo coronado su obra con media docena de aceitunas que repartió anárquicamente por encima de la verdura, tomó la ensaladera con gesto ceremonioso y, sin despojarse aún del colorido delantal, volvió al salón del apartamento que compartía con su pareja. -Esta vez va a necesitar algo más que un almuerzo y unas carantoñas para que lo perdone, señor fiscal –le espetó la hermosa y hambrienta perito en respuesta al beso que le lanzaba su amado desde el otro extremo de la mesa.

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  • Deformación profesional

    Marta Trutxuelo García · Andoain (Gipuzkoa) 

    Ella era dependienta en un puesto de frutas y verduras, él era perito grafólogo y colaborador del fiscal de distrito. A ella le gustaba él: le ofrecía la mejor de las sonrisas junto a la fruta de temporada. A él le gustaba ella: adoraba su forma de elegir las naranjas y siempre le sorprendía descubrir las fresas y cerezas que ella le regalaba, camufladas entre el resto de la compra. Al despedirse, ella le enviaba un beso imaginario y él albergaba la ilusión de recibirlo. Un día, él le entregó un papelito al pagarle una piña: “¿Querrás cenar conmigo?”. Y ella escribió debajo: “Sí, ven a buscarme al finalizar el turno”. Ella esperó y esperó, pero él no apareció. Él dedicó las horas de espera a estudiar la letra de su amada y descubrió, horrorizado pero aliviado, evidentes signos de personalidad homicida. Desde entonces es incapaz de probar la fruta.

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  • Dictamen pericial

    Paula Casas Noguerol · A Coruña 

    El perito estaba nervioso. Era su primera intervención judicial, y temía no estar a la altura de las circunstancias. ¿Y si se le quebraba la voz al declarar ante el Juez? Su informe era claro. O eso creía. A pesar de que el abogado le había explicado con paciencia cómo se desarrollaba el juicio, no las tenía todas consigo. Todo resultó más fácil de lo que pensaba. El Juez era un hombre afable, y le hizo las preguntas con claridad y concisión. No tuvo problema al reconocer la letra del documento. Era suya. También reconoció la mancha del puré de verdura que se le había caído cuando realizaba el informe. En realidad, nunca había sido excesivamente pulcro. Cuando terminó, respiró aliviado. Saludó al Tribunal, con la punta de los dedos le lanzó un beso al Fiscal, y, satisfecho, salió de la Sala.

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  • Conclusiones

    Alejandro Infantes García · Jerez de la Frontera (Cádiz) 

    Con la venia, Señoría. La defensa admite los hechos relatados por el Fiscal; sin embargo, debemos solicitar la absolución del denunciado. Efectivamente, mi defendido, perito agrícola jubilado y gran apasionado de la horticultura, el día de autos, como cada mañana, entró en la tienda de fruta y verdura que regenta la denunciante. Pero aquel día, sin mediar palabra, la cogió por la cintura, le dio un beso en los labios y le mordió en el escote. No obstante, consideramos que la acción cometida por el denunciado no le es reprochable, en tanto que creía obrar con el consentimiento de aquélla, pues justo en el momento en que él entraba en el establecimiento, ella estaba colocando en el escaparate el cartel, aportado como prueba documental, que rezaba, y cito al pie de la letra: “Entren a probar mis exquisitas peras”.

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  • Abogado de profesión

    Antonio Giménez Miranda · Guadix (Granada) 

    A ver, Jaimito, dime dos palabras que le oigas continuamente a tu padre: perito y fiscal. Ahora dígame vd. una frase que le se la oiga usted al suyo: verdura, uvas y queso,saben a beso. Venga niños, ahora todos juntos, decid letra a letra las profesiones del padre de Jaimito y la del mío: "A b o g a d o", y "P o e t a".

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  • ¿Qué harías tú?

    Yanina Díaz 

    El perito forense no pudo mas que admirar ese rostro perfecto que yacía frente a él en la camilla, unos minutos permaneció inmóvil tomando las fuerzas suficientes para comenzar a cortar esa dura carne que aún guardaba belleza. Maldijo en voz alta, con furia que salía de sus entrañas al abogado defensor, pensó mientras se preparaba si era lícito abandonar la ética y la humanidad, una pregunta repentina surgida de un escondrijo de su mente logro dejarlo atónito: que abogado contratarías para tu hijo adicto y violento si fuera él quien dejara a una hermosa joven exánime frente a ti? Cortó el hilo de pensamiento para evadir responderse, cosió las aberturas que debió realizar en ese delgado cuerpo y no pudo evitar culminar su obra dando un beso en esa fría frente. Salió de su trabajo con la única certeza que esa noche su cena sería verdura.

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  • Inocente

    Omar Martinez 

    El testamento del anterior fiscal dejaba como única heredera a su joven esposa y esto la señalaba como fuerte sospechosa del asesinato, ocurrido hacía ya tres semanas, pero el perito del caso no encontraba evidencias claras y determinantes.
    La foto publicada, donde esta le daba un beso a su esposo ya muerto, complicaba la solución porque puso a los medios a favor de ella y los periódicos escribían con una letra bien grande en la página principal: INOCENTE.
    En todos los lugares frecuentados por la joven reclamaban su liberación; en los teatros, los parques, las tiendas, los mercados.
    Pero nadie sabía que el humilde vendedor de verduras (comida favorita del viejo fiscal) era hermano de la viuda.

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  • Informe del cumpleaños

    Oscar Manuel Niño García · Bilbao 

    Los últimos meses se habían ido desangrando entre la rutina y las confrontaciones domésticas. Me juramenté para que un día tan señalado no cayera en el saco roto de la indiferencia. Así que me levanté aún de madrugada e hice su plato favorito : sopa de letras con verdura. Volví al dormitorio, la di un beso prolongado y me fui al baño. Cuando entré en la cocina, yacía boca arriba, la cuchara a unos centímetros de su mano derecha, con las piernas en ángulo recto a la cabeza. De su sien izquierda, brotaba un hilillo sanguinolento. Una vez oída la declaración, el abogado declinó hacer más preguntas.El fiscal entregó al juez los informes de los peritos forenses, proclamando que el acusado había echado un pesticida. El compuesto 1080. No tiene olor ni sabor y es soluble al agua. Murió al golpearse contra las baldosas, evitándose una muerte dolorosa.

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  • El beso

    Andrea Díaz 

    El fiscal lo mira seriamente, -¡¨usted se lo robó?
    El hombre afirma con un sí vergonzoso,-¡usted puede verla, sabe que imposible evitarlo!, dice tartamudeando.
    El perito sentado a un costado afirma con la cabeza, -¡mi letra es clara en el informe que le entregué, yo confirmo lo que dice el acusado!
    La mujer solloza, el juez ajusta sus lentes y observa.
    -¡Usted vende verdura?
    -¡sí!, dice el hombre y de muy buena calidad.
    -¡¨Cuántas veces la atendió?
    -¡Era la primera vez que la veía en el mercado!
    -¡¨La vio indefensa entonces?
    -¡No, para nada!, ella se acercó bastante a mí y como le dije no pude evitarlo, la verdad no se que me pasó, su belleza es incomparable, como el cuadro de Venus, no me arrepiento señor para nada.
    Entonces como se declara usted, ¡¨culpable?
    Si robar un beso por pasión es ser culpable, ¡sí señor!... soy culpable de robo.

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  • El reencuentro

    Joan Béjar González · Badalona (Barcelona) 

    El fiscal que tenía tatuada una letra F con caracteres góticos en el trasero, aún sentía un odio visceral por el perito mercantil. Compañeros de pupitre en el colegio, siempre que en el comedor hubo verdura le obligó a que se terminara su plato y que luego se lo agradeciera de rodillas, dándole un beso en la mano. Ocultos tras máscaras de cuero, esa noche no se reconocieron en el local sadomasoquista.

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  • Ida y vuelta

    Menchu Gómez Martínez · Móstoles (Madrid) 

    Sonó el timbre del telefonillo, dejó su hojaldre de verduras a medias, y preguntó¡€™quién??. Era el perito del seguro. Al abrir la puerta vio convertido en adulto al que fue el guapetón del instituto, al deseable cabroncete que más de una vez ejerció de fiscal de su acné juvenil. A ella los años la habían convertido en una mujer curtida pero crujiente, por eso no la reconoció. Mejor, pensó ella. Cuando le despidió, sintió un leve toque de ingravidez. Metió el hojaldre al microondas y cogió el papel que él había rellenado en un intentó de llenarse de su esencia a través de su letra. Todavía su boca disparaba besos. Sonrió, sentía que se acababa de reconciliar con su adolescencia.

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  • Auténtica vocación

    Manuel Molina Domínguez · Palma de Mallorca 

    Desde pequeña fui ejemplar: obedecer siempre a mamá, comerme las verduras, un beso antes de dormir, estudiar con ahínco. Aprobé las oposiciones a Fiscal con el número uno de mi promoción. Pero un día me rebelé contra mi impecable existencia. Yo lo que de verdad quería era ser asesina profesional. Una actividad con aliciente y futuro, trabajando lo justo y siempre para clientes de seriedad contrastable. Llevaría una doble vida: durante el día, los Juzgados; y por la noche, dando buena cuenta de maridos ricos pero aburridos, acreedores excesivamente insistentes, docentes demasiado estrictos, o vecinos insoportablemente ruidosos. Todo iba de perlas hasta ese aciago día en que compré estricnina para el café de aquel Juez y, al no llevar suelto, ¡ah, fatalidad! pagué con tarjeta. El perito calígrafo examinaría mi firma y diría que había sido puesta de mi puño y letra. Le apreciaba, pero también tuve que matarle.

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  • Carta de despedida

    Elisa García García · Burgos 

    Chirría en mi cabeza el sonido de las ruedas al derrapar frente al terraplén; después, el coche volando sobre un campo de verduras, el estallido y el incendio; luego las sombras y aquel túnel blanco que no acababa nunca, que aún, no ha acabado. Oigo, lejana, la voz de mi esposa reprochándome que me fui sin un beso. Quisiera responderla pero no puedo. Otras, me parece escuchar algo relacionado con el perito que debe de tasar los daños en el coche; algo de un juicio y de un fiscal acusándome de temeridad... Todos creyendo que no les oigo y a veces, creyendo que puedo oír demasiado. Pero nadie dándose cuenta de la verdad, pues nadie, al parecer, ha visto las cuatro letras que escribí para despedirme. Nadie ha visto la carta que deje, justo encima de mi mesilla.

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  • Consejos

    Guillermo Fdez. Arranz · Parets del VallÅ s. Barcelona 

    Que conduzca con cuidado. Que coma verdura. Que me dedique al fiscal, que es donde está la pasta. Me lleva repitiendo los mismos consejos al pie de la letra durante los últimos seis años. "Sí cariño", le digo irremediablemente mientras salgo por la puerta tras darle un beso autómata. Pero si conduzco como un loco es porque normalmente voy con el tiempo justo y su Señoría no perdona los retrasos ajenos. Si prefiero los chuletones a las acelgas es porque las acelgas no saben a chuletones. Y si a diario repito lo de que "el informe ratificado en este acto por su autor perito ha demostrado el verdadero alcance de las lesiones sufridas por mi mandante" es porque todos sabemos que el señor forense nunca falla y que hay cosas, como los clientes, que no se eligen. Dicho lo anterior, por supuesto que me quiere. Vamos, eso creo.

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  • Chef novel

    Inmaculada Montero Sola · Torremolinos (Málaga) 

    No, Señor Fiscal. Le juro por mi honor de abogado y de hombre cabal que no premedité ocasionar el incendio, pese al informe del Perito. A riesgo de parecer anacrónico, reconozco mi total desconocimiento de las más básicas artes culinarias, lo que fui incapaz de reconocer ante mi muy reciente novia cuando, al salir ésta a realizar unas compras, me pidió, con un beso zalamero: "Cariño, ¡¨podrías preparar la verdura a la plancha?" Y lo ejecuté al pie de la letra. No sabía de la existencia de más plancha que la usada por mi madre para la raya de los pantalones.

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  • Who’s bad?

    Ernesto Fernández 

    El doctor mostró el contrato firmado de puño y letra por Michael Janson, la estrella del pop. Su polémica vida era bien conocida: de pequeño, aún miembro de los “Janson Five”, ya mostraba atracción por la verdura; con dieciséis fue sorprendido dando apasionados besos a un apio. Ebrio de éxito, en su mansión de “Neverfarm”, se hizo rodear de innumerables repollos, berenjenas y calabacines, reforzando así los rumores sobre su delirante personalidad. Invirtió inmensas fortunas en retocar aquí unos pómulos, allá una nariz, ahora la piel… siempre hacia un mimetismo hortofrutícola que halló entre sus fans a tantos defensores como detractores. -La terapia fitotransgenética –prosiguió el perito- implica riesgos. Janson era consciente. Tras la exposición, el fiscal cedió la palabra a lo que quedaba del celebérrimo cantante. -Y bien, señor Janson, ¿tiene algo que añadir? Michael Janson, reducido a impreciso tubérculo con gafas oscuras, guardó un enigmático –aunque previsible- silencio.

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  • Amargo sabor de boca

    Poliana Ponte Díaz · Madrid 

    Inocencio Valcárcel, inspector alimentario, se suicidó, según el informe del forense. Cuando hallaron el cadáver en su salón, sin trazas de violencia y vestido de gala, en el bolsillo derecho de su chaqueta había una nota con, al parecer, una lista de la compra, vino, arroz, verdura, soja, salmón, y una c huérfana escrita con trazo rápido. En el lugar del suceso la mesa para un solo comensal seguía puesta.
    Ni rastro ni huellas sospechosas.
    Tras confirmar el perito grafólogo que la letra de la víctima era auténtica, la fiscal que llevaba el caso rió victoriosa; el veneno con que sazonó el sushi aquella primera cita fue fulminante, apenas le dio el beso de Judas.
    Respiró hondo, sacó su pluma y escribió con experta maestría la palabra inacabada... cicuta. Cerró los ojos para disfrutar de ese momento escalofriante: paladear la Injusticia sin más cargos que el de su conciencia.

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  • Delirio

    Paz Alarcón Frasquet · Alicante 

    Un día más verdura en el bol. No te quejes, te quedarías sin comer, te chaparían en la celda. La letra bien aprendida. Cualquier gesto de disgusto es interpretado como conato de motín. Durante el recuento punteas las caras de los compañeros de martirio, dolor en sus prematuras arrugas, miradas derrotadas, amargura en el rictus de sus bocas, labios que hace mucho olvidaron el sabor del último beso. Tres horas por delante de patio baldío. Dudas, alertas, recuerdos difusos y rencor a tu alrededor horadan tu corazón. La cara de la perito que te diagnosticó una enfermedad mental impronunciable, cara de ángel descarriado, preside tus pesadillas durante la vigilia. La sopa te acompaña al chabolo. Te acoge para enmarcar tus sueños en rejas que ensombrecen los ojos del fiscal cuando justificó su petición de duración legal máxima del internamiento psiquiátrico en tu necesidad de curación. Quizá mañana estés mejor.

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  • Ya me apañaré

    Francisco Javier Romero Pareja · Melilla 

    Querido esposo: Unas letras nomás para comentarte que el perito fiscal responsable de que estés ahí es, además, muy bueno en la cama. Así que no sufras, mi amor, que ya me apañaré estos quince años y un día. Un beso de tu mujercita. P.D.: Cuídate, no olvides la verdura ni el ejercicio.

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  • Una tragedia

    Manuel Rodríguez Prendes · Vigo (Pontevedra) 

    El fiscal había conseguido reunir pruebas suficientes para condenar a aquella mujer obsesionada con el perito que acudió a su tienda tras denunciar el robo. Era alto, elegante y con una sonrisa cautivadora que la engatusó desde el primer momento. Le invitó a su casa para obsequiarle con su plato favorito: el delicioso potaje de verdura que su madre le había enseñado a hacer de pequeña y con el que había enamorado a su difunto marido. Sin embargo esta vez no surtió el efecto esperado. Tras probarlo lo escupió al plato y se quejó sin tapujos de su mal sabor. Ante tal ofensa, ella agarró un cuchillo jamonero y se vengó de él poseída por una ira incontenible. Luego, como si nada hubiese sucedido, le dio un beso en la frente. De fondo sonaba en la radio una canción de letra triste mientras la oscuridad se adueñaba del lugar.

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  • Sueños

    Jesús María García Albi · Majadahonda (Madrid) 

    Ha decidido no darse por vencido, a pesar de que piensa que tanto el fiscal como su propio perito se han confabulado contra él.

    Su sueño es lo que llena su vida. Ha llegado un momento en que es una obsesión.

    Cuando se despierta, viene a su mente antes de que la ducha fría acabe de espabilarle.

    La brisa de la mañana sirve para despejarle.

    Mientras avanza su jornada, trata de concentrarse en su sueño y lo logra salvo momentos imposibles de separarse de su cruda realidad

    Al terminar el día, tras ingerir una verdura no muy apetecible, llega cansado pero convencido de la bondad de su sueño.

    Duerme mirando al techo que, a modo de telón, le sirve para ver, en letra impresa, pasar su sueño en las horas de vela. Y enviar su último beso a?

    Al alba será ejecutado.

    Otro llevará su sueño a la realidad.

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  • Testamento comprometido

    Susana Urbano Gómez · Bilbao 

    Estudié con detenimiento la carta que me fue confiada. Estaba lacrada de manera exquisita con un sello en forma de beso y contenía el último testamento de una viuda multimillonaria que sobrevivió a sus tres maridos: un político, un cantante y hasta un marqués. En mi condición de perito calígrafo, designando por el Ministerio Fiscal, debía verificar la letra de la finada que había muerto mientras degustaba una frugal comida a base de verdura con alta dosis de mercurio como para aniquilar a un elefante. La orientación, presión, ritmo, etcétera de las variables gráficas eran irrefutables y declaré auténtico el controvertido acto de últimas voluntades. Su familia directa, menos apenada por el óbito que por la herencia, ha solicitado la apertura de una investigación contra el amante veinteañero declarado heredero único. Será un pleito polémico pues el susodicho es un conocido futbolista, hijo de un califa árabe, sobrado de dinero.

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  • Un partido solidario

    ¡µngela Martínez Duce 

    El cartel, colocado en la entrada de los juzgados, tuvo un gran poder de convocatoria.¡€™Partido con fines benéficos?, decía la letra impresa. Ahora, camino del banquillo, no me arrepentía de haber participado. Aquel petimetre de abogado, compañero de mi mujer, se había llevado su merecido. La entrada había sido brutal. Ahora con su cara de verdura amarga, se retorcía de dolor en el terreno de juego. El fiscal me sacó la tarjeta roja. Obedecí jadeante pero satisfecho. Mientras alguien me ofrecía una botella de agua, vi correr a mi mujer por la banda, hacía donde estaba mi víctima. Se arrodilló junto al petulante y le propinó un cálido beso. La botella se me resbaló de las manos. Ante aquello analicé los hechos bajo el prisma de mi profesión: perito judicial. Sin duda me acababan de marcar un gol de sentencia.

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  • Sana condena

    Maria Presa Fernandez · Bilbao 

    Como cada mañana, Damián se había despedido de su mujer con un beso para dirigirse a los tribunales. ¡sta vez no para ejercer de fiscal del estado, como era su profesión, sino para recibir el veredicto sobre su caso. No pudo evitar una sonrisa al recordar que había sido denunciado por su médico dietista por incumplir sistemáticamente todos y cada uno de los regímenes, dietas y hábitos saludables que le habían sido prescritos para cuidar su salud. Cuando tuvo en sus manos la letra literal de la resolución, la sonrisilla que se había adueñado de su rostro durante toda la mañana se apagó de golpe. Se le declaraba culpable y la sanción consistía en alimentarse única y exclusivamente de verduras durante los dos siguientes meses. Se quedó blanco y herético como el glaciar Perito Moreno. No era para menos, las navidades estaban a la vuelta de la esquina.

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  • Problemas de visión

    José Enrique Sánchez-Paulete Hernández · Coslada 

    Tenía que pasarme a mí. Para una vez que voy con tiempo se atraviesa un camión de verdura y acabo contra el mercedes de la fiscal de guardia. Se puso hecha una furia. Sobre todo cuando la tiré un beso desde la ventanilla de la grúa. Desagradecida, me hizo un corte de mangas, y me llamó gilitonto. Era de la finas. Como me temí, el perito de la compañía de seguros tardará varios días en aparecer. Así que ahora voy en el metro, apretujado entre la puerta, atrás, y dos operarios de Telefónica, delante. Con el codo pegado al hígado y la mano sujetando un libro de relatos con la letra demasiado pequeña. Lo cogí para parecer interesante. A las cultas, principalmente. Como motivo para iniciar una conversación. Pero no me ven. Les debo parecer algo tan extraño como un camión de verdura.

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  • Presencia

    Edmundo Molinero Alonso 

    El olor de la verdura llegaba desde la cocina, donde estaba su madre. El permanecía en el salón, sentado a la mesa que ya estaba puesta. Se sirvió un vaso de vino y bebió un trago sin apurar ninguna de sus preocupaciones. - ¿Quien es el fiscal? - Márquez, creo - ¿Habrá perito? - No estoy seguro La voz de su madre atravesaba el pasillo y él respondía a sus preguntas con vaguedades, mientras estrujaba entre sus manos recién lavadas otra letra de cambio devuelta. A kilómetros de distancia, la sintió acercarse e inclinarse sobre su cabeza para darle un beso. - Y a quien vas a defender esta vez hijo? - A mi mismo, respondió desde algún sitio del que todavía no había regresado, como si no fuese el quien estuviese hablando con su madre y todavía permaneciese en el lugar del crimen y aquel miserable prestamista siguiese con vida.

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  • Mente vegetal

    Mª José Mellado Balaguer · Madrid 

    Mi amor por la verdura, mi maestra en el aprendizaje de los colores, me llevó a estudiar la carrera de perito agrónomo. Aprendí mis primeras letras gracias a los vegetales y aún no soy capaz de ver el color naranja sin evocar una hermosa zanahoria, el morado sin imaginar una lustrosa lombarda… Encontré trabajo en una pequeña aldea, rodeada de multicolores cultivos. Allí era feliz, hasta que el fiscal me acusó de ser el asesino de una muchacha, que apareció una mañana, muerta, aderezada con una sinfonía de vegetales. Ahora, internado entre cuatro paredes, mi psiquiatra me ha prohibido el contacto con frutas y verduras, según él me obsesionan. Quiere que lo recuerde todo… pero yo sólo me acuerdo de su piel de melocotón, de sus labios de fresa y del beso que me dio, de un sabor a dulce melón.

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  • Locura de amor

    Mercedes Vicente Leo · Madrid 

    “Otra vez el baño sin recoger. Y el desayuno. Qué desastre. Eso sí, en el trabajo, todo ordenado. Porque como dice él, un perito ha de ser ordenado. Pues hoy, verdura. Que cada día está más gordo. Parece mentira que no le importe. Y yo siempre perfecta. Luego querrá que no me fije en cualquier fiscal de esos que trabajan con él. Cuando venga…”. Se oye la puerta. – Hola, mi amor. Ya estoy aquí. -¡Voy! - ¿Y ese vestido? - Me lo he comprado. ¿Te gusta? - Sí, mi amor… (“Madre mía. Le va a reventar. Que no tiene edad ya. Habrá costado carísimo, y estamos pagando la letra del piso. Pero bueno, me encanta verla feliz…”). “Otro ya me hubiera dicho que no paro de gastar. Y que cuesta mucho ganar dinero. Y ni se hubiera fijado en el vestido…”. – Cariño, dame un beso, que te quiero.

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  • La ciclona

    Mar Domínguez Herráiz · Alcalá de Henares (Madrid) 

    '-¿Nombre? -La Ciclona. El juez cuelga la mirada del techo. -El nombre del de-ene-í –pide con cortesía. -Pablo Rodríguez Verdura, dos millones tres mil cinco, letra ge –afirma el testigo de corrido y lanza un beso al fiscal. -¿En qué trabaja?- co

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  • La insensata confianza

    Francisca Serna Cabezas · Alcoy (Alicante) 

    Angela, fiscal de los Juzgados de Alicante,se relajaba en su despacho, cenando verdura y escribiendo canciones del gran Sabina. Al otro lado, su marido, Diego de la Vega, abogado confiado donde los haya. Su joyita, su pasante Miguel. ¡Mañana Juicio! Miguel me ha preparado interrogatorio de parte y al perito. Ni lo leo. ¡Confio en él! exclamo. Angela dió un beso a Diego y se acostó olvidando sus canciones sobre la cartera del letrado. Ya en Sala... Con la venia ¿Pasaba de los 20 el mayor de los tres chicos que le atracaron el mes pasado? ¿Dijeron no te hagas el valiente que me pongo muy nervioso si me enfado? y... Le robaron un peluco marca Omega??¡¡¡?? ¡PROTESTO! gritó la Defensa. ¡DIOS! ¿Mis alegatos la letra de una canción de Sabina? Exclamo Diego mirando sorprendido a la fiscal. A su lado alguien no pudo contener una carcajada, era Miguel.

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  • La vegetariana

    Ezequiel Lampert · Buenos Aires (Argentina) 

    El anónimo, en letra cursiva, y estampado con un beso rojo en rouge, fue redactado por una mujer diestra. La fiscal del caso, la mediática Cristina Aguilera, vendría por los resultados que el perito tendría listos a primera hora de la mañana. El homicidio había sido perpetrado en la cocina de un juez de instrucción, de fácil excarcelación, y según dicen, el criminal habría condimentado una ensalada con restos del magistrado. Sí, ensalada de tomate, lechuga y dedos… con sus uñas respectivas asomando entre la verdura, rociadas con oliva y sal. Tétrico. La nota decía: “Ya no firmará la libertad de ningún violador” Ciertamente llamó la atención del perito, la vehemencia con que la fiscal, justamente reconocida por ser abusada sexualmente, solicitaba los resultados. Esto, sumado a que firmó con la derecha el retiro de la documentación, y al color de labios que dejó en su mejilla al marcharse…

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  • Olvido

    Ramón Clivillé · Barberá del Vallés (Barcelona) 

    Hacía tiempo que lo intentaba, pero nunca conseguía terminar el relato. Aquel era su principal reto desde que dejó la abogacía. Los médicos le habían impuesto el retiro forzoso tras el avance progresivo y maldito del Alzheimer. Cada mes se sentaba frente a su ordenador e intentaba buscar la mejor relación entre las cinco palabras seleccionadas por el jurado. Sabía que en algún perdido lugar de su mente encontraría la combinación perfecta para dar sentido a su historia. En esta ocasión se trataba de los términos, perito, letra, fiscal, verdura y beso. Susurraba cada uno de ellos, intentaba hallar el engranaje perfecto, la solución mágica del enigma…Y en este proceso, escudriñaba, inquiría, rastreaba…a solas, a oscuras, a ciegas, con sus sombras y olvidos. Y también ahora, como en meses anteriores, me he acercado a él, para decirle, “se ha hecho tarde, padre, mañana será otro día”.

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  • Mr. V

    Yemila Saleh Fraile 

    De niño, cada vez que protestaba porque tocaba verdura, mi abuelo, veterano de la Tercera Guerra Mundial, me contaba la historia de Mr V: Los supervivientes de la contienda subsistieron durante mucho en refugios subterráneos, alimentándose a base de comida sintética, e idearon un código normativo para regirse. Una mañana, Mr V (conocido así ya que “valiente” comienza por dicha letra) desobedeció las reglas que hablaban de riesgo de contaminación y salió al exterior. A su vuelta, fue juzgado. El fiscal pidió la máxima pena: la muerte. Nadie apostaba por el incauto, ni siquiera su mujer, que le dio un beso de despedida antes del juicio, pero un perito corroboró que Mr V se había traído algo que cambiaría todo: una fresca lechuga, prueba de que fuera ya había vida. El acusado fue absuelto, proclamaron el fin del Invierno Nuclear, y los supervivientes regresaron a la superficie.

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  • Mi primer juicio

    Jordi Manzanas López · Barcelona 

    Empecé mi carrera a los cinco años. Fue por ella, la mejor de la clase, tanto en letras como en ciencias, que me tenía el corazón robado. El matón del parvulario la acusó de haberle puesto verdura en su plato mientras estaba distraído. Sabía que ella detestaba todo lo verde que descubría en la fiambrera, pero no concebía pizca de maldad en su cuerpecito. “Defenderé tu inocencia”, grité ante todo el comedor. Manolito se tomó el papel de fiscal: “La mamá de Roberto nunca le hace tantas espinacas porque sabe que no le gustan, ella es culpable”. Pero enseguida olí la verdad y fui a buscar a un perito, el profesor de biología. “El plato de María contiene acelgas, no espinacas”, dijo firmemente. La niña fue declarada inocente, aunque yo la condené a un beso en la mejilla. Desde aquel día supe que quería ser abogado.

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  • Ojos verdes

    Gemma María Ortiz López 

    Mientras escuchaba la declaración del perito alguien habló junto a mí; - No ocurrió así, lo explican como les conviene – me dijo un joven de mirada triste – el fiscal debería rebatir esa teoría. Le miré fijamente preguntándome porque me decía aquello ese muchacho con ojos más verdes que la verdura, supuse que sabía demasiada letra para su edad. En la parte delantera de la sala estaba la madre de la víctima sosteniendo con fuerza una fotografía de su hijo muerto. Los días fueron pasando y mi nuevo amigo me explicaba los pormenores del juicio. Por fin, éste terminó, y por una vez ganaron los buenos. Me acerqué a felicitar a la madre que daba un reverente beso a la foto de su hijo, y cuando me fijé, descubrí en ella al muchacho de ojos verdes. Lo busqué en la sala, pero no lo he vuelto a ver.

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  • Rebeldía

    Octavio Topham Camejo · Arrecife (Lanzarote) 

    Esta mañana no estaba de humor para nadie. Había suspendido Filosofía y no quiso abrirse al mundo. Deambuló por los pasillos de la Facultad sin mirarse a los ojos, sin reconocer las esquinas. Hizo caso omiso al olor a pollo con verduras que el menú del día deslizaba hacia los corredores, liviano, imperceptible como él mismo. Con una sordera inconsciente se ausentó del rumor que el bullicio le entregaba a modo de bruma. Se alejó de sí, abandonó la partitura, desoyó la letra, y la sinfonía resultante resultó desconocida. El pulso le sonó a vals y le supo a beso y, ya desinhibido, abrazó la nueva perspectiva. Durante la vista el perito no supo fijar las causas del desastre. Y el Fiscal no pudo evitar una leve sensación de envidia cuando informó su incapacidad. A él le dio igual, una vez que la vida lo había declarado en rebeldía.

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  • Nota definitiva

    Eduardo Arturo Carmona Martínez · Chiclana de la Frontera (Cádiz) 

    Era un caso peculiar. Digno de los anales forenses. Pero el fiscal había estado muy hábil. Sublime, según alguno de los asistentes al juicio. Sus treinta años de profesión, y su fino instinto acusador, hicieron que la pregunta clave condenara al imputado. Llegado el turno de declaraciones del perito, éste confiaba en su extensa experiencia, pero el interrogatorio se desarrolló por cauces insospechados. No previstos. -¿Estaba la verdura aderezada con aceite de oliva? - Los análisis pertinentes confirman que existían restos de un producto oleico. - ¿Concordaba la sustancia con las muestras halladas en los labios de la fallecida? - No. - ¿Pudo ser transmitido el veneno con un simple beso? - No - Bien, ¿coincide la letra del aceitunero con la nota encontrada junto al cadáver? - Sí - Señoría, leo textualmente la nota: “La amaba, pero no sabía preparar ensaladas. Por eso la maté”

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  • Presunta inocencia

    Silvia Pellejero Oliva · Arnedo (La Rioja) 

    En mi defensa tengo que decir que el perito era novato, y que el fiscal era su amante. Me inculparon en la caza de brujas, cuando esa prostituta me dio el beso de judas, y la policía nacional me detuvo como principal sospechoso de la muerte de un dirigente terrorista. Sellaron mi declaración con la letra ‘C’ de culpable, la letra escarlata que me llevó a la más gélida prisión, donde vivía cultivando las verduras del huerto. En el juicio fui culpado del delito aunque sin pruebas concluyentes. Entre nosotros, el bastado se lo mereció por asesinar a mi perro en aquel atentando.

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  • Se hizo justicia

    Diego Aránega Pérez · Lleida 

    El perito fue muy claro: la verdura contenía veneno. Y el fiscal añadió: suficiente veneno como para matar a un caballo. Por tanto, la sentencia condenatoria dictada por el juez fue impecable, creo que nadie cambiaría ni una letra, ni una coma. Ahora pasaré el resto de mi ya dilatada vida en la cárcel, pero así se cumple mi plan a la perfección. En realidad, debería decir nuestro plan porque los dos lo urdimos con paciencia. Él agonizaba tras una larga enfermedad y quería descansar. Yo, pobre de mí, no podía soportar la idea de acabar en una de aquellas horribles residencias geriátricas. ¿Y quién desea ser libre cuando la persona amada ya no te acompañará nunca más? Admito que fue duro mirarle a los ojos mientras le daba la verdura mortal, pero no lloré. Sólo le di un beso y esperé a que cerrara los ojos para siempre.

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  • Secretos

    Francisco S. Ramírez Bullón · Valencia 

    Aquella madrugada la luz permanecía encendida en uno de los despachos de la Ciudad de la Justicia. La fiscal que lo ocupaba daba vueltas al caso que le había tocado en suerte y reinició el estudio completo del expediente tras apurar los restos de una hamburguesa de verdura. ¿Cómo era posible que el principal acusado, un hombre probo y equilibrado, felizmente casado, fuera la cabeza visible de un desfalco de tal magnitud? De entre la montaña de papeles sonsacó el informe del perito que contenía los cheques delatores; la letra era la del inculpado pero, curiosamente, uno de ellos parecía más rígido que los demás. La mujer lo observó contra el flexo y apreció, atónita, la marca de un seco beso de carmín en el dorso. Se sonrió; empezaba a tenerlo todo un poco más claro. Mientras recogía, se dijo: ¡ay, Señor, qué debil es la carne!

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  • Satin

    David Guijosa Aeberhard · La Laguna (Tenerife) 

    Te quedas de pie, en el centro del salón, sin decir una palabra. Yo te digo: tu padre es el perito al que están investigando por fraude, la cosa es seria. Pero no respondes, te vas quitando la ropa y me miras sin apartar ni una sola vez los ojos. Yo te digo: cariño, soy el fiscal que se ocupa del caso, ¿entiendes lo que eso significa? Pero tú avanzas desnudándote, con el satén negro cayendo del ombligo, para dejarme un beso a la distancia de un aliento... Tus labios crujen como verdura fresca recién cortada cuando te muerdo la boca; recorro tu nombre letra a letra con la lengua... Y entonces caigo en la cuenta de que algo no va bien: tengo un trozo de almohada lleno de babas en la boca y son pasadas las diez. Llego tarde al juzgado.

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  • Tardes de supermercado

    Verónica Pérez Granado 

    Cuando era pequeña las tardes del viernes mamá me llevaba al supermercado. Empujábamos durante horas el carrito lleno de caprichos y libre de cualquier tipo de verdura, pero nunca llegábamos a la caja. Salíamos de la mano, doblábamos la esquina, me daba un beso y echaba a correr: “¿A que no me pillas?” Supongo que fueron mis primeras fechorías. A los 11 ya era una magnífica carterista y más tarde me convertí en perita timadora. Pero hace ocho años me pillaron y me encerraron. Ahora tengo 32 y voy a salir. Creo que no volveré adentro, al menos no como presa. Aquí he aprendido mucho. Retomé los estudios, descubrí que no era la “burra cargada de letras” que creían mis profesores, pasé la selectividad y estudié derecho. Sí, ahora soy abogada. Compartiré la Ley y el Orden con policías y fiscales. Me pregunto si mamá estaría orgullosa.

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  • Una toga impecable

    Miren Matxalen Somoza Vegas · Galdácano (Vizcaya) 

    A la fiscal le duelen los recuerdos. Es una extraña belleza de rasgos imperfectos que tuvo un solo amor, un perito con aire de bohemio conspicuo que pululaba por el juzgado. Añora el hijo que no existió. Lleva diez años retirada de la actividad, y se ha convertido en una viejecita bullidora y charlatana que aborrece el silencio y la inmovilidad. Sabe que en el mundo el dinero sigue diseñando el escenario a su libre albedrio, pero ella sigue recostándose entre las páginas de un libro, colgada de cada letra, esclava del saber para ser libre. Al atardecer sueña con un beso y escribe poesías, reposa la mirada en la frugalidad de un plato de verdura que compone su cena, y recuerda a Gabriela Mistral: “… escribo poemas porque no tengo un niño para acunar en los brazos por las noches”. Es frontera donde acaba su nostalgia.

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  • Una pequeña distracción

    Elena Muñoz Colera · Jerez de la Frontera (Cádiz) 

    Mientras el Perito de la acusación declara que la sustancia encontrada entre la verdura transportada por mi cliente era cocaína de la mejor, resuena en mi cabeza una y otra vez la voz de Carlos Gardel arrastrando apasionadamente la letra de aquel tango “...La noche que me quieras, desde el azul del cielo …” Es el Fiscal más guapo que he visto en toda mi vida. Sus ardientes ojos verdes, enmarcados en su anguloso rostro, dan una elegancia sin igual a esa toga que cae sobre sus hombros majestuosamente. De repente, interrumpe su interrogatorio, le miro, me mira, me sonrojo, me sonríe, me derrito, se levanta, salta por encima de su estrado, se dirige al mío, y nos fundimos en un beso interminable ardiente de deseo …

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  • Una duda razonable

    Carlos López Martínez · Gijón 

    La verdura estaba envenenada con arsénico, así lo había mostrado el perito químico al instructor tras ser interrogado por el fiscal. Pero el caso no estaba perdido todavía, o por lo menos, eso pensaba Juan Gómez, abogado de oficio asignado a la defensa de una mujer acusada de ser una "viuda negra": ¡Aún podía crear la duda sobre quién había mezclado el veneno entre la lechuga del difunto! -¿No es cierto, señora Fernández, que usted amaba a su difunto esposo? -¡Así es, yo le quería! -¡Y él la amaba a usted! Así lo muestra esta carta escrita con su letra sólo dos días antes del trágico suceso: "¡Cariño, sólo te quiero a ti!¡Te juro que me arrepiento de haberle dado aquel maldito beso a tu hermana!¡Fue un momento de descontrol, perdóname!" Usted le había perdonado, así pues, ¿Tenía algún motivo para querer matarlo? -¡Ninguno!

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