Mi particular suerte

Rocío Sirvent Pérez · Petrer (Alicante) 

La suerte me odia; por un maldito atasco no llegaré a tiempo para defender una causa casi perdida. Un poco de prevención y un repaso a la Constitución me habría venido bien. El caso pendía de un hilo y se inclinaría definitivamente hacia el lado de la oposición si un testigo conseguía testificar a favor de aquel fantoche amante de la pintura. Ya estaría en los juzgados maquinando con su abogado la mejor forma para ganarse al magistrado. La cola se desplazó y pude ver el siniestro: era una colisión múltiple y había muertos, o muerto, porque solamente conseguí fijarme en el hombre que, tendido sobre la nieve, no daba indicios de seguir vivo. Era el testigo del acusado, el que le habría salvado de la cárcel y el que me habría hecho perder el juicio. Por fin, la suerte me dedicó una sonrisa que me heló la sangre.

 

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