Polvos judiciales mágicos

Daniel Vidal Canellas · Barcelona 

Era, sin lugar a dudas, el mejor Juez-mago de Europa y gozaba de una puesta en escena magnífica. No llevaba frac ni levita, ni sombrero de copa alguno, sino una toga apuñetada de la que extraía, en vez de ases o cartas marcadas, sentencias ecuánimes y justas, por mucho que los casos fueran más complejos que un cubo de Rubik (que tiene -sépase- 43 trillones de posiciones). En lugar de reservar entradas, los espectadores -no siempre pasivos- recibían un señalamiento para la función, y, ¡oh, primer truco! siempre se empezaba a la hora. Admirable, sorprendente, algo imposible de repetir en otros juzgado-circos. Luego, tras el número (o numerito) de abogados y fiscales, el mago justiciero señalaba absolución o condena en atención a hechos probados y fundamentados preceptos. Pedí conocer el origen de su magia, el secreto de sus trucos: buenos codos, buenos libros y una buena pluma como varita mágica.

 

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