Viaje de locura

Javier Serra Vallespir · Madrid 

Cuando ganaba un juicio adoraba viajar con la imaginación, su mochila colmada de pasión y manuales de Derecho. Entrar en la habitación de un lujoso hotel, sumergirse en el jacuzzi… ¿En cuántos pleitos había vencido? En todos. Cientos. Vivía para la abogacía. De niño quemaba sus pestañas devorando thrillers de Grisham, obtuvo el título en sólo tres años y emprendió una carrera meteórica, triunfal. La espuma envolvió dulcemente su cuerpo. Siguió viajando: apreció rostros de abogados famosos dentro de las danzarinas burbujas, así como instrucciones sumariales, autos, decretos y expresiones de jueces rendidos a su astucia profesional. Disfrutaba haciéndolas estallar. Sonreía cual político favorecido por las encuestas. Repentinamente aparecieron dos mujeres con uniforme blanco. No sonreían. La compasión de sus miradas desmenuzó el fabuloso hechizo. Atónito, fue aseado, vestido… y sedado. —¿A quién interpretarás hoy en terapia grupal? ¿A Daredevil? Al menos, en aquel sanatorio le comprendían. Fin del viaje.

 

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