Todo a una carta
jose maria lopez agundezNo le veía desde los tiempos en que coincidimos en la carrera de Derecho. Tras su entrada sonó un sonoro portazo, como si un vendaval hubiera querido entrar en la sala. No estaba nervioso, aunque sí preocupado por la posible expulsión del compañero a quien había tocado defender. Un olvido, una infracción deontológica. ¿Quién podría estar interesado en este tipo de litigios? Apenas había dos estudiantes de público. Pero le seguía dando vueltas a qué asidera agarrarse para que el seguro se hiciera cargo de la cobertura mínima. ¿Se encontraría delante de un juez benevolente o más proclive a una aplicación radical de las normas deontológicas? Estos pensamientos incómodos y otras entretelas técnicas le rondaban la cabeza, mientras el oficial le pedía el carnet e introducía los datos antes de iniciar la vista. El juez esperaba. Todo a una carta, ya no había más instancias a las que apelar.