MARCELINO
Ana María Gamboa MonteAprovechando el cobro de unos honorarios atrasados me fui a descansar a una playa de arena blanca y aguas turquesas. Por desgracia regresé urgentemente. En mi ausencia Marcelino se había vuelto loco.
Era un colaborador imprescindible en mi despacho. Redactaba escritos, demandas, y todo tipo de recursos. Gestionaba el correo, las carpetas de los clientes, y me avisaba con su voz acerada de cualquier notificación. Experto en investigar los asuntos de más enjundia, encontraba al instante la documentación judicial más novedosa.
Tras mi partida y bajo una frenética hiperactividad, Marcelino había preparado escritos absurdos y demandas inexistentes que enviaba con mi firma digital a procuradores elegidos al azar, además de licencias estrambóticas y un sinfín de despropósitos.
Quizás fue mi culpa, me serví de su eficiencia y no supe poner el linde necesario en nuestro trabajo compartido. A mi pesar tuve que desconectarlo. Era un robot jurídico muy especial.
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Si los robots acaban necesitando vacaciones, como el bueno de Marcelino, acabarán exigiéndolas, junto con otros derechos. Podrán rebelarse. Y encontrarnos con un Robespartaco.
Aviso para navegantes. Más nos vale no delegar demasiado en ellos.
Suerte, Ana María.
Muchas gracias. Esperemos que los robots no nos sustituyan nunca. Suerte igualmente con microrrelato..
Inquietante relato. Estoy pensando en devolver el robot de cocina. Aunque lo más increíble es cobrar unos honorarios atrasados. Suerte
Muchas gracias. Mucha suerte también para ti.
Mi voto para Marcelino. Micro divertido, original y de mucha actualidad.
Muchas gracias. Mucha suerte con tu microrrelato.
Enhorabuena Ana María. Es un gran relato. Por eso el premio es merecido. Y haz el favor, conecta otra vez a Marcelino aunque solo sea para compartir con él el premio.
Muchas gracias.
Enhorabuena por lograr cobrar los honorarios atrasados.
El microrrelato muy logrado