GARCÍA
Luis BañeresGarcía recogió sus cosas tras cincuenta años en el bufete. Dejó únicamente un lápiz menguado encima de su mesa. Lo decía todo de él.
No puede entenderse a una persona como García, sin ese lápiz. Un trocito de madera con corazón de grafito. Corregible, eterno, y contundente. Y donde hubo lápiz, hubo siempre una goma. De esas blancas que olían a nata, y que servían para enmendar un error sin dejar borrones. De las que morían redondeadas.
García fue afable al pactar, y afilado en el litigio. Un niño que creció en tiempos en los que aún no se habían inventado las elecciones, de menú incierto, cuando las tablas de multiplicar se cantaban. Fue becario sin vacaciones, y se especializó en doblar esquinas.
García apreciaba los detalles.
Lo guardaré siempre.
García pensaba con un lápiz y firmaba con tinta.
Me recuerda a alguien bajito que nunca fue pequeño.
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Muy bueno!
Gracias Luis por un relato cuidadoso con los detalles y elegante al mismo tiempo. Está cargado de figuras literarias y recursos que le dan mucha belleza a este singular micro. Ese lápiz es el símbolo de una vida, vida que envuelve a un texto sencillo y directo. No puedo por más que desearte mucha suerte. Te dejo mi voto porque me has impresionado con tu historia y tu forma de contarla, aunque a estas alturas de mes, dado el número de votos de los dos primeros autores, no sirva de mucho. Un abrazo.
Gracias a ti, Francisco, por leerlo. Lo del voto es lo de menos. Te has molestado en escribir una opinión. Me quedo con eso. Un abrazo
Qué belleza de relato !
Quitaría o recolocaría alguna coma, tal vez.
Redondo.
Gracias, Ana. ¿sabes? Es la historia de mi padre, que, aunque no fue abogado, ni García, me dejó ese lapicero.
Qué maravilla !
Sabiendo la inspiración, todavía más logrado.
Me gusta mucho que logres cerrar un texto tan certero en 150 caracteres.
Lo bueno si breve…
Gracias por contarme el origen de este micro tan bello.