XIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Imagen de perfilSuperación

Gabriel Pérez Martínez 

Asistir a un juicio y ver cómo le caen diez años al encausado por un delito que conlleva, como mucho, dos, nunca es agradable; y menos, si eres su abogado. Mi defensa había sido nefasta, me sentí vulnerable y quise dejar la profesión. Recurrí a especialistas en orientación vocacional y siempre escuché la misma retahíla: “Tienes aptitudes como letrado. Queremos ser tus beneficiarios”. Pasaron unos meses cuando, desde los calabozos de comisaría, me llamó un tipo recién salido de prisión. Su compañero de celda hasta ayer, aquel pobre infeliz con el que metí la pata, le había aconsejado que se pusiera en contacto conmigo. Encima, se trataba de un delito similar, así que tenía la oportunidad de resarcirme. Llegó el juicio y logré su absolución. Emocionado, me dispuse a felicitarlo. A moco tendido me confesó que la idea era volver a la cárcel para estar juntos esos diez años.

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El más votado por la comunidad

Imagen de perfilMUROS DE SILENCIO

Javier Puchades Sanmartin 

En mi bufete siempre he intentado asistir a la gente más vulnerable, ya fuese en defensa de sus intereses o dando orientación a sus problemas legales. Con el tiempo, me he especializado en la búsqueda de personas desaparecidas de su entorno familiar. Cuando logro dar con el beneficiario de mi investigación, lo primero que hago es enviarle una carta. La de hoy me está costando escribirla. En sus párrafos finales dice: «Así como la hiedra se abraza a cada piedra, así me aferró a tu recuerdo. Me llamaban loca, que todo eran elucubraciones mías. La angustia me ahogaba cada vez que el musgo borraba tu nombre, aun sabiendo que no estabas bajo aquella lápida. He seguido luchando contra todos esos muros de silencio para demostrar que alguien te arrancó de mí. Hoy he despertado de esta pesadilla. Por fin, entre mis brazos podré decirte: ‘Te quiero, hija mía’».

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Relatos seleccionados

  • Imagen de perfilLA MAR

    Aurora Roger Torlá 

    Escuché que me esperaba un payaso al que debía asistir.
    Vestía alegre, color naranja brillante con franjas blancas, pero entró cabizbajo, alicaído, muy triste. Se desplazaba con dificultad, como cojeando. Intenté darle la mano y se me escabullía.
    Era pequeño, no tenía a nadie en esta ciudad ni sabía volver a su casa.
    Fue secuestrado y vendido. Malvivió en una especie de jaula en la que se sentía observado. Después de más de un intento consiguió escapar de aquella prisión. Alguien le dijo que podía solicitar la orientación y defensa de un abogado.
    Me conmovió tanto su historia, lo vi tan vulnerable, que decidí hacerlo beneficiario de todo mi tiempo para aplicarme a fondo y conseguir el objetivo.
    Años después, aún conservo en un lugar destacado de mi bufete la fotografía de aquél abrazo en el que se fundieron Nemo y su padre.

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  • Imagen de perfilAL OTRO LADO DE LA FRONTERA

    PAOLA GAZZO MARTÍN 

    No debí pasar por allí, no era la hora indicada...no dejo de pensar en qué momento cometí el error. ¿Cuál fue la razón? ¿Mi color o mala suerte? Intento pasar desapercibido.

    Desde megafonía escucho el número veintidós, sigo pensando, se acerca un policía y me indica que me están llamando. Me sorprende, mi nombre es Kwaku y aún no lo he escuchado. Acudo a la sala de espera y una señora, vestida elegante, empieza a hablar incesantemente. Me explica que me debe asistir, que le han asignado mi orientación jurídica y defensa.

    Me siento vulnerable y confuso. He dejado a mi mujer e hija en casa, no saben nada. La señora me explica que soy beneficiario de dos llamadas. La miro, tras el cristal, y le pregunto -¿que delito he cometido?- pasados unos segundos de silencio, ella responde - nacer al otro lado de la frontera.

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  • Imagen de perfilVocación frustrada

    Jesús Francés Dueñas 

    Yo era el tipo que hacía los dibujos en los juicios, cuando los medios de comunicación no podían asistir con sus cámaras. Ahí es donde, gracias a mi verdadera vocación, sacaba todo mi arsenal de imaginación pictórica y retrataba a los asistentes con una mezcla de realismo indiscutible pero aderezado con unos cuantos detalles inventados para hacer más artístico el conjunto final. Endulzaba con mi pincelada el rostro duro del abogado de la defensa o aprovechaba la orientación de la luz del sol que entraba por las ventanas para enfatizar los rasgos siniestros del fiscal de turno. Pero siempre el reo era el beneficiario de mis inocentes retoques y le asignaba atributos que no le correspondían, como una mirada dulce para hacerle parecer vulnerable. Hasta que un día me dijeron, señor juez, que era más apropiado que yo me dedicara a dictar sentencia y no a hacer dibujitos tendenciosos.

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  • Imagen de perfilPobre

    Plácido Romero Sanjuán 

    Aquel vagabundo se convirtió en beneficiario de justicia gratuita, pero asistir a su defensa no resultó sencillo: los acusadores se mostraron inclementes y, lo peor, él no movió un dedo para ser absuelto. En todo momento se negó a mi asesoramiento y orientación. Le planteé varias posibilidades. Lo más sencillo, declararse loco. Hoy en día, no resulta difícil; basta con un certificado médico. Pero se negó. Me dijo que él no estaba loco. Por lo tanto, traté de alegar que lo que preconizaba estaba planteado a nivel teórico: por supuesto, no iba a enfrentarse a la autoridad. Tampoco conseguí nada. Estuve a punto de tirar la toalla. Me sorprendió que me pidiera que siguiera; no quería ningún aplazamiento. La verdad, tenía cierta aura. Yo mismo era vulnerable a su elocuencia, que tantos seguidores le había hecho ganar. Por supuesto, fue condenado, que es lo que quería. Pobre Jesús de Nazaret.

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  • Imagen de perfilCON LAS BOTAS PUESTAS

    ANA Mª GARCÍA YUSTE 

    Nunca creí que me jubilara. Uno se hace mayor pensando en lo lejano que queda llegar a viejo. Cómo los entiendo ahora, cuando venían a mi despacho en busca de orientación, vulnerables, con sus bastones remendados y la soledad a su lado; con fotos de unos hijos que de niños sonreían y ahora los dejan abandonados. Necesitaban mi defensa; se la di, pero aun siendo profesional jamás pude evitar sentir pena por asistir a juicios donde una sola familia se sentaba en dos bandos. Ahí nadie perdía ni ganaba; todos perjudicados, todos beneficiarios. Ahora soy yo el viejo. Me pregunto si alguien entiende lo que pienso, que aunque anciano y retirado jamás haya dejado de ser letrado. Miro mis manos, tan arrugadas como mis códigos y legajos, y siento orgullo de haber plegado mi piel junto a ellos con el tiempo.
    Me llamo Luis, tengo ochenta años y soy abogado.

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  • Imagen de perfilÚltimos consejos

    Marian Briceño 

    Hoy es mi último día en el bufete y no puedo evitar emocionarme mirando la foto del escritorio.

    —¿El de la foto es usted, verdad Don Julio? —me dice el joven becario que acaba de asistir a mi último juicio como abogado de oficio.

    —Sí hijo, los años no perdonan.

    Por un instante pierdo tanto la orientación temporal como espacial observando la imagen de antaño. Petrificado en el tiempo, el adonis en blanco y negro mira fijamente a su yo futuro, viejo y vulnerable. El becario me mira horrorizado al comentarle que las robustas butacas de escay eran de color morado. Hace años fueron sustituidos por unas sillas frágiles de una firma sueca de cuyo nombre no quiero acordarme.

    —Todo ha cambiado, menos la defensa.

    —¿La defensa, Don Julio?

    —Sí, da igual a quien representas, la defensa siempre ha de ser robusta, incluso para aquellos beneficiarios de justicia gratuita.

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  • Imagen de perfilPALABRA, OBRA Y OMISIÓN

    LOURDES ASO TORRALBA 

    Me acuso de ser reincidente. Cada mes cometo el delito de soñar con que el jurado va a emitir un veredicto favorable a mi favor. Apunto las cinco palabras obligatorias y me estrujo el cerebro para acertar con lo que quieren sus Señorías. Estoy en situación más que vulnerable. La calle por todo hogar. El estómago rugiendo en la puerta de la catedral, a la espera de que algún beneficiario me eche algo de propina. No sé qué tipo de orientación darle al “micro” para que no se me acuse de plagio. Sueño con el atraco perfecto y los quinientos euros en el bolsillo. Es obvio que volveré a asistir a otra derrota pero en mi defensa diré que no será por omisión. La obra con ciento cincuenta palabras es mi alegato único en el turno de oficio.

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  • Imagen de perfilMUROS DE SILENCIO

    Javier Puchades Sanmartin 

    En mi bufete siempre he intentado asistir a la gente más vulnerable, ya fuese en defensa de sus intereses o dando orientación a sus problemas legales. Con el tiempo, me he especializado en la búsqueda de personas desaparecidas de su entorno familiar. Cuando logro dar con el beneficiario de mi investigación, lo primero que hago es enviarle una carta. La de hoy me está costando escribirla. En sus párrafos finales dice: «Así como la hiedra se abraza a cada piedra, así me aferró a tu recuerdo. Me llamaban loca, que todo eran elucubraciones mías. La angustia me ahogaba cada vez que el musgo borraba tu nombre, aun sabiendo que no estabas bajo aquella lápida. He seguido luchando contra todos esos muros de silencio para demostrar que alguien te arrancó de mí. Hoy he despertado de esta pesadilla. Por fin, entre mis brazos podré decirte: ‘Te quiero, hija mía’».

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  • Imagen de perfilQuería desheredar a sus hijos

    MANUEL BURGOS TOIMIL 

    Tuve que asistir de oficio a un venerable y también vulnerable anciano, beneficiario de la justicia gratuita, que solicitaba orientación para desheredar a sus hijos.
    La causa era que desde que lo habían ingresado en la residencia de ancianos, no lo habían ido a visitar, despreocupándose de él, sin comunicarse por teléfono…, ni una maldita carta.
    Le pregunté, que siendo pobre, de qué quería despojar a sus herederos. Entonces le salió el poco orgullo que aún le quedaba y me espetó: “Del amor que les tenía como padre”.
    “No quiero que se les informe sobre mi muerte, para que no organicen un fingido funeral con esquela de sus ‘desconsolados hijos’. Yo ya no tengo hijos, por lo que no tienen derecho sobre mis restos, pues me negaron su afecto cuando estaba vivo.
    Y solo un loco, como yo, pudo decidir involucrarse en la defensa de sus sentimientos.

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  • Imagen de perfilIguales

    Ivan Humanes Bespín 

    El grito vino del cielo y me despertó de la siesta. Poco después las ramas rotas, el cuerpo contra el árbol y el paracaídas desgarrado en la copa. Asustados los dos, el hombre balbuceaba: que si le podía asistir en la defensa de un caso complejo, que había buscado orientación y que yo era el mejor en la materia. Después me explicó que por eso se coló de polizón en la nave de Bezzos y la dirigió hasta aquí. Me dijo que venía de un lugar lejano, donde el vulnerable es beneficiario de justicia gratuita. En mi planeta no existen desigualdades. Y ahí estaba yo recién levantado, descolgando al hombrecillo y luego caminando hacia su nave. Sin entender muy bien. Eso fue antes de llegar aquí, claro. Ahora he decidido quedarme. Pese al color verde de mi cara y las antenas. Entonces, señoría: ¿quiere mi número de colegiado?

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  • Imagen de perfilLa extinción de los abogados

    Ander Balzategi Juldain 

    Lo vi al asistir a la inauguración del museo. Ante mí, tras el cristal, tenía la figura de cera de un homínido extinto, homo advocatus rezaba la inscripción. Mostraba a un hombre trajeado simulando una expresión circunspecta y sentado ante una mesa llena de papeles. Se le veía vulnerable. Junto a él una somera explicación. Homínido que existió cuando la sociedad requería orientación en el entramado normativo y cuando la defensa del ciudadano se realizaba presencialmente. Pobres homínidos, pensé, ahora no requeríamos de esos servicios, habíamos evolucionado y teníamos un algoritmo que nos hacía beneficiarios de un orden perfecto, sin conflictos que requiriesen la intermediación de nadie. Me apiadé de él. Al alejarme noté que me desplazaba como una marioneta, que unos hilos invisibles manipulaban mis movimientos. Inmediatamente comencé a gritar. Desperté sudoroso en mi oficina, aliviado de ver sobre mi mesa una maraña interminable de demandas y contratos.

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  • Imagen de perfilEXPERIENCIA TRAUMÁTICA II

    Fernando Pascual Bravo 

    Mi primera asistencia letrada, en los años sesenta, se frustró por la iracunda respuesta del procesado: “¡fuera de aquí, no soporto niñatos!”

    Sin duda la bisoñez de mis vulnerables veinticinco años, junto con el obscurantismo que reinaba en la sociedad, llena de medias palabras, grandes eslóganes, silencios cómplices y sobreentendidos agazapados, coadyuvaron a mi recogida de velas ante dicho exabrupto.
    Pero aquel incidente no consiguió que abandonara mi resolución de asistir a cuantos detenidos me asignaba el turno colegial y en ello sigo, aunque la jubilación me haya apartado del ejercicio activo de la profesión.

    No llevo la defensa de cliente alguno, no las echo de menos, pero mis días transcurren entre la impaciencia y el anhelo de seguir cumpliendo con mi compromiso de ayudar a cuantos detenidos precisan orientación, aliento o apoyo. Un número cercano ya al centenar de asistencias letradas me han aportado autoestima y beneficios sin cuento.

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  • Imagen de perfilEL CUENTO DE NUNCA ACABAR

    Margarita del Brezo 

    En el turno de oficio vemos de todo. Hace poco tuve que asistir a un amigo de la infancia que en absoluto parecía un beneficiario vulnerable por lo que muchos compañeros rechazaron su defensa. Le acusaban de robar, matar y descuartizar ovejas. Los vecinos, primero aterrorizados por el sangriento espectáculo y furibundos e impotentes después, le señalaron a él como único culpable. El pobre siempre tuvo mala fama en el pueblo, todos se apartaban a su paso. Tan solo mi hermana y yo jugábamos con él a escondidas. Tuve que emplearme a fondo. Cambié la orientación de las investigaciones llevadas a cabo en busca de nuevas pruebas hasta que lo conseguí. No había lugar a dudas: era Caperucita Roja la culpable, no el lobo feroz. Al fin quedó libre. Agradecido me invitó a su enlace con un bellísimo cordero. Y son tan felices que ahora solicitan mis servicios las perdices.

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  • Imagen de perfilLLEGUÉ TARDE

    MANUEL MACHARGO 

    Nací en un pequeño pueblo de apenas ochocientos habitantes, y ya se sabe, “pueblo pequeño, infierno grande”.
    En la escuela tuve un compañero de aspecto afeminado, los demás niños se mofaban de él, llamándole “Luisina”, “mariquita”, Luis era un niño apocado y por ello más vulnerable, si cabe.
    Yo era el único de la clase que salía en su defensa, quizá porque le entendía, tenía la misma orientación que él aunque no tan manifiesta y visible.
    Al terminar la carrera de derecho, tres compañeros y yo formamos un despacho “multicolor”, (uno es gay, dos son lesbianas y el cuarto heterosexual), quizá por esto nuestro bufete es beneficiario de una clientela que en gran mayoría pertenece a estos colectivos, hasta ahora marginales.
    Tuve la suerte de asistir a una charla que explicaba el sentimiento-sufrimiento de los transexuales. Ahí comprendí las razones del suicido de Luis. Sentí haber llegado tarde.

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  • Imagen de perfilTOC

    José Ignacio Rodríguez García 

    El abogado abre su maletín: el portafolio rojo, en orientación vertical, encaja con el cuaderno de apuntes que a su vez delimita a la perfección con el estuche donde guarda los bolígrafos. Su interior asemeja un cuadro de Mondrian. Ningún espacio vacío, todo donde corresponde. Simetría. El jurista cree en la bondad de las formas regulares, también en la paridad de las figuras. Desde pequeño ha celebrado el contrapeso de los números pares, transmiten la cercanía de cierto equilibrio. Le gusta adicionar el juez al jurado, uno más nueve, para que la resulta sea un número par. Las imparidades le hacen sentir vulnerable. Comienza la defensa y se acerca al estrado contando los pasos: uno, dos, tres, cuatro. Asistir a sus movimientos es contemplar una coreografía ensayada. Beneficiario de sus propias rarezas, el juez siente predilección por este letrado. Le enervan aquellos que pisotean indiferentes las juntas del suelo.

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  • Imagen de perfilJUGADA MAESTRA

    JUAN ANTONIO TRILLO LÓPEZ 

    Estaba acusado de ser beneficiario irregular de una subvención y la mañana del juicio mi abogada me había citado en la cafetería de los juzgados para dar un último repaso a la orientación de mi defensa. Cuando llegué la encontré sentada en una mesa junto a dos hombres que resultaron ser el fiscal y el juez del caso. Pedí un café y me uní a ellos algo confundido por poder asistir a aquella extraña reunión previa a la vista. Letrada y fiscal intercambiaban duros ataques ante la profesional atención del juez, el duelo parecía equilibrado pero pronto se decantó en favor de la fiscalía que había descubierto el punto vulnerable de su oponente. Sin embargo, mi abogada guardaba un as bajo la manga que desarmó inesperada y fulminantemente a su rival.
    -¡Mate!, exclamó eufórica.
    -¡Bravo, letrada!, aplaudió el juez. Recojan el ajedrez, les quiero en la sala en media hora.

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  • Imagen de perfilEL LETRADO ANTONIO II

    SANTIAGO MESSA POULLET 

    Rosario atesoraba cuatro años de ocupación ilegal del portal del cajero de la populosa calle Larios. Era exquisita y respetuosa con el entorno; amontonaba sus pertenencias en un modesto carrito de la compra y se ausentaba en horario comercial de mañana para retornar cuando el fresco y marino atardecer subía por la céntrica vía. Aquella mañana el pertinente juzgado había decretado el desalojo de la vulnerable diógenes y a las 8 de la mañana un ingente tropel de policía invadió el entorno del portal. Para asistir a la defensa de Rosario, el letrado Antonio tuvo que desarrollar una batería de recursos legales y leguleyos. Sin duda era un abogado beneficiario de una sabiduría del derecho a la dignidad con marcada orientación… a la humanidad.
    Su alegato en defensa de Rosario emocionó hasta a la estatua del Marqués, que lloró lágrimas de piedra cuando sacaron a empujones a su indigente vecina ocupa.

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  • Imagen de perfilORGULLO

    Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

    Crecí bajo la batuta de un padre autoritario.
    Sus insultos y menosprecios fueron la banda sonora de mi adolescencia.
    Me obligaba a raparme la cabeza y a asistir a repulsivas cacerías con sus amigotes.
    -A ver si te haces un hombre y te dejas de mariconadas. Solía decirme.
    Sus desmanes me convirtieron en beneficiario de la incondicional protección de mi madre, que salía en mi defensa cuando la situación se tornaba insoportable.
    Buscó orientación profesional y trató de fortalecer mi carácter vulnerable. Mientras él se avergonzaba de mi existencia.
    Ni siquiera estuvo presente el día que me gradué "cum laude" en Derecho Internacional.
    Mi madre se sentó en primera fila. Decidida, orgullosa, sin importarle lo que la gente pudiera pensar.
    Años mas tarde, cuando abrí mis propio despacho, ella misma colocó en la puerta un rótulo con mi nuevo nombre:
    Ángela Galán. Abogada.

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  • Imagen de perfilLA SENTENCIA

    Yolanda Nava Miguélez 

    Cuando Mario cambió la última letra de su nombre por una “a” cambió también su vida. Dejó de sentirse insegura y vulnerable y logró sus objetivos profesionales. Hoy le toca asistir a un caso complicado, dos menores saldrán del recinto con un veredicto que tal vez cambie sus vidas. La defensa del demandante peleará para que su cliente sea beneficiario de la custodia total de los niños, aduciendo que su pareja ha cambiado de sexo siguiendo su nueva orientación sexual y ello va en detrimento del desarrollo emocional de los pequeños. Cuando le llega el turno a la nueva madre, esta argumenta que solo quiere lo mejor para los niños, resaltando que el cariño y los valores que tiene para darles no tienen género. A María no le queda ninguna duda sobre la sentencia que debe dictar.

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  • Imagen de perfilMOTIVACIÓN

    ÁNGEL SAIZ MORA 

    La camarera había sido despedida tras el cambio de uniforme estival, cuando quedó al descubierto un gran lunar en su pierna izquierda. El propietario del restaurante alegaba como derecho la exigencia de estrictos requisitos estéticos a sus trabajadores.
    Muchas personas quisieron asistir al juicio, que tuvo amplia difusión mediática. No hubiese suscitado tanto interés de no haber sido por la adecuada orientación del abogado. Sabía de lo que hablaba. Demostró que una buena oratoria, unida a su oficio, puede persuadir y conmover. Habló de esa peculiaridad cutánea como de un estigma que hacía vulnerable a su clienta, por los prejuicios de una sociedad enferma. Supo argumentar que de una sentencia racional, en defensa de la justicia, todo el ser humano sería beneficiario.
    Lograda una elevada indemnización por despido improcedente, el letrado se quitó la mascarilla. Todos vieron aquella mancha de nacimiento junto a sus labios, mientras esbozaba una sonrisa.

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  • Imagen de perfilAÑO 33

    Nicolás Montiel Puerta 

    El abogado sube apresurado las escalinatas del palacio del prefecto. El detenido al que debe asistir está en la celda de la derecha, e ignora que es beneficiario de la justicia gratuita romana.
    -Buenos días, me llamo Tito Graciano y me han asignado tu defensa.
    El letrado lee el pergamino de la acusación buscando algún argumento vulnerable. Al terminar, suspira y procede con la orientación de su defendido.
    -Te recomiendo no contestar a ninguna pregunta, porque del delito de sedición, el más grave, no tienen pruebas.
    El Galileo mira a Tito Graciano con dulzura, sonríe y dice:
    -La verdad os hará libres.
    -Guarda silencio, te lo ruego.
    Jesús posa sus manos sobre las del abogado y añade:
    -Está escrito que hoy he de salvar a Barrabás y, con él, a todos los hombres.
    Tito Graciano asiente. Sólo cabe alegar insania y pedir clemencia para semejante iluminado.

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  • Imagen de perfilGUARDIA DE EXTRANJERÍA

    DARÍO GUTIÉRREZ 

    10:00h. Jueves 1 de Julio de 2021. Pendiente del teléfono. Así es cuando estoy de Guardia. Turno relativo a la defensa de los derechos de los extranjeros en España.

    Suena el móvil: detenido en la Brigada Policía de Extranjería y Fronteras. "Tienes que asistir a X, ciudadano de Y, en procedimiento de expulsión".

    El despacho queda muy cerca de la comisaría, por lo que llego rápidamente. Comparezco ante los agentes, y proceden a presentarme a mi cliente. Identificación como abogado y trámites de notificación del expediente sancionador.

    Después; labor de asesoramiento y orientación sobre el procedimiento administrativo y judicial y en relación al papeleo, para solicitar, como beneficiario, la concesión de Justicia Gratuita.

    Preparo las alegaciones y las dejo presentadas.

    Entonces, finalizada la gestión, reflexiono y me pregunto: ¿Por qué defiendo al más vulnerable y débil, al desterrado? Quizá porque una vez, hace mucho tiempo, estuve en su lugar.

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