Felipe Alcalá-Santaella Llorens
Microrrelatos publicados
El estudiante
Aun recuerda las circunstancias de su dimisión. Ningún compañero dio la cara por él, nadie demostró tener una pizca siquiera de empatía.
No sabía que hacer con su vida, lo cierto es que después de veinte años se encontraba solo. Buscó refugio en las redes sociales, pero la polarización de la sociedad que lo impregnaba todo le hizo sentir que era aún peor que en la vida real. Insultos y humillaciones con cada comentario. Pronto lo dejó estar.
La prescripción de su médico de toda la vida fue clara: pasea, haz ejercicio, dieta saludable. Pero lejos de ser suficiente, tenía la sensación de hundirse más en el pozo.
Un manual viejo y desgastado asomaba en su estantería, y recordó que nunca terminó la carrera. No pensó jamás que recurrir al estudio fuese la solución.
Al volver a la facultad de Derecho, recuperó la ilusión. Sería un gran abogado.
| Mayo 2024
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 5Gracias
El día que yo nací lo hizo también la Constitución. He vivido en democracia, consciente plenamente de ser un miembro más de la ciudadanía. Así que puedo decir que cada aniversario de la Carta Magna para mí era una fiesta.
Pero a veces me pongo triste, porque parece que las nuevas generaciones lo dan por sentado. Mi abuela tuvo que irse a México, mi otro abuelo, después de estar en la cárcel, nunca más pudo ejercer su profesión: fue piloto de la República.
Ahora, que voy a cumplir cuarenta años, doy gracias por todo lo que nuestros padres y abuelos consiguieron para cambiar este país.
Pero también siento que tenemos que defender su legado y, si es preciso, cambiar lo que sea preciso para que acompañe a la siguiente generación. Nada es inamovible en democracia, si se respetan los derechos de todos.
Nos toca.
| Octubre 2018
ParticipanteComodín
El careo entre los dos testigos se convirtió en la principal prueba de la acusación. Había que reparar el daño rápido, actuar con presteza era imprescindible. Repasó sus opciones y optó por usar el comodín de la llamada, el Juez lo concedió. Era una opción radical pero era la única posibilidad. Marcó el número y el catedrático de Derecho Penal, el célebre abogado de prestigio y Dr. D. Javier Pérez, su guía y mentor desde que le conociera en primero de carrera, le ofreció en dos pinceladas la estrategia a seguir. Siguió su consejo y bordó el informe con sus conlusiones definitivas. La Fiscalía, apurada, intentó sin éxito utilizar el comodín del público pero ya era tarde. Había ganado el caso.
| Septiembre 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 8Novel
Lo cierto es que en el juicio me llevé un meneo de primera. No pude solventar ni de lejos ni una sola de las cuestiones jurídicas que se plantearon. Y yo pensaba que llevaba las leyes en mi ADN, pero nada más lejos de la realidad. Es posible que mi sitio esté fuera del ajetreo de la ciudad, del caos, del ruido, de los teléfonos móviles... el bullicio es tal que parece una pandemia sin fin. Entonces pienso en construirme la casita en el pueblo de mi abuela, olvidarme de todo y revolcarme en la pradera como si tuviera siete años otra vez. Luego me veo con la toga puesta, recuerdo que soy el Juez y que por mucho ridículo que haya hecho en mi primer caso, a partir de aquí sólo puedo ir para arriba.
| Mayo 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 3Y para mí la luna
Recordaba perfectamente cuando su abuelo le compró un telescopio, y todas las noches observaban el cielo estrellado, buscando los planetas del sistema solar. Cuando miraban la luna, su abuelo le susurraba: ahí ya hemos estado.
Si estudió Derecho y no astrofísica fue porque era un poco mentecato con los números, pero siempre fue su pasión secreta. Quién le hubiera dicho a su abuelo que se iba a encargar del derecho espacial, y que su trabajo sería litigar por las nuevas tierras. Los tratados se sucedían a un ritmo vertiginoso, y el argumentario cambiaba constantemente. La premura de los estados en cubrirse las espaldas era casi obsceno; había mucho dinero en juego y la tecnología estaba al alcance. Las empresas ya le ofrecían propiedades, además del correlativo sueldo, en Ceres, en Marte o incluso en Titán. Pero él sólo quería una cosa: la luna. Tenía las mejores vistas a la Tierra.| Abril 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 6Huída
Llovía. Refugiado bajo una cornisa, sacó un cigarrillo. Distraído, empezó a recordar, sin apenas darse cuenta. Los largos paseos por el campo, los días de trabajo en la oficina. Todo eso se había quedado muy atrás.
Una llamada de teléfono, todo solucionado. Un amigo de un amigo organizaba este tipo de viajes. Si era la única manera de cruzar el mar, valía la pena. Ahora ya no estaba tan seguro. Si hubiera sabido el miedo que pasaría cuando tuvo que saltar la alambrada, no lo hubiera hecho.
A veces no sabía por qué se había ido, quería volver. Otras, las imágenes volvían sin avisar.
Las bombas. Los gritos. Su mujer y su hija en el suelo, sin moverse.
Su abogado le había dicho que le podía ayudar a empezar de nuevo. Esperaba que fuera verdad, lo necesitaba. De momento, llegaba tarde.
| Junio 2016
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1El despertar de la toga
Una luz se me había encendido en la cabeza y ahora nada la podía apagar. Todo por culpa de Lucía. Podía hacerlo, ¿no? Lo había hecho antes, hace muchos años. Y suponía acabar con las horas desperdiciadas en la oficina, haciendo números. Que si los planes de pensiones por aquí, que si este nuevo producto por allá... números y números, delante de la pantalla, siempre delante de la pantalla. Y todo por teléfono. Y en muchas cosas había cero seguridad- las cláusulas de vencimiento anticipado se estaban declarando automáticamente abusivas, me decían mis compañeros. Y Lucía me guardaba un sitio. Que sabía que lo que a mí me gustaba era el Derecho Penal y no las tribulaciones bancarias. Y no podía más. De repente no podía más.
Un reencuentro, un café y un plan en marcha. De vuelta a su despacho. Para ejercer, como lo hacía antes.
| Enero 2016
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 1Gano yo
Colgué el traje en la percha, cansado. Se acabó, empiezan las vacaciones. Con una sonrisa, pensé en las semanas de relax que tenía por delante. Un buen libro, mi hamaca favorita en el chalé –entre el olivo y la palmera, bajo la sombra de los pinos, sin otra pretensión que evadirme de las notificaciones, las llamadas telefónicas y la tiranía del whastapp. Desayunos en el jardín, con tostadas de mantequilla y naranja amarga, y un café bien cargado, con dos terrones de azúcar moreno. Al atardecer, un paseo bien largo por el camino de la huerta, rodeado de naranjos. Ése era mi modelo de vacaciones. Llevaba varios años sin poder hacerlo. Al día siguiente, una llamada del despacho, medio minuto. Es urgente. Los demás no están. Otra vez. Otro año igual. Sin cargo de conciencia, dije que no. Las amenazas, las discusiones… me da igual. Esta vez gano yo.
| Agosto 2015
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 4