Laura Pérez-Morala
Microrrelatos publicados
EL ABOGADO DE LA BICI
Muchos domingos de mañana le veía con su bicicleta. Se paraba junto a una tienda donde se sentaba un inmigrante que pedía sin pedir; tendía su pobreza, pero no la mano; y sólo hablaba si le hablaban. Yo, que también era ciclista, tuve la oportunidad de conocerlo.
Supe que hablaban de temas sociales como el de la brecha de desigualdad entre los suyos, porque él mismo, el camerunés Badgi, me lo contaba.
Un domingo que salí a darme mi acostumbrada vuelta, lo encontré más positivo que nunca, contento y dicharachero. Me dijo que el hombre de la bici era su propio abogado, y que ya no sentía que alguien le pudiera discriminar, porque ese mismo día le habían dado una buena noticia: ya no le expulsarían.
Su alegría me contagió tanto que, a pesar de las cupresáceas y mis setenta y tres años, hice más kilómetros. ¡Mis agujetas dan fe!
| Marzo 2020
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 44VOLUNTARIADO JURÍDICO
Avistó la costa desde su patera y su sangre fluyó de nuevo, la sed le abrasaba. Exhausto logró llegar hasta las dunas, donde a resguardo del viento intento conciliar el sueño. Se despertó confuso, con la camisa empapada, oyendo otras lenguas, con una botella de agua pegada al cuerpo. Contento de estar a salvo, repasó en francés los consejos de urgencia.
Le preguntaron de dónde era. Sabía que hablar poco era la sabia respuesta. Le dieron un pasaje de avión, bocadillos y unos euros. Con la frente pegada a la ventanilla pensó en su gente. Al aterrizar rompió a llorar. En una OENG le presentaron al abogado que, desinteresadamente, se encargaba de las gestiones y pleitos de esa comunidad. El letrado le ofreció también su propio despacho. Le entregaron ropa y un kit de aseo, se puso una chaqueta que le quedaba holgada y, pletórico, se echó a la calle.
| Febrero 2019
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 30ARMAS DEL DERECHO COMPARADO
¡…Y bebe agua! Con esa recomendación, crisol liberador de conciencia; con el tierno y sutil engaño con que se deja a un niño de cuatro años a la puerta del colegio; con la prisa por salir antes de que las autovías de las palayas del Este se colapsaran, la familia Manjón se despidió de D. Cesar, dejándolo en la residencia geriátrica “La gozada”, especializada en estancias de verano.
El confinado, de casi noventa años, vio partir el todo terreno familiar al tiempo que borraba los besos estampados en sus mejillas. La tortura de su artrosis despertó las mejores neuronas de su alzheimer, y le animaron a declarar ante la dirección del centro:
-Me quiero marchar.
D. Cesar, había sido abogado experto en Derecho de familia y en Derecho comparado. Por eso no podía tolerar que su nuera se llevara el perro de vacaciones, mientras él se quedaba en “La gozada”.| Julio 2018
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 23AMOR Y DERECHO
En un infausto puente, el del odio, se tiró a la arena en impulso de nobleza. Llevaba consigo, más que un arma, un instrumento lúdico-deportivo que le unía al encanto de su niñez. No pidió licencia a "Scotland Yard" para alzar su cándida arma, no porque careciera de tiempo material, sino porque su naturaleza genética, afectiva y educacional, decidía más rápida, generosa y altruista. Traspasó las lindes de la prudencia oficial y convencional, que aconsejan los protocolos antiterroristas y el “sálvese quien pueda” del común mortal. Con su sangre derramada en el asfalto, selló su última credencial compostelana, muchas desde su cuna, haciéndose merecedor de la más sublime Compostela que se pueda otorgar. No devengó por ello honorarios, porque la excelencia del alma ni emite minutas, ni se pueden pagar. Nadie solicitó investigar; a él, por su discreción y grandeza, no le hubiera gustado. Era abogado, quizás no por casualidad.
| Junio 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 64ABOGADA DE PUEBLO
Estaba pasando un fin de semana donde sus raíces la reclamaban. Se negó a llevar trabajo para el viaje, costumbre o pandemia ejecutiva contra la que luchaba. Quería tranquilidad, nada que perfilar ni menos solventar. El Sábado, con algo de viento y amigable lluvia, salió temprano de su bucólica casa, dejando su pueblo inmerso en la paz. Caminó por una extensa pradera, entre hayas y castaños, percibiendo el suave meneo de ramas y hojas, sintiendo el olor de tomillo y tierra mojada, ADN particular de su pueblo. Por la noche, con el crepitar de la chimenea, leyó hasta rendirse en sueño. El Domingo, al ponerse en marcha su tren de vuelta, desde la ventanilla vio cómo su terruño se perdía en el horizonte. Sólo entonces su imaginación la trasladó a su despacho; y su sonrisa, su respirar pausado, delató lo afortunada que era de ser y sentirse abogada.
| Mayo 2017
Participante
Votos recibidos por la Comunidad: 43