I Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

MI PEZ

José Julián Arias Garrido · El Puerto de Santa María (Cádiz) 

Mi piraña sabe derecho. En la soledad de su pecera, aislada del mundo, entre las escamas de su comida para peces le cuelo papel. El sabor de la tinta de pluma de abogado le entusiasma. Se me cría recia. Cada vez desprecia más comida de la suya por devorar papel. Noto el brillo de codicia en su mirada. ¡Lo que sabe! Tengo mi sistema. Le lanzo un trozo de papel con rúbrica. Si es zoquete el leguleyo, desprecia su escrito y yace en el fondo de la piscina hasta deshacerse. Si es buen abogado, lo devora con fruición asimilando cada letra. Siendo así la conducta de mi pez, yo voy a juicio tranquilo porque se que triunfo. Ayer la descubrí, su ojo agrandado por el efecto lupa de la pecera, con la mirada clavada en el bloque informativo del “Caso Malaya” que daban por TVE1, como si aprendiera. Inquietante.

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Relatos seleccionados

  • El expediente

    Patricia Fernández-Trapa Díaz-Obregón · Madrid 

    Tenía tres minutos escasos: retocó su maquillaje en el espejito rosa con forma de piraña, albergando la esperanza de que ningún zoquete de su departamento la sorprendiera. Colocó el expediente del revés, justo encima del bloque de papeles de su mesa, agradeciendo mentalmente al juzgado no haber actualizado su obsoleto sistema de información. Trajeado y sonriente, el abogado entró café en ristre, como los lunes anteriores. -Presiento que hoy voy a tener suerte, Soledad! Sigo en búsqueda del procedimiento 275/08, y adivine: soy el letrado designado. Sabemos que la semana pasada estaba archivado y que la anterior faltaba su compañero, pero hoy... tiene sonrisa y ojos de haberlo visto, y yo solo quiero dejar de molestarla, hacer una fotocopia y esfumarme. -Venga mañana y se lo cambio por una caña. -¡Hecho!?dijo girando enérgicamente-Vaya, todo mi café derramado sobre sus papeles. Espero que ninguno fuera importante?

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  • Justicia inmóvil

    Raúl Alonso Fernández · Santa Cruz de Tenerife 

    O el sistema no funcionaba, o simplemente se trataba de que el funcionario de aquel triste juzgado de primera Instancia era un zoquete. Era como chocar contra un enorme bloque de granito sintiendo que, en cada embestida, mientras el bloque seguía inamovible eran mis neuronas las que sufrían el deterioro. Me encontraba en la más absoluta soledad. Tenía mala suerte; el Secretario del Juzgado de baja sin atisbo de pronta sustitución, y no era cuestión de molestar a Su Señoría por este tipo de trámites. Pues buena se pondría conociendo el carácter que tiene. Podía imaginármela con la cara enrojecida soltando su ya conocida pregunta retórica ¿a los abogados no les enseñan cuáles son las competencias de Jueces y Magistrados?... Me descomponía, pensando en los efectos funestos que esto tendría para mi cliente y sentía como si en el estómago tuviera una piraña devorando mis entrañas.

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  • LE LLAMABAN PIRAÑA

    Miguel ¡µngel Arag¡es 

    Le llamaban Piraña. Su Amazonas, el vestíbulo del juzgado de guardia. Allí, en un rincón, con el móvil en la oreja, pasaba desapercibido. Parecía un bloque de mármol, salvo por los ojos, que no perdían detalle de quien entraba y salía. Cuando el móvil sonaba, escuchaba atento y sus ojos se detenían sobre un hombre que entraba esposado. Entonces se ponía en movimiento. Ese era su sistema. Simple y efectivo. No tenía piedad ni consideración. El precio era la soledad y el desprecio de sus compañeros, pero su máxima era que el que no se aprovechaba de las circunstancias era un zoquete. No era un buen abogado. Era caro, muy caro, pero era efectivo a corto plazo y de eso se valía. Luego, cuando el incauto descubría la verdad, ya era tarde. ¿Su sino? Que el olor a dinero siempre atraía a otra piraña. Entonces se devoraban.

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  • Reflexión final

    Carlos Pineda González · Sevilla 

    Solemne, el viejo profesor propuso una reflexión final: -Si un cocodrilo mata un antílope que pasta en soledad... ¿Es culpable el cocodrilo? Las jóvenes pirañas negaron con la cabeza: el cocodrilo necesitaba alimentarse. -Pero... -continuó el profesor- ¿Y si es un grupo de cocodrilos en bloque el que lo ataca? Los futuros abogados del Amazonas quedaron desconcertados y consultaron rápidamente sus apuntes. Si tardaban demasiado, su profesor pensaría que eran unos zoquetes. -¡Déjenlo! -gruñó este-. Sólo quiero inculcarles una verdad fundamental: los cocodrilos, señores, ¡nunca son culpables! Un murmullo de aprobación se extendió entonces por el aula: todas las pirañas estaban admiradas por la reflexión. Todas excepto tres, que permanecieron muy serias. El profesor recordaba sus nombres. Y discretamente, los marcó en su lista de clase. Era importante tener vigilados a aquéllos que irían contra el Sistema.

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  • Sentencia favorable

    Ricardo Coarasa Artigas · Madrid 

    Minutos antes de que el presidente del tribunal leyera la sentencia, miró de soslayo a su cliente. Imperturbable, tan frío como un bloque de hormigón, parecía ajeno a los miles de años de cárcel que podían caerle encima. Se sintió como un zoquete. Sus desvelos se tambalearon de pronto. La incomprensión de familiares y amigos por defender a un acusado de un atentado tan atroz, la tenaz lucha contra el sistema, la soledad durante la instrucción... ¿Habían servido de algo? Después de todo, quizá él sólo le viera como una piraña dispuesta a vaciar sus bolsillos. La voz firme del magistrado le rescató de sus dudas. Absuelto. Toda su amargura se disipó mientras le sacudía un escalofrío de autoestima. Se sintió un privilegiado por ejercer una profesión capaz de librar a un inocente de prisión. Le miró de nuevo. El frío bloque de hormigón dibujó una tenue sonrisa.

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  • Por una frase

    Rosa Peñasco · Madrid 

    Por una frase de Woody Allen… ¡Sólo por una frase! Recuerdo que, con la última sílaba, la Sala ya quedó invadida de esas carcajadas casi circenses que subían más y más de tono, hasta el punto de sentir que los risueños decibelios iban a hacer explotar, uno a uno, los ladrillos del bloque. ¡Qué ridículo más grande! ¡Qué complejo de zoquete! ¿Y ahora qué? ¿Cómo explico a mi cliente que le ha caído la pena máxima sólo porque el juez odia a Woody Allen? Reniego del sistema, pero en medio de esta aterradora soledad, reafirmo mi idea: si nuevamente tuviera que defender a ese exhibicionista que siempre aprovechaba la aglomeración de los juzgados para abrir su gabardina, juro –y que me perdone Woddy Allen- que me muerdo la boca como una piraña, antes de decir en la Sala que “las ventajas del desnudo, saltan a la vista…”

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  • Solo ante el peligro

    Alicia Garau Rolandi · Madrid 

    Jamás pensó que cuando llegara el momento su corazón sonaría más fuerte que sus pasos. El pasillo estaba desierto. El frío mármol y la altura de las columnas, hacían que se sintiera un ser minúsculo. La soledad en aquel momento se hizo aterradora. Debía entrar, su mente lo sabía, era capaz, pero se sentía paralizado, como un bloque de hormigón. Respiró profundamente varias veces, ese sistema siempre le funcionó cuando estudiaba derecho. Imaginaba lo que encontraría al otro lado de la puerta, cientos de ojos puestos en él, la media sonrisa del fiscal y su mirada condescendiente como un lago tranquilo que invita al baño, pero que esta infestado de pirañas sedientas de sangre. Empujó las puertas con determinación inspirando profundamente y al entrar en la sala solo una palabra le vino a la mente… ¡zoquete!, te has vuelto a equivocar de día…

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  • Indemnización

    Javier Muñoz Pereira · Madrid 

    '- Creía que estaba satisfecha. Hemos conseguido la mayor indemnización de la historia del sistema judicial español, ella no tendrá que trabajar más, podrá comprarse un … - Oiga, letrado. Está viva de milagro gracias al bloque de asientos que le c

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  • Abogados

    Stella MarisCorrea Robledo · Capital Federal - Argentina 

    Encadenado entre cinco paredes, me permiten dar ciento cincuenta pasos que me llevan a pensar: Dadme un zoquete y cubriré mi pie. Dadme una piraña y la disecaré. Dadme un bloque de piedra y me sentaré en él. Dadme el sistema solar y explicaré sus leyes. Dadme la soledad... y no sabré qué hacer. Pero dadle a él el zoquete, y cubrirá su mano animando un alegre títere. Dadle a él la piraña, y pintará mil peces sobre el mar de paño. Dadle a él el bloque de piedra, y esculpirá una etérea bailarina. Dadle a él el sistema solar, y encontrará el asteroide donde vive el Principito. Dadle a él la soledad, y sabrá acompañarla con románticos valses. ¿Quién soy yo? ¿Quién es él? ¿Quiénes somos nosotros que, ante una misma realidad, de manera diferente actuamos? Yo, soy el abogado que escribe. Él, es el abogado que sueño.

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  • SOBRE Mí

    Martina Bastos Andreu · Barcelona 

    Soy abogada matrimonial,experta en divorcios. Me gusta mi trabajo. Es terapia y compañía,y el mejor sistema contra la más feroz de las pirañas, la soledad,esa puñetera que carcome por dentro y duele más que la peor de las palizas. Mi especialización no es casual.Me reconfortan los fríos expedientes apilados en bloque sobre la mesa,la tensión de las firmas,los rostros abatidos.Cada separación ajena es bálsamo y alivio.Me consuela saber que la tristeza no me pertenece en exclusiva, que no sólo la mía es una vida vacía.Mal de muchos consuelo de tontos, me diréis.Quizás sí.Pero tengo el corazón así,necio él,y terco como ninguno.Maldito zoquete que no deja de doler.

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  • El abogado del diablo

    Javier Mtz. Aznal · Mendavia (Navarra) 

    Aquel tipo, listo como ninguno, tuvo en sus manos el destino de los seres humanos. Tuvo la oportunidad de ser el abogado del diablo, lo cual le llevaba a la siempre y eterna cuestión que a todo abogado, antes o más tarde, le aborda algún día, ayudar al culpable y respetar su oficio o tener la conciencia limpia. Optó por su oficio. Su corazón frío como un bloque de hielo le hizo saltarse las normas, mayor prestigio le daría si conseguía salvar al diablo del divino sistema penitenciario. Aquel abogado ávido de fama y voraz como una piraña defendió al diablo con trampas, mentiras y asesinatos. Ganó el juicio, ganó la fama, ganó la soledad de quien a nadie hablan, pero lo que no ganó fue a la muerte que lo envió directo al infierno donde el diablo, también conocedor y respetuoso de su oficio lo carbonizó por zoquete.

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  • Decisión de denunciar

    Carlos Molina Medina · Burgos 

    En la soledad de la noche, ella pensó que no tenía porque aguantar más sus golpes. El sistema jurídico no debía ser tan malo si otras mujeres salían de ello. La abogada que escuchó en un debate de la televisión tenía razón: él era una piraña que la destrozaría poco a poco, un zoquete que nunca aprendería a respetarla, la única solución era denunciar. Se vistió, cogió su bolso, salió del bloque de viviendas y se dirigió segura a la comisaría.

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  • Inocente

    Fátima Fernández Méndez · Avilés (Asturias) 

    Cuando estuve la primera vez en una prisión de máxima seguridad, yo era una estudiante de derecho especializada en el sistema de prisiones. Un año antes de eso, mi madre me había confesado que la soledad la había llevado a enamorarse de un zoquete, Raúl González, mejor conocido como “El Piraña” y, lo más importante, que él era mi padre. Recuerdo mi sonrisa y emoción al saber que no estaba muerto. Así fue como me vi inmersa en una tarea en la que estaba bastante empeñada; encontrar a mi padre y conocerle. La primera imagen que vi de él, fue en un periódico -capturado y esposado por la policía-. Poco tiempo después, averigüé que mi padre estaba preso en el Bloque número tres de una prisión de máxima seguridad. No tardé mucho tiempo en hacerle una visita. Sus primeras palabras al verme fueron: soy inocente ¡Ayúdame a salir de aquí!

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  • El nuevo abogado

    Javier Pedraza Herrero 

    Las puertas del bloque A se abrieron para dejarle entrar. Era un prometedor abogado recién licenciado y estaba algo nervioso antes de entrevistarse con su defendido. Pensaba en grandes alegatos, en la justicia, en el triunfo de los humildes contra los poderosos buitres y pirañas del mundo.
    Su cliente no aparentaba, sin embargo, ser un héroe detenido injustamente. Más bien aparentaba ser lo que en realidad era: un zoquete estúpido y engreído que había apuñalado a un hombre para robarle. Durante la charla con su cliente, le asesoró sobre la mejor opción que le ofrecía el sistema legal. Y pese a hacer su trabajo, una sensación desagradable le estrujaba el estómago.
    Su defendido obtuvo la sentencia más leve posible. Esa noche, el joven abogado se hundió en su cama, y en la soledad suplicó a Dios que nunca le dejase acostumbrarse a aquello, que no dejara de estrujarle el estómago.

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  • Implacable

    José Javier Puerto Rodríguez 

    Me miraba fijamente a los ojos, con esa mirada impenetrable de la que muchos abogados altaneros presumen por sistema. Me sentía minúsculo en esa silla incómoda donde me parecía leer inscrita en el respaldo la palabra "soledad". Como una piraña comenzó a atacar a mi cliente, a base de preguntas retóricas y agresivas... Mi cliente me miraba buscando respuesta a ese bloque de cemento que le estaba cayendo encima, mientras que yo a duras penas podía intercambiarle la mirada sin evitar el sonrojo que iba apareciendo por momentos en mi cara... Cuando llegó mi turno, tras tragar saliva en repetidas ocasiones, no pude más que decir: "No hay preguntas, Señoría". Mi cliente transformó su perplejidad en ira, sabiendo que acababa de perder el caso. Siempre pensaría que había contratado el abogado más zoquete de Sevilla. Nunca le dije que había sido mi primer juicio.

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  • El primer caso

    José Antonio Nieto de las Torres García · Aguadulce (Almería) 

    Quién me iba a decir que hoy estaría aquí, en un juzgado actuando como letrado, este es mi primer caso, ése que nunca olvidaré. Espero no actuar como un zoquete y hacer todo como un buen profesional, aplicaré todos mis conocimientos. La acusación es una gran piraña, pero evitaré sus ataques y la hundiré como se hunde un bloque de hormigón. Ya comienza el juicio, estoy tenso, pero procedo adecuadamente cuando tengo que intervenir; la acusación por sistema ataca mis argumentos, es dura, pero no se me resiste, estoy imbatible. La estrategia que llevaba preparando desde hace meses funciona. Acaba el juicio, ha quedado visto para sentencia; mis compañeros y mi cliente me dan la enhorabuena a la salida, ahora sólo queda esperar a la sentencia. Mientras ésta sale, preparé en soledad el siguiente caso, que espero se dé igual de bien.

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  • La corrida

    José Antonio Giménez Fernández · Valencia 

    A medio cepillar, era más listo que Luisico el Ciego, que distinguía en el tiento una alcachofa de una breva. Un piraña. Pequeño ingenio armado de afilados dientes. Destacaba del resto del bloque por sus aires de piojo resucitado. Se le notaban las maneras. Un brillo en los ojos que delata a los que saben cuándo la infantería no llega y la caballería se pasa. Paseíllo toga en mano. Intercambio de sonrisas falsas. Golpecitos en la espalda. Camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Primera advertencia. Para su señoría, somos dos zoquetes. Entramos al ruedo de Goyescos. Con una hora de retraso, empieza la faena. Y qué faena. Por embustero, te va a salir una verruga en un diente. Será cosa del sistema. Natural a la derecha, capotazo a la izquierda y chicuelina para gustarse. Dos años y un día. Y ahora flamenco, soledad en compás de 3x8.

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  • Jurisprudencia

    Ginés S.Cutillas Cuenca · Granada 

    El sistema, ante lo insólito de la presencia de semejante animal en nuestra geografía, dictaminó la inocencia de aquel albañil zoquete, que confesó haber dejado caer el bloque de cemento sobre el fiscal, cuando se asustó al ver el bicho nadar en la soledad de la cubeta del agua.
    Sin saberlo, había creado precedente, pues en ningún manual venía entrada alguna con tal término: "Piraña".

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  • La condena

    Fernando Sánchez Salinero · Ourense 

    Dejó caer la pluma sobre el bloque de piedra al que lo habían encadenado. Le habían dado esa falsa libertad que supone llevar atado a tu tobillo un enorme bloque de piedra negra. Podías caminar, pero arrastrándolo. Le marcaba y la gente huía a su paso. La sentencia la dictaron en voz baja. Esa palabra nunca se grita, generalmente sólo se padece. Ninguna frase surgía como alegato de descargo. Tenía demasiadas razones para convencer a cualquiera, pero nadie que las quisiera escuchar. Lo que más le molestaba era no ser víctima del sistema, ni que no le hubiese juzgado un zoquete al que culpar. No había juez, no había testigos, sólo condena. Esa cruel piraña que te devora por dentro cuando eres víctima de ser justo en un país que hace tiempo se rindió a la corrupción. Volvió a leer la condena escrita sobre la piedra: soledad.

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  • El último inquilino

    Edith Checa · Camas. Sevilla 

    Era el último e irreductible inquilino. Tenía que defenderle como abogado de oficio. Residía en un bloque de pisos en ruinas al que incluso le habían destruido las escaleras. Cómo subir al tercer piso. Cómo podía vivir alguien allí. Una voz de viejo marino aguerrido me gritó desde lo alto. Le dije que era su abogado. El chirriante ruido de un sistema de poleas precedió a una plataforma que bajaba por el hueco de las inexistentes escaleras. Me dijo que subiera. Obedecí. No tenía dónde agarrarme. Me puse en cuchillas aterrorizado.
    Tenía el piso lleno de acuarios con cientos de peces que le acompañaban en su soledad, entre ellos había pirañas.
    Al dueño del edificio le expuse las condiciones de mi defendido. El zoquete adinerado aceptó el trato. El viejo se fue a cambio de un acuarium en el centro de la ciudad. A los seis meses se estaba forrando.

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  • Justicia poética

    Diego Lodeiros Castillo · Gandía (Valencia) 

    "Hay que ser zoquete para ser juzgado por abusar sexualmente de una piraña". Pensé mientras el fiscal, que representaba al bloque de defensores de los animales que había querellado contra mí, ponía en tela de juicio mi sistema de valores ante la mirada atenta de mi amante, el Ilmo. Sr. Enrique, por todos respetado.
    Decir que la soledad en la que Quique me había sumido era el único motivo por el cual buscaba placer sexual en la zoofilia de alto riesgo resultaría un tanto extremista.
    Decir que violó mi intimidad al espiarme y colgar en Internet las fotografías que me hizo es bastante más objetivo.
    Decir que a quien se estaba juzgando (implícitamente) en aquella sala no era a mí sino a su conciencia sería reconfortante, pero si además la responsabilidad de tomar la decisión de acusarme o absolverme recaía sobre él, el asunto se tornaba deliciosamente kármico.

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  • Paradoja Matrimonialista

    Claudia Munaiz · Pozuelo de Alarcón Madrid 

    Mi madre era abogado matrimonialista. Cosa que nunca entendimos muy bien, porque en vez de unir, mi madre separaba, firmaba actas de divorcio, separaciones poco amistosas, custodias de hijos no compartidas y órdenes de alejamiento. Mamá decía que todos los hombres que acudían al bufete eran, por sistema, unas pirañas que se la pegaban a sus todavía esposas. Como don Braulio López, el del Bloque C, que amenazó (el muy caradura) con tirarse a las vías del tren si su mujer pedía el divorcio. Aunque mamá decía que era un zoquete, terminó casándose con él. Suponemos todos que para huir de la soledad en la que se había quedado desde que mi padre, una piraña con gafas de pasta, le pidiese el divorcio en su propio despacho.

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  • Presunto culpable

    Eugenio Vázquez Gutiérrez · El Molar (Madrid) 

    Al salir de los juzgados ví a Fernando sentado en un bloque de hormigón, llorando desconsoladamente en la más absoluta soledad. El sistema judicial acababa de darle la razón, fue declarado inocente. Pero el daño ya estaba hecho. Fernando, un joven médico residente al que llevaba defendiendo tres meses, ya había sido juzgado. Los familiares de un paciente le habían considerado responsable de su muerte. Era inocente, pero a nadie parecía importarle. La prensa se echó encima de él como pirañas. Apareció en todos los informativos como un monstruo. Le presentaban como un zoquete cuya incompetencia había costado la vida a una persona. La noticia de la declaración de su inocencia no pareció tener tanta importancia. Apenas apareció en algún informativo. Quien verdaderamente tiene la potestad de juzgar le había declarado inocente. Pero a Fernando, como a tanta gente, le juzgó la prensa, y eso le destrozó la vida.

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  • Orgullo

    Ramón Clivillé Quintana · Barberá del Vallés (Barcelona) 

    Fueron como pirañas a por ti. Pequeños mordiscos en el alma, para destruirte, aniquilarte?Y sin embargo, padre, permaneciste íntegro frente a todos. Henchido como un bloque firme, compacto , inalterable frente a los ruines y miserables. La ley estaba de tu parte. Contabas con el sistema y te amparaba la verdad. Al verte en medio de la sala, con la toga impecable y tu alegato final, supe que no podrían acallar tu voz y que la justicia finalmente prevalecería a pesar de las amenazas y las coacciones. Quisieron convencerte, pero no pudieron..Buscaron tu miedo y encontraron la firmeza y el coraje de un abogado noble. Aquella caterva de imbéciles, a cual más zoquete, pensaron tenerte en sus manos, sin saber que no hay cadenas para el huracán, ni bóveda para un gigante. Ahora, en la soledad de mi despacho, siento el orgullo de haber sido tu hijo.

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  • La ley y la trampa

    Carlos Galan Vioque · Sevilla 

    El caso no tenía defensa. Estaba perdido. Los hechos estaban claros y reconocidos por el cliente. La ilegalidad de su conducta era incuestionable. El bloque de normas aplicables no dejaban margen. No era el primer caso difícil, pero siempre en la soledad del despacho había encontrado un argumento, una excepción del sistema procesal, para defenderse. Ahora parecía imposible y el caso mordía mi mente como una piraña a su presa. No encontraba nada. Antes del juicio me reuní con él y comprobé que era una buena persona, pero inculta. Le pregunte por qué había cometido la infracción y respondió que desconocía que fuese ilegal. Le informé que una norma establecía que desconocer la Ley no excusaba de su cumplimiento. Tras un silencio, respondió que sinceramente tampoco conocía esa Ley. Quede atontado, como un zoquete. Tenía razón. Lo alegue en el juicio y con sorpresa el caso termino favorablemente.

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  • Tengo asunto

    José Jesús Perona Villegas 

    Son las once de la noche, en la soledad del despacho, precipitada e insistentemente suena el timbre, cojo el telefonillo, rápido reconozco la voz, entre sollozos y gritos, del Sr. Lee, éste regentaba una pequeña tienda de ultramarinos. Bajé precipitadamente al portal de mi bloque, me requiere como abogado, al parecer la policía ha detenido a su hijo en una reyerta. Le conocía, era un zoquete, no poseía la astucia comercial de su padre. Llegamos al juzgado de guardia y nos remiten al hospital. En el camino el Sr. Lee profería insultos al sistema policial por el trato con los extranjeros. En el hospital leí el informe médico: Joven de raza oriental, tatuada una piraña en el dorsal, ingresó con un corte profundo, con perforación del pulmón izquierdo, producido por un objeto punzante. Falleció a las 23:45h. El Forense. Mire al Sr. Lee. Ahora tengo asunto.

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  • Valores del abogado

    Elsa Betalia Suarez Suarez Pacheco · Venezuela 

    Un abogado, debe tener siempre presente que su profesión es valiosa y debe ejercerla con la mayor dignidad posible, tratando de resolver los casos que se le presenten de una manera justa y clara, pero sobre todo haciendo valer la justicia, aunque existan retardos procesales, y el abogado se encuentre en un país, donde el sistema de justicia este politizado. Por eso el abogado, bien sea en soledad, en compañía, ante la sociedad,debe considerar estos grandes valores dentro de su profesión, ya que muchas veces, algunas personas emiten malas opiniones identificando al abogado, como una piraña, aunque el abogado represente con su actitud el profesional más zoquete de todo el planeta. Por eso los abogados, deben formar un fuerte bloque, para dar entender ante la opinion publica, que su trabajo va de la mano con la verdad y la justicia.

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  • Soledad en el Mediterráneo

    Dolores Esparza · Majadahonda Madrid 

    Apenas aterricé frente al Mediterráneo, sentí la soledad con la que iba a ser acompañada durante mis vacaciones. Por fin, había cerrado mi relación con el zoquete de mi compañero que, a modo de piraña, pretendió arrebatarme lo poco que había ido ahorrando durante los últimos años. Es cierto que yo formo parte del sistema, ese que nos invita a ser convencionales, a tener pareja fija con la qué salir y acudir a las fiestas y eventos de sociedad, de ahí mi empeño en mantener la relación con Carlos; pero claro, ya era harto complicado poder resolver todo el bloque de problemas que me ha ido creando durante nuestra relación, y por ello adiós. La soledad a veces es la mejor compañera frente al Mediterráneo.

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  • Venenosa sentencia

    Alfonso Castillo-Olivares Reixa · Bargas (Toledo) 

    En realidad fui un auténtico zoquete cuando pensé que esta vez el sistema iba a funcionar correctamente, y sería capaz de poner entre rejas al acusado de tan atroz asesinato. Pero no pudo ser así. Ahora da ya igual la causa: pruebas insuficientes, fiscalía inoperante, pericia de la defensa. Quizás fueran todas ellas en bloque y con diversas dosis combinadas a la vez. Lo esencial es que ha sido declarado inocente y dentro de horas saldrá por esa puerta sin castigo. Tendré que actuar como otras veces hice. En la soledad de mi despacho, prepararé el veneno incoloro con el agua que ha pedido el reo al amable alguacil de su lado. Beberá la mezcla firmando así su sentencia escrita en cristalina superficie. Y al cabo de unas horas, aún sonriente por su aparente fortuna, el Piraña comprenderá que el brazo de la justicia puede adoptar diferentes formas y posturas.

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  • Piraña caníbal

    Jaione Muguruza Lanas · Vitoria (¡µlava) 

    En la soledad de mi despacho, preparando la defensa, rememoré el encuentro con mi última cliente. La Piraña me observaba con sus gélidos ojos, a través del cristal del locutorio. Toda ella era un bloque de hielo; imperturbable, distante, inhumana. Mientras sacaba del maletín una carpeta con las diligencias judiciales, papel y bolígrafo, me percaté del temblor de mis manos. Sí, estaba nervioso. En mi andadura profesional había asistido a estafadores, maltratadores e incluso pederastas, pero nunca a una sanguinaria asesina en serie. Leyendo el expediente resultaba merecido el alías con que la prensa le había rebautizado. Degustadora de casquería humana había sacrificado para complacer su paladar y perversión a cuatro personas. Con un metódico sistema de desollamiento y la marca de sus incisivos firmaba los crímenes de sus víctimas. Tal vez, el caso me viniese grande, tal vez, había llegado el momento de demostrar que no era un letrado zoquete e inexperto.

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  • Sacrificio vital

    Gonzalo Toledo Chova 

    Rondan las once de la noche en mi despacho. Frente a mí, bloques de edificios se elevan hasta las estrellas en la ciudad de Nueva York. Hace ya tres años que conseguí el trabajo soñado, para algunos, pero no para mí. "Es una magnífica oportunidad" decían, "Wolfgang-Petersen es un gran bufete", pero desde la soledad bulliciosa de este lugar, observando el retrato de mi mujer y mis pequeños zoquetes, como los llamo cariñosamente, no me queda más que plantearme si merece la pena todo este sacrificio, si mi sistema de preferencias es el correcto. cada noche delibero lo mismo antes de salir del despacho, mientras, mirándome con su ojo de cristal, la piraña disecada que reina en la pared parece decirme, "yo devoraba a otros para alimentarme, pero tú te estas devorando a ti mismo para alimentar a otros".

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  • Vista para sentencia

    Ernesto Fernández-Bofill González 

    Aquel día al llegar a los juzgados su mirada quedó atrapada por el solitario bloque de hormigón situado en el otro extremo de la plaza. Diseñado, como ella, para ocupar el centro de todas las miradas, finalmente la majestuosidad del entorno y los sinsentidos del sistema lo habían desplazado a ese lateral en el que, al igual que ella, sufría la peor de las soledades, consciente de la indiferencia de todas las miradas. Esa soledad en la que día a día la había encerrado Luis, aquel zoquete del que pronto aprendió a huir en la cafetería de la Facultad, y con el que, superado el estudio del corpus, fundó varios despachos, un hogar y una vida en común; sociedades todas ellas de las cuales, cual piraña que aniquila todo resto de vida a su alrededor, pretendía desalojarla definitivamente esa mañana. En unas horas su vida quedaría vista para sentencia.

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  • SIN EXIMENTES

    Elisa Berna Martínez · Zaragoza 

    Cuando me pellizqué la oreja, comprendí que nada de aquello había sido un sueño. El zoquete del abogado, alegó en su defensa enajenación mental transitoria, y no reuní valor para escupirle mi verdad. Cuando me pellizqué la oreja, todavía estaba caliente su lado de la cama, y un nido de pirañas se agitaba en la herida que provoca el desamor. Por desgracia, el sistema es proclive a olvidar la soledad de la víctima. La ternura no suele ser prueba exculpatoria, y el afecto resbala del argumento final. Todo el peso de la Ley habrá podido caer en bloque sobre mí. Pero juro que cuando me pellizqué la oreja, supe que nada de aquello había sido un sueño. Su ropa, esparcida por el suelo, me observaba en silencio delatando mi coartada, y un reguero de sangre conducía, desde la puerta del piso hasta mi malherido corazón.

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  • Una noticia más

    David Hernández Martínez · Sevilla 

    El detenido estaba esperando en el pasillo, era un pastor acostumbrado a la soledad. Sin embargo, ahora, tenía que enfrentarse al sistema judicial que lo acusaba de arrancar unas margaritas protegidas. Nunca había sentido tanto miedo como hoy. Sentía que su mundo se desmoronaba, sus ilusiones se derrumbaban en bloque. Lejos veía a periodistas que como pirañas se agolpaban para sacarle una foto. Para ellos no era más que un zoquete de pueblo. Una noticia más. El quizá no pudiese comprender las palabras de su abogado, y pese a los esfuerzos para explicarle la complejidad de su situación ante la ley, necesitaría años en entender como se le podía dirigir una acusación por delito medioambiental. Para el los montes y los ríos eran su casa, los animales y las plantas eran su vida.

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  • FUERA DE PLAZO

    Alejandra Planet Sepúlveda · Las Condes, Santiago de Chile 

    El abogado no me reconoció, a lo mejor no me recordaba. Habían pasado semanas y meses desde que llegué a su oficina en busca de asesoramiento frente al atropello que había sufrido. Sólo el pago mensual a su secretaria nos mantenía en contacto. Cuando por fin descubrió quien era yo, me dijo que habíamos perdido el juicio a causa del sistema.
    Aquel día, supe que me mentía porque jamás asistí a una audiencia y sentí que me devoraba una piraña frente a los incautos que esperaban su atención, pero no pude levantarme del asiento por unos minutos, porque pensaba en lo que había gastado en aquel zoquete que había dejado pasar todos los plazos judiciales sin ninguna explicación, colocando un bloque entre la justicia y yo, humillándome y haciéndome sentir en la más absoluta soledad en medio del mundo.

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  • ABSOLUCIÓN

    María Teresa Martín González · Granada 

    Su Ilustrísima miró de reojo, pero no con ese rictus que solía adoptar cuando los abogados le exponían sus argumentos, sino que aquel día, la mueca formada en su rostro decantaba una ligera sonrisa. No es que no supiese interpretar cada uno de los toqueteos insistentes del lápiz sobre la mesa, pero el zoquete de su cliente merecía ser defendido tal y como establecía el sistema aunque fuese en aquella situación absurda. Comenzó su informe tras el bloque formado por varios códigos con las últimas reformas en fotocopias haciendo las veces de marcapáginas. Y en esa soledad en la que se encuentran los que tienen que defender lo indefendible, continúo exponiendo con temple y gesto seguro, como el hotel nunca había informado que los “animales de compañía” no podían hacer uso de la piscina, mientras que observaba resignada la foto del socorrista con una piraña enganchada en sus partes nobles.

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  • 77 puñaladas

    Carlos Mª Andújar Vaca · Madrid 

    Para una sociedad, un juez prevaricador es peor que un asesino en serie. Esto debió pensar este abogado el día en que tuvo su funesta fantasía jurídica: ser una persona típica, lo peor en Derecho Penal. Contemplando desde el bloque de apartamentos a su última víctima del sistema judicial, el abogado sintió una necesidad irrefrenable de ensañarse con aquel magistrado zoquete y corrupto. Antes de asestarle la puñalada definitiva, en la soledad infame del delincuente, escudriño como una piraña el significado de "aumento deliberado e inhumando del dolor del ofendido". Recopiló la más alta jurisprudencia, atendió a la doctrina más escuchada, leyó a Borges, como un excelso jurista, como un asesino depravado por la norma, y finalmente, con el Código Penal en la mano y unas cuantas sentencias confirmatorias, aplicó el precepto legal y le dio 77 puñaladas, aunque a efectos legales tan sólo contaron las tres primeras.

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  • Apariencia

    María R. García de Arriba · León 

    Mira que hay hoy en día sumarios interesantes y trascendentales en el sistema judicial español. Pues precisamente yo, como abogado de oficio, he sido agraciado con el caso del “Piraña”, un zoquete de cuarenta años que, aprovechando la soledad de las noches de verano, tiene la manía de entrar sin permiso en las viviendas de las zonas más lujosas de la ciudad. Y, ¿para qué? Para atiborrarse de buen vino y mejor yantar tumbado en sillones de piel, deleitándose con los omnipresentes programas de corazón en colosales televisores de plasma. Y todo ello para sentirse por unos momentos como un ricachón. Como un ricachón cotilla. ¿Se puede tener un caso más cutre? Pero en fin. Aquí estoy yo, caminando por la sala inalterable como un bloque de hormigón, con la confianza y el aplomo del que va a defender y ganar el juicio más importante de su carrera profesional.

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  • BAD BOYS

    Violeta Arnaiz Medina · Madrid 

    “…Its alright, its alright, cause system never fails, the good boys are in power and the bad guys are in jail…” –tararea Shakira en mi i-pod mientras camino a grandes zancadas, dejando atrás bloques y bloques de casas, en dirección a los Nuevos Juzgados. ¡¡Zas!! ¡Tropezón! ¡Qué zoquete! Me recompongo como puedo, tratando de recuperar mis papeles, objetos cuasi venerados en éste nuestro trabajo, que ahora, en soledad, cual gato panza-arriba sobre las baldosas, se me antojan frágiles, inútiles, efímeros… Interrumpe mis pensamientos un jovenzuelo con cara de pillo. – Señor, esto debe ser suyo- me dice, alargándome mi vieja pluma negra. - ¿Sabes? Es mi pluma de la suerte. Muchas gracias…¿? - Piraña - Muchas gracias, Piraña. Una hora más tarde la misma pluma negra firma en letras igual de negras el acta de la vista. Juicio de faltas. Culpable. Lo siento, Piraña… A veces los i-pod también se equivocan.

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  • Caso rápido

    Jesús García Ladrón de Guevara · Albacete 

    Doce y treinta de la noche, la soledad reinaba en el anden de la estación de Zamora. Un joven abogado, alto, delgado y dispuesto a todo se dispone a coger el Estrella que le llevara a Madrid. Alegría, nerviosismo, impaciencia, bloque de sentimientos contrapuestos que pasan por la mente del letrado, “mi primer caso en la capital ”piensa Castillo. Ocho horas separan al letrado del “El Piraña”, un pobre hombre, un zoquete que adquirió en su vida el sistemas de estafar a la gente y mañana le toca rendir cuentas por ello. Esa noche fue atroz para Castillo. No durmió. Su sueño lo invirtió en preparar la defensa. Pronto amaneció. Ya en Madrid, en los juzgados, cogió la toga y se sentó en la sala. Un Guardia Civil entra: “el Piraña ha muerto en la cárcel”. Castillo había ganado el caso, su cliente no ha sido condenado.

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  • Con la venia

    Cristina Lorenzo Pérez · Valladolid 

    “Con la venia, Señoría…”. Se repite machaconamente en mi cabeza, junto con la imagen del pulcro abogado del sistema americano, destinado a hacer su alegato final ante los miembros del jurado al final de la película. Una piraña entre tiburones.

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  • Descanso obligado

    Ana Rubio Ramírez 

    La soledad habita en mi reino sin demandas ni desacatos. Llevo cien horas sin trabajar y me siento como una piraña en un bidé. Este sistema laboral que me obliga a descansar quince días me está matando. Por las mañanas resuelvo sudokus y me dedico a espiar a los vecinos de mi bloque. Después de comer, me distraen los programas del corazón y documentales de asesinos en serie. De madrugada, leo sentencias descargadas de Internet y veo series de abogados, que confirman mi creencia de que el concepto de esta profesión por parte del público es del todo erróneo. Yo no soy un zoquete con toga que interpreta su papel delante de una bandera y un jurado, ni tengo unas compañeras de trabajo tan visualmente encantadoras. Lo único que quiero es volver a mi oficina, con mi café, mi chaqueta y mis agobios…olvidarme de una vez de este estrés vacacional.

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  • EL CUENTO DE LA PIRAÑA

    Manuel Pablo Pindado 

    – Así que, resumiendo, Doña Soledad, la portera del bloque, tiró ese pez por su inodoro con instrucciones concretas de que subiera hasta su baño, en el quinto piso, para morderle en el trasero –. – No era un pez cualquiera, señor, era una piraña amaestrada, muy lista, con una boca enorme –. – Bien, una piraña. Y usted, el acusado, al levantar la tapa del inodoro y encontrar la piraña, pensó que podría matarla con alcohol, así que vació allí todos los frascos de colonia que encontró, que pertenecían a su madre –. – Sí –. – ¿Y este lamentable suceso no ha tenido nada que ver con ningún juego? –. – No, señor – contestó, con lágrimas en los ojos –. El abogado suspiró, divertido. – Mira hijo, no seas zoquete. Te aconsejo que te declares culpable cuando venga tu madre. Es el único sistema que a mí me funciona –.

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  • El peso de la fama

    Miguel Vieito Villar · A Coruña 

    Y hablaba de mí...del caso, de mi cliente, ese zoquete estaba destripándome vivo. ¿Cómo se le ocurre decirle a todo el mundo que represento a la ex de Julián Muñoz? Era una confidencia de amigos...Ahora todo el bloque me echará miraditas, me señalarán con el dedo... ¡qué pereza! Preferiría bañarme con pirañas antes que aguantar a la prensa tocando a mi puerta, llamando a mi madre, interrogando a mi novia...¿me acosarán o me dejarán en paz? Al fin y al cabo yo no soy el famoso, es ella. ¿Me gustará eso de estar en la prensa? ¿me convertiré en tertuliano? ¿cambiaré mi discreción y profesionalidad por unos minutos de fama? ¿seré parte de su sistema? Espero que no... Aún no ha pasado nada, nadie lo sabe pero, sin saber porque, ya añoro mi bendita soledad.

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  • El precio de la soledad

    María-Isabel Romero Soler · Elche (Alicante) 

    El bloque de pisos era antiguo y se encontraba en el casco antiguo de la ciudad. Junto a la puerta del postigo tres letreros antiguos anunciaban los servicios de tres antiguos especialistas en sus respectivas disciplinas: dentista en primera planta, psicólogo en segunda y abogado en tercera. Rechazaba lo antiguo por sistema, pero necesitaba un buen jurista y le habían asegurado que éste era el mejor. “Es viejo pero no es ningún zoquete”. Una secretaria con ojos de águila y dientes de piraña abrió la puerta y la invitó a pasar. Tomó asiento en un sillón de piel antiguo y esperó al abogado. A los pocos minutos apareció un caballero antiguo, le tendió la mano y le pregunto en qué podía servirla. “¿Cuál es el precio de la soledad?”, preguntó la mujer. El avispado jurista sonrió. “La soledad elegida no tiene precio”, dijo. “Pues entonces hablemos de divorcio”, concluyó ella.

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