I Concurso de Microrrelatos sobre Abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

Servicio de Reclamaciones

Amor Lago Menéndez · Valladolid 

En el servicio de reclamaciones me dijeron que si el abogado salió defectuoso que contactara con el proveedor y este me ha remitido al fabricante para que lo descambie por otro nuevo. Y aquí estoy, en una inmensa nave donde los tienen apilados y clasificados por nacionalidad, tamaño, color de ojos ... Elijo uno, no muy alto, con gafas de intelectual, tupida barba negra, que aparenta honorabilidad y buen manejo de las leyes. Le doy al “On” y parece que este sí se expresa de manera didáctica y convincente: “Con la venia Señoría ...”. Me lo quedo. Y también sus complementos: toga, códigos, maletín ... y, por supuesto, maquinilla de afeitar. A la salida el encargado me reprende porque lo agarro como un botijo: - ¡Oiga que es extremadamente frágil!. En la fábrica la actividad es febril y una enorme chimenea escupe una densa humareda. Mañana es 10 de Diciembre.

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Relatos seleccionados

  • El viejo abogado

    Alberto Alvarez Cañas · Madrid 

    Su mejor antídoto contra la cruel vejez era trasportarse a los tiempos en los que ejercía como abogado de éxito. Cada noche, embutido en aquella toga roída con la que había salvado el pellejo a cientos de maleantes adinerados, componía un juicio imaginario frente a la tenue luz de la chimenea. Disertaba metódicamente mientras refrescaba su podrido gaznate con el agua de un botijo que jamás le hubiesen permitido utilizar en la sala de vistas. Pero en aquella estancia atemporal sin adscripción a nacionalidad conocida donde imperaban la nostalgia y la irrelevancia, él establecía las reglas. Y lejos de las cuantiosas sumas antaño recibidas, su esforzada labor era recompensada con unas pocas monedas de autoestima. Hacía tiempo que la didáctica había sustituido a la avaricia en su vida, pero nadie quería recibir las enseñanzas de aquel viejo abogado. Y sumido en la amargura se preguntaba: “¿Estaré aquí mañana?”.

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  • Sin cita previa

    Ana Cristina Lacasa Miguel · Lleida 

    Hoy será un día extraño- pensó Rodrigo cuando entró en su despacho una visita sin cita previa vestida de Santa Claus. Era un hombre redondo, su cuerpo en forma de botijo y su pintoresca indumentaria consiguieron arrancar una sonrisa al rostro del abogado. Se disculpó por venir en uniforme de trabajo -es como si usted se presentase en la consulta del médico con toga- bromeó Santa. Venía pidiendo un documento que le otorgara una “nacionalidad internacional” según definió él mismo. -Necesito poder entrar en cualquier país..., esto cada vez se pone más difícil, no sólo tengo que deslizarme por la estrecha chimenea, sino que encima ahora se han puesto muy duros con el tema de la nacionalidad, y yo que no tengo ninguna, las necesito todas.- Rodrigo decidió ayudarle pese a lo absurdo del caso, al fin y al cabo, ambos defendían la misma didáctica filosofía: “Que los buenos salgan ganando”

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  • Sin chimenea no hay humo

    Bernardino Martínez Crespo · Santiago de Compostela 

    París, Bruselas, Berlín, ¿Madrid?... Sí, definitivamente estoy en España, en un juzgado español porque en vez de vasos de agua en las mesas, hay un botijo en mitad de la Sala. Llama mi atención la Secretaria: “Luís, 30 años, nacionalidad española… ¿sabe de qué se le acusa?”. Si claro, de daños en propiedad ajena, concretamente de hacer una hoguera en el comedor del piso alquilado. Pero yo no estaba preocupado porque mi abogado era Borjamari, amigo de la infancia, eso sí, era tan pijo, tan pijo que se hizo abogado por lo bien que le quedaba la toga; y gracias a su didáctica y efectiva defensa la cosa quedó en nada: “mi defendido no prendió fuego sino que tuvo que quemar unos papeles para poder decorar el comedor de “negro chimenea””. El juez quedó sorprendido y convencido; desde entonces soy su decorador.

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  • Pocas esperanzas

    Ignacio Vidal Gran · Granada 

    Caso de prostitución. A mi cliente, una señorita de nacionalidad dudosamente comunitaria no se le ocurrió otra cosa que embutirse en un modelito propio de lupanar, mientras ignoraba las miradas de los presentes, que escudriñaban disimuladamente en la profundidad de su generoso escote. Desde luego no eran las mejores circunstancias para presentar el caso. Por unos momentos, ya entrando en la sala el contornear de sus asentaderas al andar hizo crepitar la chimenea hace tanto tiempo apagada debajo de mi toga. La cara del juez tampoco parecía ayudar mucho, hinchado como un botijo después de esas copiosas cenas y con una evidente falta de sueño. “ Señoria, mi cliente se dedica a una actividad didáctica …” No pude terminar. El juez desestimo la demanda directamente y nos pidió acercarnos al estrado. Solo recuerdo tres palabras con un suave acento eslavo de mi cliente al juez, “Ayer fue maravilloso…”

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  • Preparando la declaración

    Mabel García · Jerez de la Frontera (Cádiz) 

    El niño miraba anonadado lo que un señor le decía a otro, que por su manera de contestar, no pudo reconocer de qué nacionalidad era. - Ya sabe lo que tiene que decir ¿verdad? - Zi, Zi. - Acuérdese, diremos que usted no quería romperle el botijo en la cabeza, ni empujarle a la chimenea, pero que él se puso muy violento ¿vale? - Zi, zi. - Entonces, si le digo que me lo explique de manera didáctica, para que todos los miembros del jurado lo entiendan, ¿cómo lo haría? Y sin casi tiempo de que terminara la frase, aquel señor que vestía con toga, y daba las instrucciones, se encontró estrellado contra la pared y duramente golpeado con una silla en la cabeza. - Azí lo hice zeñor, ¿eztá claro, o ze lo repito?

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  • Sorpresa

    Mireia Bonaventura Caparrós · Barcelona 

    Se hacía larga la espera. Encendí un cigarrillo y exhalé lentamente el humo del tabaco. Mi manera de fumar reforzaba mi imagen de femme fatal, actitud nada didáctica, lo sé. Además de asemejarme desgraciadamente a una vulgar chimenea. Entré en la sala y recé para que todo saliera bien. Bastante castigo era ser joven, mujer, con curvas, fumadora y de nacionalidad colombiana. Pude observar como al abogado contrario, una especie de botijo con patas, le hacían los ojos chiribitas mientras fijaba insistentemente el negro de sus ojos en mi escote dorado… la toga entreabierta dejaba presentir la turgencia de mis senos y una tonalidad miel que delataba mi origen. La jueza miraba la escena entre divertida y horrorizada… a saber que pensaba su Señoría de semejante sujeto. Él intentaba recuperar la compostura y el habla, atrapado irremediablemente en mi voluptuoso cuerpo. Hombres, pensé, que más dará a lo que se dediquen.

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  • Metáforas

    Eduardo Arturo Carmona Martínez · Chiclana de la Frontera (Cádiz) 

    Siempre me han gustado las metáforas. Son una manera didáctica de visualizar determinados conceptos enrevesados. Y no hay duda que si le preguntas a un compañero de profesión de nacionalidad argentina, siempre tendrá una a mano para la ocasión. Una noche, medio borrachos en un pub irlandés, Óscar (abogado argentino) y yo, desbarramos sobre la profesión de abogado y su entorno. En medio del penúltimo sorbo del penúltimo Gin Tonic, , le pregunté: - Óscar, para ti ¿qué es un abogado? Sus ojillos inundados de ginebra, se elevaron al techo, al tiempo que una pequeña sonrisa, apareció en su congestionada cara. - Un abogado, querido Eduardo, es como un botijo al que lo forraran con una toga negra. No transpira, no evapora y, poco a poco –inexorablemente- el agua de su interior se calienta y se pudre. Miré a la chimenea. Los rescoldos se habían helado. Mi alma sintió frío.

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  • Primeros turistas rurales

    Manuel Pablo Pindado Puerta · Leganés (Madrid) 

    Debo reconocer que tenías razón, Adelita. Ha sido una experiencia muy didáctica. Todos los del bufete del señor en tu pueblo. Fíjate, hemos dado de comer a los animales, limpiado establos, cortado leña para la chimenea. Nada de estrés, ni juzgados ni maleantes. Y tus padres son encantadores, siempre sonriendo, aunque debo decirte, Adelita, no te molestes, que un poco vulgares ¡Si todavía beben de un botijo, los pobres! También hemos ordeñado vacas ¿Sabías que las vacas tienen nacionalidad? Seguro que no. Pues las hay holandesas, bretonas,...Y muy barato, tus padres sólo han querido cobrarnos mil pesetas por persona, casi un robo, perdona que te diga, pero es lo que nos pidieron, no es culpa nuestra si no entienden de dinero. Pero niña ¿De qué te ríes? Anda, sigue planchando y ten cuidado con la toga del señor, y luego friegas la cocina. Mira que sois bobos los de pueblo.

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  • Un caso didáctico

    Paloma Mo · Leganés (Madrid) 

    ¿Quién lo iba a decir? Yo, un objeto de deseo, con este cuerpo de botijo. Aquí tumbada en el sofá, vestida sólo con mi toga y él ahí de pie, desnudo, brillante por el sudor a la luz de la chimenea. Le he dicho que soy buena, que nunca he perdido un caso. Sé que sus documentos son falsos, y tampoco es de nacionalidad francesa, como dice ser. También sé que esto es una estrategia, me quiere motivada para que le defienda bien, enamorada. Ingenuo. Me lo asignó Luis, “Un caso muy didáctico” dijo. ¿Didáctico? Si él supiera. El cabrón de Luis, no cree que su joven novia recién licenciada, casualmente la hija del dueño del bufete, pueda cambiar su aburrido cuerpo por otro. Hombres, todos tienen algún interés, es cuestión de saber aprovecharlos. “Viens ici, mon coeur”, que Luis está a punto de llegar y quiero darle una sorpresa.

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  • Juego de niños

    Nisa Arce González · Firgas (Las Palmas) 

    '-Vamos a ver -dijo el encargado de vigilar que nadie saliera ni entrara del edificio-, explícamelo todo otra vez. El niño miró al suelo con timidez. Llevaba en las manos la toga manchada de barro. -Quería jugar con mis amigos a los héroes y... como D

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  • Falso final

    M. Carmen De la Calle ¡µlamo 

    Antonio Moreno se dio cuenta aquel día de que por primera vez en su vida, se encontraba sin ninguna obligación ¡se había jubilado!. Todo el tiempo para él. Se sienta en el sillón junto a la chimenea, sus ojos se posan sobre el botijo con forma de gallo; a su mente acuden todas las edades de su vida. Su época didáctica, su ingreso en la universidad, con vocación y brillantez terminó la carrera de derecho. Ya se veía con la toga ejerciendo su profesión. No fue así, murió su padre, tuvo que trabajar inmediatamente de administrativo. Años más tarde logro su anhelo al incorporarse a una gran empresa de nacionalidad española donde fue muy valorado. Coge su álbum, , las fotos de su boda, su amada esposa ¡ya no está!. Va pasando las hojas, sus hijos, sus nietos, y ahora solo ¿Para qué quiere este tiempo? De sus frías manos, cae el álbum.

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  • Don Hilario

    José Félix Sobrino García · Madrid 

    Don Hilario fue un abogado rural sin toga ni carrera. Con un Código Civil y un botijo convenientemente estibados en las albardas de su borrico, recorría todo el partido judicial de pleito en pleito. Don Hilario anotaba con minuciosa letra de pendolista en cada margen de los libros una didáctica glosa sobre el asunto en cuestión. A veces se permitía pequeñas licencias de librepensador. Así, junto al epígrafe sobre la nacionalidad, escribió: “Venenosa palabrita, origen de tantos odios”. Don Hilario pasaba consulta junto a la chimenea, con una manta sobre la piernas y “pocos, pero doctos libros juntos”, y los lugareños iban verle con la sobrecogida unción de quienes acuden a un oráculo. Don Hilario era mi bisabuelo y a veces,cuando me quedo solo en el despacho,me habla desde su daguerrotipo. Creo que -viendo lo que ve- está muy contento de haberse muerto.

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  • La última decisión

    Agustín Mansilla Zambrano · Badajoz 

    Javier “el botijo”, así bautizado por aquel raterillo de extraña nacionalidad que al verlo con toga y brazos en jarra, su casi más ancha que alta figura fue suficiente inspiración, vio pasar toda su vida por delante de sus ojos. Aquella retrospectiva visión le horrorizó hasta tal punto que hizo enmienda de, en adelante, coger las riendas de su vida sin dejar que lo que uno cree que los demás esperan de ti le marcara el sendero a seguir. Sentía una profunda nostalgia por todo aquello que nunca había vivido, como pasar en compañía de su familia una fría tarde de invierno contemplando el cálido murmullo de la leña ardiendo en la chimenea. Pero la didáctica de la vida, en esta ocasión, habría de enseñar a otros que estén dispuestos a escucharla, aquella mañana, en una sobria sala de vistas dictaron su última sentencia: “el infarto ha sido fulminante”.

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  • Señoría II

    Eduardo Morena Valdenebro · Madrid 

    Cerró la carpetilla, guardó el pequeño cojín y salió de la sala como había llegado, suscitando murmullos de aprensión. Así era él, inmutable, impredecible, con el alma embozada en la negritud de su toga. Sobre el escritorio de su despacho encontró un paquete con matasellos de nacionalidad desconocida. Mientras avivaba el fuego de la chimenea volvió a mirarlo intrigado. Se acercó y rasgó el envoltorio dejando al descubierto aquel botijo de un blanco impoluto, como recién moldeado. Al sopesarlo, notó que algo macizo chapoteaba dentro e instintivamente lo soltó con gesto de repulsión. En sus conclusiones su señoría expuso: “el agua, filtrándose por los poros de la arcilla y evaporándose en contacto con el ambiente exterior, produjo un enfriamiento...” La explicación no resultaba muy didáctica, pero… revelaba cómo la cabeza de aquella mujer, ejecutada meses atrás por decisión suya, se había conservado en tan buen estado. Aún parecía una diosa.

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  • De corbata

    ¡µngel González Puga · Miguelturra (Ciudad Real) 

    El cuadro colgaba amenazante sobre la chimenea. Delante de esta, un sillón cardenalicio forrado de cuero verde con una toga deslucida durmiendo entre sus brazos. Una mesa maciza de roble repleta de papeles y libros desordenados ante mí, sentado en una silla viuda frente a aquel rancio escritorio. Esperé. ¿Quién sería aquel hombre en cueros, con una surrealista corbata desanudada por todo atuendo y un botijo de agua a sus pies, que aparecía en aquella pintura de fondo tenebroso? -Muy didáctica, ¿verdad?- saludó el viejo y prestigioso abogado al entrar, señalando la obra que yo miraba curioso. -Si usted lo dice… -¿Cuál es su nacionalidad?- me preguntó extrañado al observar que tenía ante sí a un hombre negro. -Cubano, señor. -Pues, señor cubano, este cuadro retrata fielmente-incluido el color de su piel- cómo saldrá usted de este despacho cuando gane su pleito, que lo ganaré: ¿seguimos adelante?

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  • Juzgado por olvidar

    Antonio Gil Fons · Valencia 

    '- ¿Nombre?- preguntó la mujer vestida con toga. - ¿Realmente esto es necesario? - Sí. ¿Nombre? - Marcos Gonzalez. - ¿Nacionalidad? - Española. - ¿Qué es lo que hizo usted el 24 de Noviembre? - Trabajar en la oficina. - ¿Hasta que hora? - Hasta l

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  • Falsas apariencias

    Juan José Duart Albiol · Amposta (Gerona) 

    “Mañana en la vista me sustituirá Jorge Luis. Es un compañero de nacionalidad argentina, experto en estos temas”, me había dicho mi abogado. “Lo reconocerás inmediatamente”, añadió. Cierto: rechoncho como un botijo, calvo como un champiñón, patizambo, desaliñado, con la toga por los talones, llegó resoplando y dijo: “Vos tranquila, ganamos fijo”. No pude hacer más que una mueca y me arrastró a la sala. Dentro, parecía distraído. Cuando llegó su turno, sonrió y me guiñó un ojo: “¡Tierra trágame!”, pensé, pero expuso su alegato con tal convicción y vehemencia, con tal persuasión y sensibilidad, que el tribunal quedó cautivado. Al preguntarle cómo había ido, respondió: “Macanudo. Una clase didáctica de justicia y amor maternal”. No sé qué dijo en esa sala, pero dos semanas más tarde mi hija volvía a estar conmigo. Todavía hoy, años después, sonrío al recordarlo viéndole calentarse los pies en la chimenea, junto a Sara.

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  • El dilema

    Javier López Ureña · Sevilla 

    El polvoriento reloj junto a la chimenea dio las once campanadas recordando vagamente un sonido hueco, como el de un botijo. Era la hora... Eric metió la pistola bajo la toga y se dirigió a la sala de vistas. Se sentía mal por haberse aprovechado de su larga amistad con el guardia, de nacionalidad irlandesa, pero tragó saliva, apretó los dientes y ocupó su puesto junto a su cliente, a la derecha del Tribunal. El Fiscal comenzó su despiadado alegato y Eric pudo ver que su cliente hundía desesperado la cabeza entre sus manos. Llegó su turno y comenzó su disertación poniendo a prueba su capacidad didáctica. Expuso a la vista del jurado el estado de su cliente, y, cuando éste le dio la señal convenida, su última señal, le apuntó con la pistola, pensó durante dos segundos y dijo: “Señoras, señores, ¡aquí es donde estuvo siempre el arma homicida!”.

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  • Didáctica occidental

    Javier Alonso Arrizabalaga · Sevilla 

    Hace años que colgué la toga. Mi moral, ya minada ante lo que llamamos “sistema”, terminó de derrumbarse cuando no pude evitar la repatriación de aquel subsahariano. No exagero si digo que puse mi alma en su defensa, pero fue inútil; simplemente era de una nacionalidad distinta a la nuestra. Sintiéndome a la vez culpable e impotente, cambié el calor de mi chimenea por un pasaje en su mismo vuelo, y le acompañé en el destierro. Ahora, empleo mi didáctica occidental en calmarles y hacerles comprender que en la patera, nosotros ocho debemos respetar el turno y los tiempos para beber de los dos botijos que nos acompañan.

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  • En defensa propia

    Jaione Muguruza Lanas · Vitoria 

    '- Y dice Ud. que en el botijo, disuelto en agua, había tres gramos de cocaína?.-preguntó el hombre enfundado en una toga y de gran parecido al simpático abuelo de nacionalidad finlandesa, barbas canas y traje rojo que nos vista por navidad. - Eso es S

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  • Fin de Semana

    Ismael Martínez Pérez · A Coruña 

    Llegué a casa cansado y aburrido. Deseando alcanzar el fin de semana para colgar la toga, sentarme delante de mi chimenea y agarrarme a la botella de whisky de nacionalidad escocesa, cual botijo, para vaciar el estrés. Allí estaba mi padre. Me senté, y por aquello de guardar las apariencias dejé lo del whisky para más tarde. -Qué afortunado eres, como te envidio –le dije- Permaneció en silencio, no dijo nada. Lo había convertido en costumbre, escuchar primero, para dar un sabio consejo después. -La abogacía es un infierno, montañas de papeles, jornadas interminables…, siempre con sus entramados, su doctrina y su didáctica. Es agotador. Pobre hombre, sentí su frustración. Buscaba palabras de ánimo, pero no le salían. -Estoy harto de la abogacía padre –le miré a los ojos. -Hijo mío –dijo él- ¿No sería mejor que te quejarás después de sacar la maldita carrera?

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  • Didáctica

    Marichu Ripa Zudaire · Zizur Mayor (Navarra) 

    El día se prometía caluroso. Antes de cruzar la calle, miró al cielo más allá de tejados y chimeneas. El semáforo cambió a verde. Al llegar junto al Palacio de Justicia, la vio allí, como todos los días, sentada en su sillita de camping, con el botijo al lado. Su tez era morena, pero desconocía su nacionalidad; sí sabía que reclamaba justicia para su hijo asesinado. Subió las escaleras lentamente. Entró en su despacho y automáticamente encendió el aire acondicionado. Se puso la toga a pesar del calor y se sentó, cansado. Todavía le dolía la discusión con su hijo antes de salir de casa. Abrió el diccionario al azar y encontró la palabra. ¿Casualmente? Didáctica: 1.Perteneciente o relativo a la enseñanza.2.Propio, adecuado para enseñar o instruir. Sonrió. Mañana traería a su hijo con él, en un paseo callado, para enseñarle la otra realidad.

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  • Caso Cerrado

    Antonia María Hidalgo Urbano · Sevilla 

    Los abogados conversaban sobre el caso junto a la chimenea, tras la didáctica exposición del anfitrión, que apuró su anís regándolo con agua de botijo. El primero que habló dijo que si el inmigrante de nacionalidad desconocida había caído en suelo español, la competencia era de los tribunales españoles. El segundo, que si el disparo había partido de Marruecos no importaba dónde había caído el subsahariano. El tercero, que lo esencial era el lugar exacto en que había fallecido el individuo. El anfitrión arguyó que era más decisivo qué suelo estaba pisando el inmigrante al recibir el impacto, aunque falleciese después. El primero volvió a intervenir para recordar que quizás estuviera pisando tierra de nadie, con lo que su asesino escaparía de la Justicia. Entonces, el anfitrión se puso la toga para dictar sentencia: “Que Garzón se encargue del tema. Caso cerrado”. Todos rieron. “¿Cuál toca el jueves que viene?”

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  • Comunicación

    Miguel Angel Arana Martinez · Pamplona 

    Aquel cliente del turno de oficio era de una nacionalidad incierta, de alguna de esas repúblicas ex soviéticas que uno no sabe ubicar en el mapa. Hablar con él resultaba un ejercicio de didáctica especialmente arduo. Ayudado por mis escasas nociones de inglés y sus limitados conocimientos de castellano, traté de explicarle su situación mediante conceptos sencillos. Si no me hacía caso, si no me contaba la verdad, no podría ayudarle. Creí que iba comprendiendo, dada su mirada perspicaz y atenta, camuflada apenas por el humo que exhalaba cual chimenea. - Bonita toga -me dijo-. Gusta. Se me cayó el alma a los pies. Me di cuenta de que el caso estaba más perdido que un botijo en una fiesta de piñatas. Miré el reloj: aún nos quedaban veinte minutos hasta el comienzo de la vista. En fin. - ¿Me das un cigarrillo?

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  • Una reacción didáctica

    César Iquino Lafuente · Valencia 

    '- ¿Por qué con un botijo? – preguntó el magistrado, provocando risas entre los que habían acudido a la vista. El juez llamó a la calma y se ajustó la toga, incómodo. - Verá, señoría, mi marido era de nacionalidad inglesa. Ya sabe, de los lores

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  • Nunca Sospecharán

    Ana Rosa Díez Simarro · Madrid 

    Nunca sospecharán de Claudio. Encargado de la sala de togas en los juzgados de una ciudad sureña. Pulcro, metódico, servicial. Elige la toga idónea de un vistazo. Lleva regularmente los ropones al tinte. Rellena el botijo del cual beben los letrados tras los juicios¡€™lo prefieren a la fuente ultramoderna-. Claudio sabe cómo atenderlos. Ellos le corresponden con calderilla. Merecen ser odiados. El Maestre le ordenó exterminarlos.¡€™Son enemigos de la auténtica ley?, sentenció en un correo electrónico. Ya hay cuatro abogados asesinados. Y un solo sospechoso, de nacionalidad exótica.¡€™Es inocente?, le asegura, empinando el botijo, el picapleitos que asiste de oficio al detenido. Resulta un tipo desaliñado, hediondo; fuma compulsivamente, cual chimenea.?El verdadero asesino anda suelto; cualquier día aparece degollado otro compañero?, añade. Claudio asiente, silencioso. Acaba de condenarlo. Nueva víctima del juego de rol.¡€™Así aprenderás, listillo; será una ejecución didáctica?, piensa mientras revisa las togas.

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  • Cabeza de Turco

    Emma Mariño Lamamie de Clairac · Valencia 

    Mi nacionalidad no importa, vine a España hace mucho tiempo para estudiar derecho y opositar a juez. Deje atrás a los míos, el calor de la chimenea del hogar. No entiendo nada.¡Me siento más simple que el mecanismo de un botijo! Ahora, tras dictar sentencia y colgar la toga unos minutos, me pongo a pensar en el famoso compañero, el juez Tirado: juzgado y condenado por la opinión pública. A parte de dictar sentencia, también tendremos ahora que implicarnos en la tramitación. Reflexiono. í sea, asumir la responsabilidad o el trabajo que es competencia de los funcionarios de cada Juzgado o en su caso de la Administración. Esto no lo enseñaron cuando estudiaba derecho, tanta teoría y tanta didáctica para nada, me digo sonriéndome con amarga ironía, mientras miró la foto del compañero cabeza de turco, en la prensa del día.

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  • Ag¡ita Fresca

    Marta Toca Robledo · Madrid 

    Mi botijo tiene la misma nacionalidad que yo, se llama Raimundo, era de mi abuelo y yo me lo llevo todos los días a la obra. Raimundo es más ilegal que yo porque ni siquiera tiene pasaporte...pero lo pasé en mi bolsa de mano...consigue lo que nadie, se pasa días al sol y se mantiene fresco, nunca está de baja; solo con estar ahí sería capaz de encalar mejor que yo, es la forma más didáctica de aprender;no se le escapa nada, nos mira por sus dos orificios, imperturbable, al sol.. Lo mismo un día lo detienen y me lo deportan o me lo colocan definitivamente a la sombra...pobre Raimundo creo que tendré que contratar a uno de esos sabios con toga y conseguir que le hagan fijo de plantilla, al fin de cuentas, permiso de residencia ya tiene: conmigo , en casa, junto a la chimenea...

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  • Fusión de culturas

    Sandra Vázquez López · Santiago de Compostela 

    Aquella toga le estaba asfixiando. Sabía que echaría humo como una chimenea en aquel juicio. Aquel joven de nacionalidad rusa tenía antecedentes por consumo de alcohol al volante y esta vez habían encontrado en el asiento delantero un botijo lleno de vodka. La explicación didáctica de su cliente al guardia civil no acababa de convencerle como argumento jurídico.¡La fusión de culturas le había dicho: el vodka ruso y el botijo español ¡. Sonrió. Sopesó la posibilidad de crear jurisprudencia sobre el tema. Volvió a sonreír. A su Señoría cuando menos le haría gracia. O no.
    Sí, sin duda, negociar con el fiscal sería una buena opción.

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  • Inocente Justicia

    Luis Fernando Robledano Esteban 

    Cuando mi hijo imagina es magnífico y apasionante. No sabe que le espío y cómo le observo desde el quicio de la puerta: de la falsa chimenea hace su trono y de un tapete su toga y, aunque parece no tener muy claro qué es un rey y qué un juez, su versión de la justicia se me antoja no sólo transparente y fresca y revitalizante como agua de botijo, sino además didáctica. A la tenue luz del atardecer en su cuarto de juego, mi despacho, se sienta un Salomón de cinco años, pregunta, y responde por mi viejo perchero -abogado-, mi sombrero -fiscal- y un "monstruo verde de nacionalidad marciana" -acusado-. Inconsciente filtra cada asunto, tamiza con la llana inocencia y así materializa en un teatrillo solitario una de las mayores quimeras de la Tierra. Yo soy letrado y abogado de profesión, pero él, él es juez de corazón.

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  • Imperdonable

    Irma Miranda Betancor · Las Palmas de Gran Canaria 

    Compartí la piscina climatizada del hotel con bailarines de todas las nacionalidades del Ashami Maki Ballet de Tokio hasta la hora de cenar en el casino. Por fin me había invitado el millonario cuarenta años mayor que yo que vive en el hotel todo el año. Deseaba que me quitara la toga deslizándola sobre mi lencería de encaje y pedrería, junto al fuego. ¡¨Habría chimenea en su habitación?. Sus ojos me refrenaban: delataban ausencia de principios. Asistió un notario. -¡Camarero! Pagaré la cuenta del juez de la mesa de enfrente-éste aceptó. -La documentación sólo te permite optar a adjudicaciones de obras públicas de trescientos mil euros. Redactaré copias fingiendo una errata: escribiré seiscientos mil. Daré fe pública. Verde y con asas, botijo, pensé. Planeaban un delito. Predicaban una didáctica apropiada para un aprendiz de mafioso, no para una abogada principiante. Nunca les perdonaré que me robaran el idealismo.

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  • Imposible

    Diego Marín Galisteo · Córdoba 

    Javier, abogado experto en esquivar patadas por debajo de la mesa, extendió en el suelo la toga que había robado esa mañana en el juzgado con la delicadeza necesaria para que no se observaran las arrugas. Con un botijo lleno de gasolina en la mano derecha, y un ejemplar de Didáctica del Derecho a la Nacionalidad Española (Bien Entendido), escrito hace algunos años por el propietario de la prenda sustraída, en la mano izquierda, se dispuso a invocar a la doctrina más moderna mientras empapaba la toga con la gasolina. Cuando comprobó con satisfacción que no había manchado el suelo de su recién enmoquetado salón durante la ejecución del delicado proceso, se preparó para arrojar todo a la chimenea. Y allí, de pie y con un frío insoportable, vio cómo se iban apagando todas las cerillas.

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  • El otro lado

    Felix Fernández Maqueda · Madrid 

    Había colgado la toga para dedicarse al negocio, era uno de esos abogados ambiciosos que había dado el salto del urbanismo a la promoción inmobiliaria, de esos que se pasan al otro lado para ganar dinero de verdad. Dicen que se puso a sueldo de un promotor de nacionalidad rusa, que se trasladó a Alicante y que se echó una novia también rusa. Que compraba y vendía fincas rústicas, que había pasado de relacionarse con abogados, procuradores y jueces, a hacerlo con políticos, apis, tasadores, amigos de la noche y del buen vivir. Dicen que conocía mejor que nadie la didáctica del agente urbanizador. Su joven cadáver yacía junto a la chimenea de su chalet de lujo, con la cabeza destrozada. Al parecer el arma del delito había sido un botijo cuyos pedazos rotos descansaban a su lado. De aquélla trágica manera se nos había ido al otro lado.

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  • El aspirante

    Paulina Nieto Arroyo 

    Soy José Luis Botijo de nacionalidad Andorrana e interpretaré a Yago en la obra de teatro. El abogado se miraba nervioso al espejo tratando de que sus gestos se le quedaran grabados; en un par de horas tendría su primera audición. Las manos sudorosas mojaban el documento que de forma tan didáctica le había servido para aprender a actuar. ¡sta vez nadie impediría que a sus 55 años, dejara las leyes para ser lo que siempre quiso ser, actor. Tomó el espejo y lo colocó junto a la chimenea, pues sentía que la luz reflejaba mejor su perfil derecho. Era el momento de declarar a Otelo la infidelidad de su amada esposa. Un grosero ademán del aspirante a histrión terminó derribando el perchero que sostenía una maltrecha toga y un suéter de lana. Se negaba a aceptarlo, era malo, pero anteriormente tampoco fue el mejor abogado, por lo que continuó.

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  • Hábeas Corpus

    Enrique Gómez Rubio · Madrid 

    Cariño, ven, no aguanto más, estoy loca por ti, me excitas terriblemnte, cuando te veo con la toga, tan altivo, tan poderoso, tan sexy... cuando hablas en ese idioma, de no sé que nacionalidad: hábeas corpus, excusatio non petita, accusatio manifesta, modus operandis...ahh. Acercate... a la chimenea y defiendeme, abogado, que esto si qué es el supremo. Enseñame la didáctica del derecho de usufructo...goce o disfrute de una "cosa" ajena. Mi valiente letrado, mi valiente guerrero, que brea con criminales, jueces y fiscales. El caso del botijo esta cerrado, dicto sentencia: una noche y entera de pasión mayor, sin fianza, y con derecho al incremento de la pena... por buen comportamiento.

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  • El Botijo

    Cirilo Rodríguez Frías · Santa Cruz de Tenerife 

    Lo trajo de la prisión la policía. Estaba gordo y descuidado, con mirada de loco. Una prostituta de nacionalidad colombiana lo había acusado de violación. No me fue difícil sacarlo absuelto.

    Volvió a pedir por el centro de Madrid, con un botijo al lado, símbolo del ecologismo que predicaba con la didáctica de un iluminado. ¡Abogado! ¡¨Cómo está?

    Quiso ser un profesional de la toga, hasta que las drogas, la enfermedad mental, o ambas cosas, lo apartaron de la carrera, que estudiábamos juntos.

    Cuando oí que estaba ardiendo un piso en la calle O?Donnell, y que se sospechaba que había alguien dentro, enseguida me acordé de él. Había entrado, cerrado puertas y ventanas y abierto dos bombonas de butano. Luego encendió el mechero. El piso quedó destrozado pero, incomprensiblemente, al lado de la ennegrecida chimenea se encontró intacto un botijo, que su madre me regaló como recuerdo.

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  • Por un botijo

    Rafael Moral Ortiz · Barcelona 

    Aquel martes, de buena mañana, se encontraba de pie, delante del micrófono, mirando fijamente al juez vestido con su impoluta toga, quién le preguntaba nuevamente por qué lo hizo. Pero él, abstraído, rememoraba la didáctica de aquel trabajo. Quién cumplía con los estrictos requisitos exigidos por el patrón tenía derecho a elevar el botijo por encima de su fatigada cabeza para saciar su sed. Quién no, se veía obligado a contemplarlo en la distancia, envidioso de que otros pudieran acceder a él mientras su paladar parecía cuartearse cada vez un poco más. Y allí se encontraba él, sudando el último aliento que quedaba en su interior, construyendo bajo el caluroso sol aquella ridícula chimenea que calentaría los inviernos de alguna acomodada familia. ¡l con eso ni soñaba. Todo por ser diferente. Sólo por ser de otra nacionalidad.¡€™Por qué maté al patrón, dice usted??.

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  • Prejuicios

    Olivia Aranda Fernández · Torredonjimeno (Jaén) 

    Mario llevaba seis meses en España. Era de nacionalidad ecuatoriana y había conseguido un trabajo en las obras de reforma de unos juzgados. Aquel día hacía demasiado calor y decidió tomarse un descanso. Al acercarse a beber del botijo descubrió, a través de la puerta entreabierta, el despacho de uno de los abogados. En la sala contigua un grupo de magistrados escuchaba al jefe de obra que explicaba de forma didáctica los cambios en el edificio. Mario aprovechó para entrar sigilosamente en el despacho. Frente a la chimenea una enorme mesa presidía la estancia. A la derecha había un armario del que colgaba una toga. Mario decidió ponérsela, se sentó, imaginó el calor de la chimenea y aquella situación le resultó familiar. Fue entonces cuando apareció uno de los magistrados. -Podría acusarle de apropiación indebida -le dijo. -Y yo podría defenderme si estuviera en mi país, soy abogado -respondió Mario.

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  • Caos

    Carlos González Martínez · León 

    Hormigas de quién sabe qué nacionalidad, invadían los altillos de la librería, devorando con extraña voracidad las páginas amarillentas de La Didáctica Magna, y las hojas de sumarios secretos y juicios interminables. Los legajos de las herencias y los casos sin resolver, se elevaban inopinadamente, dos palmos sobre el suelo. Sufrían el efecto chimenea. Se expandían, agrandándose, multiplicándose, trepando por las rayas impolutas de su terno bien cortado. En medio del caos, la toga pretendía ser un punto de orden, pero estaba arrugada, y reposaba, como una cáscara vacía, sobre una silla que fagocitaba expedientes antiguos, con una inusitada desfachatez... El despacho, de repente, se le antojó ajeno y hostil. Cuando cerró la puerta, le recibió la noche. Y la noche, allá en la calle, era como un botijo oscuro que se bebía la luna. Mañana tampoco se dictaría sentencia, seguían en huelga...

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  • Mi padre

    A. Pérez-Clotet 

    Tenía siempre su toga pulcramente colgada en un perchero al lado de la puerta. Era lo último que veía al salir de su despacho; ese lugar prohibido que olía a papeles viejos, tabaco y a su fragancia de siempre, en el que me colaba a hurtadillas cada vez que lo veía salir de casa, presuroso, ensimismado (concentrado). Atesoraba múltiples personalidades, pues se empeñaba en adoptar la nacionalidad del cliente, sufriendo sus problemas casi como propios. Tan pronto era un chorizo que sisaba botijos en las tiendas de souvenirs, como se convertía en una mujer harta de consumirse en un matrimonio de 15 años y dispuesta a todo para quedarse con la finca de su todavía marido. Parece que lo estoy viendo con la mirada perdida delante de la chimenea apagada, empeñado en enseñarme por medio de su maravillosa didáctica, los intríngulis de este mundo; que ahora es el mío.

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  • Tópico

    Blanca Manzanares Martín · Córdoba 

    Estaba sentado junto a la chimenea. Fijó sus ojos en las llamas y comenzó a recordar. Recordó su niñez, aquellos días de verano en el pueblo junto a personajes tan peculiares como sabios: Saturnino y su inseparable botijo y "El extranjero" aquel hombre serio cuya nacionalidad nadie conocía.Luego venía el invierno, el colegio y las clases interminables de didáctica y matemáticas, la ciudad y las personas sin tiempo. Decidió ser abogado, que ello sería algo más que una profesión, que el ser abogado servía para algo más que para llevar una toga. Retiró la mirada del fuego y sonrió.

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  • Nuevo Destino

    Teresa Vicenta Arpal García · Caspe (Zaragoza) 

    José contó los años que llevaba ausente de su antiguo pueblo, de su vieja casa incluso de su primera escuela, donde soportó la didáctica imperante de "la letra con sangre entra". Y pese a todo, ojos de melancolía miraban su hogar derruido, los geranios secos, los tiestos de un botijo que dejaba al sereno en verano. Manos abiertas retenían una niñez perdida. Dedos curiosos se posaban en la chimenea sin ceniza. El olfato embotado de polvo y salitre, en lo alto la luna llena. Abajo luces, coches, gritos, sirenas, lamentos, seres humanos. Unos habían dejado su nacionalidad flotando a la deriva, como sus sueños; otros alargaban sus brazos para acogerlos. El mar acunaba los barcos y las vidas. Para él su presente era el recuerdo, el futuro llegaría mañana cuando se vistiera la toga en su nuevo pero conocido destino.

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  • La última palabra

    Santiago San Martín Beguiristáin 

    "... y considerándose probado que el acusado, valiéndose del hueco de la chimenea, cometió allanamiento de morada con evidente animus delinquendi, procede condenarle a dos años de prisión que, en su caso -puesto que carece de nacionalidad española y de permiso legal de residencia- deberá sustituirse por su inmediata expulsión del territorio nacional. Igualmente, se interesa el decomiso de los objetos incautados."

    Cuando el juez concluyó la lectura del fallo, una vena palpitaba en su frente, y una gota de sudor rodó por su congestionada mejilla hasta perderse en el cuello de la toga. El abogado defensor, consternado por la notoria ira de su señoría, sacudió abatido la cabeza.

    Cuando el juez concedió la última palabra al condenado, éste levantó dignamente su cuerpo de botijo, se atusó las blancas barbas y, meneando el dedo índice en actitud didáctica, le reprendió: "¡¨Comprendes ahora, Luisito, porqué no te traje aquel Scalextric?"

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  • Sueños de novato

    Irene Fernández Ramos · Pozuelo de Alarcón (Madrid ) 

    "Con la venia su señoría, mi cliente sólo quería ser feliz. Y su felicidad dependía claramente de obtener la nacionalidad. Sé que bajo esa fría toga se esconde un alma cándida -que no de cántaro- en un cuerpo de botijo, sin pretensión de ofender, que es buena entendedora de los entresijos de la felicidad humana." Sudores fríos Castañean los dientes Responden: "Estimo que su argumentación ni procede ni justifica que su cliente entrara en la casa del demandante por la chimenea." Fríos sudores Resopla el novato ante esta pesadilla, puesto que en la didáctica de las facultades de derecho nadie enseña nada de la exacta retórica. Y así, engañados los abogados noveles, muchas veces confunden el Derecho con humanidad, películas americanas de sobremesa, telenovelas y series de televisión.

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  • Un nuevo cliente

    Ana Belén Hernando Bibiano · Guadarrama (Madrid) 

    Un sonido de claxon le devolvió a la realidad del semáforo en verde. El retrovisor reflejaba a un hombre que gesticulaba exageradamente. Detrás del movimiento de su puro, se podía adivinar algún que otro insulto. El imponente Mercedes intentó adelantar sin éxito varias veces. La impaciencia de su perseguidor le agobió de tal modo que paró en el arcén poniendo en riesgo su seguridad. Cuando por fin le dejó atrás, el conductor se despidió de él enseñándole el dedo corazón por la ventanilla, gesto comprensible para cualquier persona de cualquier nacionalidad. En su despacho esperaba un nuevo cliente. Después de un educado saludo, se sentó frente a él. El olor a chimenea de la habitación hizo que reparase en el puro arrugado del cenicero. Siguiendo la didáctica de su instinto, decidió no utilizar su toga para defender a esa especie de botijo malhumorado que ahora le llamaba de usted.

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  • Venganza

    Teresa Lagranja Vallés · Castellón de la Plana 

    El abogado abandonó la sala con la cabeza baja. Había perdido y era la tercera vez que fracasaba al enfrentarse con esa fiscal inclemente. Por un momento creyó que vencería, pero al final ella había demostrado sin ningún género de dudas que su defendida, de nacionalidad colombiana, había envenenado a la anciana dándole a beber el agua anisada de aquel inocente botijo. Se sentía humillado, harto de soportar su derrota.
    Entró en su casa arrojando el maletín y el abrigo sobre el sofá. Después avanzó lentamente hacia el dormitorio iluminado. Contempló la mancha negra de la toga sobre la cama y a su esposa de espaldas, en ropa interior. Sin darle tiempo a reaccionar golpeó su cabeza con el atizador de la chimenea hundiéndole el cráneo.
    Al contemplar su cuerpo exánime, pensó que después de todo, su matrimonio con una fiscal tan brillante había sido una experiencia muy didáctica.

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  • XV Congreso UIBA

    Miguel Angel Hortelano · Antequera (Málaga) 

    Concluido el farragoso acto, pasó a la antesala contigua del bellísimo palacio colonial para desprenderse de la toga y del peso protocolario. La estancia era elegante y sobria, pero propia de aquella selvática nacionalidad; presidida por una imponente chimenea de caoba cuidadosamente labrada por artesanos de Iquitos. A través del balcón dirigió su mirada al patio frondoso de tamarillos, y bajo la sombra del gran sicomoro pudo identificarla salvajemente bella, con su piel oscura y brillante, ligeramente sudorosa; se refrescaba con un botijo del que chorreaba por su pecho un pequeño hilillo liftado. Había anhelado el reencuentro, más nunca pudo imaginar que ella le esperaría tan ávida y puntualmente; y allí se encontraba ahora, justo bajo sus pies. Cuatro largos años de atormentada espera, pero tendría la oportunidad de aprender una vez más de su didáctica amatoria, conmemoraría el esplendor del ultimo encuentro. Definitivamente, decidió, se vendrá conmigo para siempre.

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  • Vendimiando Humanidad

    Jose Aurelio Ruiz Tolosa · Alicante 

    Regresaba siempre por la vendimia a su pueblo, aunque sólo fuera para un fin de semana. Ni siquiera faltó el año que aprobó la oposición. Era una especie de catarsis. Cambiaba su toga por un mono de trabajo azul y cada cuévano de uva que vaciaba en el remolque liberaba la tensión de las últimas vistas celebradas. Al finalizar la jornada se reunían todos en la vieja casilla a recuperar fuerzas al abrigo de la chimenea. Allí, con vendimiadores de distinta nacionalidad, entre trago de botijo o chorro de porrón, explicaba de manera didáctica cómo conseguir los papeles o cómo reagrupar a la familia. El domingo por la tarde se quitaba el mono azul, montaba en su lujoso todoterreno y volvía a la ciudad para al día siguiente, ya con su toga de Abogado del Estado puesta, oponerse a la regularización de extranjeros o a la reagrupación de sus familias.

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  • Vendetta Navideña

    David Villar Cembellín · Castro Urdiales (Cantabria) 

    El juzgado aquel día olía a revancha: -Así que, según afirma usted, todo es un malentendido –ironizó el juez, atusándose la toga con altanería. -Sí, por supuesto, sí –balbució el acusado, su cuerpo de botijo enfatizando su torpeza. -Pues como yo lo veo, señor, aquí pintan bastos para usted –y enumeró-: allanamiento de morada desde una chimenea, en posesión de multitud de artículos sin acreditar, probablemente del mercado pirata, indocumentado, de nacionalidad desconocida. Por lo que a mí respecta usted no es sino otro “sin papeles” ladrón más, señor mío. -Pero… pero… -tartamudeó -, ¡soy Santa Claus! -Basta, llévenselo –ordenó-. Prisión incondicional sin fianza hasta el juicio. Viendo llevarse al acusado, el juez rememoró. Santa Claus, decía el maldito. Pues claro que era él, como si no le hubiera reconocido. Por muchos años que viviera, el juez jamás perdonaría aquella Enciclopedia Didáctica que recibió el año que pidió el Scalextric.

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  • Puntos de Vista

    María del Carmen Herrero Riquelme · Sevilla 

    María se impresionó al ver a Isabel con la toga. Ambas habían estudiado juntas en la Facultad de Derecho. Ahora María era ama de casa, madre de cuatro niños, y su amiga, ejercía en un prestigioso despacho. Isabel estaba preciosa y elegante. Le habló de éxitos profesionales, su novio de nacionalidad canadiense y su último crucero. María sentía su autoestima por los suelos, gorda como un botijo y con una vida más aburrida que un manual de Didáctica del Alemán. ¿En qué se había equivocado? ¿Por qué había limitado su vida a su marido y sus hijos hiperactivos? Se despidieron, y mientras María corría a la guardería “La Chimenea”, Isabel la miró tiernamente. La imaginó con una familia maravillosa y en un cálido hogar. Se sintió sola, frustrada e insatisfecha. ¿En qué había equivocado? ¿Por qué había dedicado su vida al Derecho Penal?

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