Fueron felices

Javier Cuesta Bayón · León 

Que Ana se quiere marchar de casa, me cuenta Nico con ojos hinchados y llorosos. Así, de repente. No había pasado nada. Bueno, tuvimos una pequeña discusión a mediodía, que si no había verdura en el frigo, que si yo quedé en comprar… Tonterías. Pero aquello encendió la mecha. Y empezó a desbarrar: pues lo dejamos, que venga un perito a tasar este maldito piso, vamos al fiscal –será al abogado, le corrigió Nico casi con miedo- y arreglamos la letra del coche y ventilamos todo, que aquello era un infierno, gritaba. Ana no había trabajado nunca hasta entonces. Ahora ganaba dinero, salía de fiesta, había hecho amigas. Pero se quería ir. Cuando mejor estábamos. Aquel día ya ni siquiera le dio un beso. Y Nico me hablaba, con una infinita tristeza en la mirada: a las mujeres no se les puede hacer felices, porque se aburren. Eso me dijo.

 

0 Votos

 

Queremos saber tu opinión