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Gabriel Pérez Martínez 

Érase una vez un país en constante crecimiento donde imperaba el sentido común y la convivencia: los dragones apagaban fuegos; los ogros cuidaban niños; las brujas eran hadas; los demonios, ángeles de la guarda, y los lobos, los mejores amigos de las abuelas.
Pasó el tiempo y dejamos de proteger el medioambiente: llenamos de plástico los océanos y encerramos a las sirenas en piscifactorías; quemamos los bosques y duendes y elfos intentaron vivir en los jardines de nuestras casas, de donde los echábamos. Los recursos escasearon y cesó el suministro de alimentos. Conocimos el hambre, hasta entonces prohibido por ley. Se culpabilizó de todo a estos personajes, que fueron condenados al destierro o a muerte. Muchos podrían haber demostrado su inocencia, pero ya sabemos que en los cuentos no hay abogados.

 

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