Imagen de perfilDERECHO A LA DESCONEXIÓN DIGITAL

Gema Mª Ortega Expósito 

Por fin es viernes noche. Llego a casa y cierro la puerta con llave. Dejo afuera los agentes externos contaminantes. Me voy sintiendo aliviada. Más aún cuando desenchufo mi conexión a internet. Es mi momento valle; mínimo consumo energético. Bastante es el que empleo durante la semana en la comisión de mis quehaceres, principalmente atendiendo consultas jurídicas y personales por cualquier vía; cara a cara, por correo electrónico, por WhatsApp… Aunque trato de empatizar con los problemas de la gente, esto a veces se convierte en una insostenible contraprestación de exceso de exigencia. Los sonidos de las notificaciones y los mensajes emergentes demandando sin piedad ayuda inmediata me roban mis recursos energéticos. Ahora me encuentro mucho mejor desde que reclamo mi derecho al descanso digital a través de mi estado de WhatsApp: “de ocho de la tarde a ocho de la mañana y fines de semana, el silencio es desestimatorio”.

 

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