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ÁNGEL SAIZ MORA 

He cambiado las herramientas habituales de mi oficio por una pala. Con ella retiro piedras, hormigón, ladrillos, metales o madera. Un trabajo tan minucioso como necesario en este momento.
En contacto con escombros, mis ojos se han habituado a hallar objetos que pueden volver a ser útiles, a extraer esperanza de este escenario de desolación.
Algunas muñecas, una vez limpias y con tela nueva, van a hacer felices a otras niñas. Las carcasas y restos de bombas de racimo servirán para documentar que la brutalidad contra esta guardería, un objetivo no militar, fue intencionada y abusiva.
Cuando la guerra termine aprenderemos a reconstruir, a lamernos las heridas, incluso a intentar perdonar para seguir adelante, algo que no será incompatible con que algunos, sin pausa ni prisa, tratemos de que los principales culpables no queden impunes. Los abogados del Tribunal Penal Internacional somos especialistas en crímenes que no prescriben.

 

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