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Vicente Küster Santa-Cruz 

Abrí el cajón de su mesita de noche y allí estaba. Era una imagen antigua, con mi padre treinta años más joven. Detrás podía leerse: “Confinamiento 2020 – Coronavirus”. Mamá hacía dos años que nos había dejado. Me senté en el borde de la cama e intenté recordar. Papá dormía. En la imagen aparecíamos los tres, con la mascarilla en la boca. Aquella que tuvimos que llevar un tiempo, cuando las clases del colegio se suspendieron y el mundo pareció cambiar de repente. Después llegó la vacuna y todo volvió a su cauce. Mi padre era un abogado laboralista reconocido y no dejó de trabajar ni un solo día, a pesar de la propagación del virus y de las noticias inquietantes que llegaban. Cada día le oía llegar tarde a casa y pensaba que era invencible. Ahora descansaba frágil a mi lado, ajeno a sus recuerdos. Todo un ejemplo.

 

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