XII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
El más votado por la comunidad
GIGANTES DE MAR
PILAR ALEJOS MARTINEZNacer bajo el influjo de la luna y de las mareas me predispuso para ser un hombre de agua. Crecer en un pueblo costero, que vivía de la pesca, me enseñó cómo cuidar el mar para conservar su riqueza. Pero llegó el turismo. Cuando descubrí aquel vertido ilegal y que mi playa se asfixiaba, decidí pasar a la acción. Me uní a los ecologistas y luché con las manos desnudas a lomos de un mar de plástico herido de muerte, aunque antes estaba lleno de vida. Arriesgué todo para salvarlo, pero la lucha era desigual. Comprendí que para vencer a los gigantes necesitaba algo más poderoso: convertirme en el mejor abogado especialista en Derecho Ambiental y combatirlos cara a cara. Ahora, libro mis batallas en los tribunales armado con la ley y la justicia. Como David contra Goliat, no les temo ni me dejo engañar por sus cantos de sirena.
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Relatos seleccionados
Marea descolorida
Samuel Ferro · PontevedraYo estaba allí, con lágrimas en los ojos. Solo podía contemplar aquel horror en forma de marea negra. Un descontrolado vertido que enturbiaba las aguas cristalinas y que oscurecía mi propia alma. Durante años me encontré con numerosos tipos de plástico, pero jamás nada como eso. No podía soportarlo, yo era abogado y la pesca era mi infancia, así que tomé el barco de mis padres y me dirigí al infierno. Allí, hundí mis manos en aquel fango y saqué cuanto pude. No importaba mi protección, tan solo conservar lo más preciado que tenía: mi paraíso. Día tras día hice lo posible para salvar a mi antiguo amor… y después de meses de duro trabajo, lo conseguí. Ahora pago gustoso aquel esfuerzo, luchando contra los verdaderos enemigos mientras contemplo desde mi despacho el azul intenso de las olas, a pesar de estar sujeto a un respirador.
0 VotosMientras desengancho la bolsa de plástico de mi anzuelo con el agua hasta las rodillas, recuerdo lo que me decía mi abuelo mientras me enseñaba el arte de la pesca y repasábamos la Constitución o el código penal según mis exámenes en la Universidad. Siempre decía - un día vendrás a pescar y no habrá peces, el vertido continuo de los agricultores a los ríos acabarán con ellos-. Veinte años más tarde, después de un día de trabajo duro en el juzgado y en el despacho intentando conservar su legado, tiro la caña en nuestro rio y hay más botellas, bolsas y latas que peces en el agua. El abuelo tenía razón, pero los culpables no fueron los agricultores sino un depredador mucho más silencioso. No fuimos capaces de detectar la amenaza que supondría para la subsistencia de los ríos un producto que nace para facilitarnos la vida: el plástico
Hubiera deseado que aquel momento se pudiera conservar en el tiempo como los apenas treinta segundos en los que Robert Redford le lava el pelo a Meryl Streep en Memorias de África. Ese instante en que el agua es vertido por su cabeza con una simbología cargada de erotismo. El jabón derramándose por la tierra a modo de fertilizador, y ella, ojos alzados y boca entreabierta, en estado de éxtasis. No diré que me cogió por sorpresa. A los orgasmos y a los finales tristes se les ve venir.
El guarda apareció en una zona prohibida para la pesca cuando tenía la trucha más grande jamás vista en mi anzuelo. De nada sirvió que le que le enseñara mi carnet de Juez de Paz envuelto en una funda de plástico. La justicia es la justicia, aquí y en la China Popular, Sentenció.0 VotosEl viejo retiró de su boca lo que pensó que sería una gruesa espina del pescado. Observó detenidamente y era otra cosa, un objeto extraño. Tomó agua para tranquilizarse, pero no pudo conservar la calma, pues uno de sus molares parecía fracturado. Molesto, hizo venir al dueño, y amenazó diciéndole que era abogado, que demandaría y haría cerrar el restaurante. El dueño, asustado, aseguró que el pescado era de la pesca del día y ofreció que todo lo que consumiera lo invitaría la casa.
Ahora el jurista parecía feliz; pero el dueño, exagerando su adulación, hizo llamar al chef para que se disculpara por tan grave percance. El cocinero, quien estudiaba derecho, inflando un cachete con su lengua, se defendió obstinadamente frente al abogado, mostrando en su móvil noticias que probaban que la culpa no era suya, sino de las fábricas locales, por el reiterado vertido de plástico al mar.+1Otros años por esas fechas preparaba su estancia en la casa de la abuela, junto al mar.
Llevaba varias vacaciones, después de colocarse como abogado criminalista en un despacho conocido, yendo de pesca a lugares elegidos con cuidado para disfrutar una semana, al menos, de su pasión por la caña, a poder ser, de altura.
Sitios azules y cálidos le ponían, con suerte, algún bonito en la cubierta.
Había que pagar bien pero era soltero, joven y juicioso. Todavía no tenía ningún tipo de remordimiento.
Por eso, el verano después de la pandemia y muerte de su querida abuela por el virus, se ocupó de buscar algo diferente.
Encontró una asociación dedicada a conservar el planeta. Una más.
Casi nada, se dijo.
Y así, en ese atípico estío se dedicó a recoger plásticos dañinos, vigilar vertidos sospechosos y procurar, con pasión, mantener limpias las aguas.
Y dejó, también, de pescar…+1Vuelvo todos los años a esta misma playa y todos los años me enamoro de ella como la primera vez que la vi: abrupta y salvaje para la retina; segura y cómoda para el alma.
Ya van más de cuarenta veranos asistiendo a este mágico ritual de cortejo entre el agua y la arena. Como las mareas, he tenido aquí altos y bajos, momentos de amor y desamor, de juegos y risas, de charlas y siestas, de noches y días…
En las dos últimas décadas, no han sido pocos los casos que me he traído y no menos las veces que he resuelto estrategias que perfilaría después en el despacho.
Porque todo en ella es calma, es inspiración, es alegría, es paz.
Conservar esto es conservar mi vida. Pero me la están matando: cuando no es un vertido, es el plástico o la pesca furtiva.
Y con ella, muero yo.+2Mis manos no paraban de moverse, mi nerviosismo era notorio, quizá no tanto como la palidez de mi rostro, hice un gran esfuerzo para serenarme y conservar la calma, bebí un poco de agua y procedí.
-Señor juez con las pruebas presentadas, mi defendido es… ¡Culpable! por haber vertido desechos industriales al río del condado.
La audiencia enmudeció, no podía dar tregua a aquellas palabras que salieron de mi boca.
Ya no podía sostener una mentira más, mi careta de plástico por fin se desvaneció, sentí sangre nueva correr por mi cuerpo, me sentí orgulloso por defender la verdad.
Los días de pesca, las reuniones familiares y los gratos recuerdos se esfumaron en el segundo en el que el juez dictó sentencia, el acusado bajó la cabeza al saber que su propio hijo lo había condenado, sin tomar en cuenta que sus acciones fueron la causa de su tragedia.+1La promesa se la hice a mi abuelo mientras rumiaba cadenciosamente la muerte:«el vertido destrozó el litoral, mató la pesca. Véngame hijo...» La diatriba persiguió a mi azorado espíritu. Persona de escasa voluntad estudié Derecho azuzado por la sempiterna presencia del abuelo que alborotaba mis sueños. Hipocondríaco, me costaba conservar la cordura, pero termine la carrera y acabé en una multinacional de la abogacía donde mi gris presencia se diluía entre un ejército de letrados.
La encontré casualmente, varada en una playa, enredada entre la basura y el chapapote.
Cada tarde regresaba al espigón. Escondidos me hablaba de celentéreos, corales y yo de contenciosos, alegatos...
Decidimos huir a una isla de plástico. Construimos una cabaña de metal herrumbroso y dejábamos que el agua tóxica rozara nuestra piel. Fui feliz, hasta que el abuelo surgió en las alucinaciones recordándome la promesa. Yo gritaba pidiendo un receso en aquel juicio final.+2Gotean sinuosamente por mi flexible pantalla de grafeno innumerables reclamaciones de consumidores. Como abogado de la OCU trato de asesorar con rapidez y efectividad cualquier cuestión, pero estoy sobrepasado. En botes y latas de bastoncillos en escabeche, pajitas rellenas, bolsas en almíbar, menestras de cubiertos de plástico o mermeladas de chapapote aparecen constantemente trazas de pescados que se consideraban extinguidos desde hace décadas.
El arcaico Reglamento (UE) 2021/375 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 1 de enero de 2021 sobre el régimen común aplicable a contaminación por plásticos y vertidos es el culpable. Tras conseguir metabolizar el elemento y convertirlo en un imprescindible de nuestra dieta diaria, al erradicar su producción hace doscientos años las ingentes reservas existentes han ido agotándose por la pesca incontrolada. En el agua queda poco plástico que conservar. O derogamos el reglamento o el mar se llenará de marisco y pescado de nuevo.
+12Jacinto era aficionado a la pesca de ideas extravagantes. Por eso, el mismo día del juicio, llamó a un fotógrafo de la prensa local. Su abogado le había advertido que no serviría de nada. Aun así, él quería demostrar, a su manera, que el vertido de su granja no contaminaba en absoluto el arroyo. Con un vaso de plástico transparente recogió un poco de agua. Sonrió mirando a cámara. Parecía, por el efecto lupa del vaso, que un asno le hubiese prestado la dentadura esa mañana. Después de una sola foto, se bebió desafiante hasta la última gota. Estaba buenísima. Fue directo hacia el juzgado. Nada más poner un pie en la sala, le llegó una sentencia intestinal en forma de diarrea. No sería la única. El arroyo recuperó, poco después, el esplendor que habían perdido sus calzoncillos. Jacinto perdió su dignidad. Pero pudo, por lo menos, conservar una fotografía.
+11La lentitud de la justicia me proporcionó el tiempo necesario para convertirme en abogado y asumir la defensa de la empresa familiar.
Nuestra vieja fábrica de detergentes había sido demandada por un grupo ecologista y acusada de vertidos tóxicos y contaminación del agua, ocasionando daños irreparables en la fauna marina.
Siempre había pensado que mi padre era un hombre honesto y comprometido con el medio ambiente; hasta que me llevó al almacén y me mostró aquellos bidones de plástico.
Aunque intentó conservar su dignidad ocultando los detalles de cómo logró deshacerse de los residuos sin levantar sospechas, de pronto recordé mi infancia:
- Nuestro pequeño barco, tardes interminables de domingo navegando por la ría... ¿Quién iba a sospechar de un hombre que sale de pesca con su hijo?+10-El plástico flota; los abogados se hunden -me dijo, mientras me entregaba el cheque, embutido en un traje de marca que valía más de lo que yo ganaba al año.
El plástico flota; el mundo se hunde.
La energía ni se crea ni se destruye; simplemente se compra y se vende.
Wall Street era una gran bolsa de plástico que invertía en vertidos, pero independientemente de la contaminación del agua o del mercurio de los atunes, si hablamos de pesca, el pez grande siempre se come al chico, y yo, en este caso, solo era un alevín recién licenciado que quería conservar su trabajo.
El plástico flota; los abogados se hunden.
Rompí el cheque.
Iríamos a juicio.
Quizás, dentro de unos meses aparecería en el fondo del río Hudson, con una piedra atada a los pies, pero sería la gota que haría desbordar el vaso. Cuestión de principios.+11Dicen que fuera del agua hay vida. Mejor que la acuática, quizás, porque ninguno de nuestros compañeros ha vuelto de allí. Incluso se rumorea que delfines, orcas y focas debutan como artistas en tierra firme.
Sin embargo, parte del reino marino culpa injustamente a los hombres de nuestros males. Yo, como pez abogado de causas perdidas en el fondo del mar, defiendo que vienen en son de paz. Que en realidad nos envían regalos, tales como anillas para usar como collares, vertidos para que probemos otras texturas, trozos de colores para decorar mareas...
Cuando mueren nos dejan incluso sus translúcidos corazones de plástico duradero, capaz de conservar mejor su bondad.
Hoy mismo picaré a propósito en el anzuelo, caeré en sus artes de pesca, me llevarán a su maravilloso mundo y volveré con las pruebas necesarias para demostrar su inocencia. Que me muera si lo que digo no es verdad.+9Coloqué en la sala un recipiente con un pececillo dentro. Luego, en mitad de mi argumentación, vacié por sorpresa sobre él un poco del vertido derramado en la presa. Ante mi pregunta retórica de “si alguien bebería aquel engendro amarronado o se comería la pesca en semejantes condiciones”, la abogada contraria, lejos de amilanarse, llenó una botella de la que fue sorbiendo traguitos a la par que me desacreditaba con mi propio montaje. Mi pequeño Nemo pudo conservar la vida en semejante agua sin dejar de moverse ni un segundo.
Humillante.
Al recoger el pez me di cuenta que era de plástico.
Al mirar en la papelera, que la botellita tenía un compartimento secreto.
En la sonrisa de mi (ex)socio que alguien debió pagarle en especie por el chivatazo.
Llaman. Me notifican una inculpación por intento faunicida mientras escucho en la radio la gastroenteritis aguda que asuela la comarca.+31Desde que empezó la crisis sanitaria no he vuelto a pisar los Juzgados de Guardia. Atestados policiales, ruedas de reconocimiento, comparecencias, juicios rápidos...todo eso ha terminado. Ahora no llego a fin de mes. Antes, me montaba en el metro en hora punta, siempre abarrotado. Todos miraban distraídos las pantallas de sus teléfonos, ajenos a lo que se nos venía encima. La gente parecía estar preocupada únicamente por el vertido de plásticos en el mar y conservar la pesca en aguas contaminadas. Viendo las noticias de entonces la prioridad del gobierno parecía ser acabar con el cambio climático para salvar el planeta. Ahora, al entrar en los vagones medio vacíos, nos miramos unos a otros con desconfianza a través de nuestras mascarillas preocupados por un roce o un estornudo. Y, cuando termina el día, llego a casa sin una sola cartera en mis bolsillos.
+13Los dos trajes desentonan. Igual que las corbatas, los zapatos lustrados y los maletines. No es su lugar, pero sí su momento. El abogado más veterano toma la palabra frente a la concurrencia:
-No se puede hacer nada más, salvo liquidar la empresa… No puedo decirles otra cosa… Ustedes saben que ya no hay pesca, los caladeros están agotados, el agua contaminada por los vertidos de petróleo y el plástico acumulado en la zona… No podemos conservar esta flota.
El otro letrado observa con aprensión los rostros endurecidos de los hombres de la mar, que permanecen en silencio, la mayoría con la mirada perdida. El bar/sala de reuniones de la cofradía está atestado de indignada resignación.
Manuel sale discretamente del edificio en dirección al muelle. No necesita oír nada más. Solo el rumor de la marea que viene y va. El mismo rumor que adormeció para siempre a su padre.+33Mi cliente dijo: -¡No!, no estoy dispuesto a gastar mis cortos beneficios en reestructurar el proceso industrial para eliminar el vertido al agua de los residuos, con el fin de conservar la pesca de las angulas. Ese sector no tiene nada que ver con el mío.
Yo le repliqué: -Pero si no moderniza sus instalaciones pensando en la protección del medio ambiente, la sociedad lo eliminará sin contemplaciones.
-Ningún juez me va a decir como hacer mis fabricados -me respondió.
-Pues siento mucho comunicarle, que mi código ético personal inculcado en mi conciencia por mis hijos, me insta a rechazar su defensa.Aquella renuncia a mi responsabilidad como abogado defensor en la nómina de la fábrica, me produjo más satisfacción que ninguno de los juicios que hasta ese momento había ganado. A pesar que desde entonces, las angulas se comercializaron en cartuchos de papel, en vez de estuches de plástico.
+5Alguien me había dicho que este abogado tiene buena pesca, muchas familias viven gracias a él. Que de su agua miles logran saciar su sed, siendo capaz de conservar la humanidad incluso del terrible coronavirus. Ha sido el único abogado que ha vertido su propia sangre en perfecta defensa frente al Juez. Combate esa actitud negligente de usar las playas como basurero de plástico. Me dormí pensando en este asunto. Al despertar, tomé mi mochila y salí a buscarlo. Gracias a Dios pude llegar a su presencia y comprobar que un buen abogado de ensueño se halla con el nombre de Jesús.
+15Decidí llevarme a la abuela a un lugar que ella llamaba "mi rincón favorito del mundo".
Un paraíso de aguas cristalinas y naturaleza salvaje, que durante años se dedicó a conservar y proteger como un valioso tesoro.
Desde niña sembró en mí la semilla del ecologismo,y con su ayuda me convertí en abogada medioambiental y defensora del uso eficiente de los recursos naturales.
Juntas luchamos para reducir los envases de plástico en la industria alimentaria, nos manifestamos contra los vertidos tóxicos, y denunciamos la pesca indiscriminada.
Sé que aquí descansará feliz. En este Edén donde la vida crece a su antojo, sin que la mano del hombre la perturbe.
Yo tomaré el relevo y continuaré con la lucha que ella inició.
Pidiendo a gritos un poco de respeto para este planeta y guardando en silencio nuestro pequeño secreto.+16Hacía tiempo que no contábamos con una en el bufete pero este Plan Renove abre un nuevo horizonte profesional para ellas. Esta candidata, en concreto, se ajusta perfectamente al perfil: licenciatura en Derecho y acreditada experiencia en pleitos medioambientales (conservar la pesca, impacto de vertidos...), pero en su elección ha sido determinante el componente orgánico. La guerra al plástico fomentada por la promulgación de la nueva Ley de Residuos ha descartado a los demás aspirantes, androides, supeditados al problema de la obsolescencia programada y fuente inagotable de basura que colma vertederos y contamina el agua de nuestros océanos.
Concluida la jornada, mientras el resto del personal pasamos a modo reposo, la nueva contratada toma su vehículo vintage de dos ruedas impulsado sin combustible.
El beneficio es general: nuestro repositorio-bufete recibe las ayudas por la contratación y preservación de personas físicas, y la elegida ocupa el puesto denominado BK-RI@ de Abogacía.+26El centenario despacho gallego especializado en derecho internacional pesquero se encontró en crisis a mediados del siglo XXI pues, tal como lo vaticinaron los ecologistas, el vertido incontrolado de desechos de plástico en los océanos acabó con la pesca en mar abierto y condenó a los pescadores a un amarre eterno. Granjas de acuicultura, localizadas tierra adentro, utilizaban ahora agua marina mezclada con sustancias químicas para la cría intensiva de los alevines.
Decididos a recuperar y conservar el recurso ictiológico, los abogados se presentaron ante el Tribunal Internacional del Mar en Hamburgo, demandando a las naciones del mundo entero para que en el plazo de cincuenta años se limpiasen los mares de residuos plásticos y se repoblase la fauna marina para su posterior consumo sostenible.
El oceanógrafo Jacques Cousteau sonrió entonces desde el Gran Azul, el paraíso donde van las almas de las gentes de la mar.
+17- Mamá ¿te acuerdas cuando llenabas nuestras noches con cuentos de peces, tortugas, patitos y héroes como Simbad, Nemo...?
- Claro, y me lo agradecíais soñando con aguas azules, playas doradas, pescas fantasiosas, viajes marinos y sorprendentes aventuras.
- Pues ahora es imposible hacerlo con tus nietos.
- ¿...?
- En cuanto comienzo algún relato, aunque les digo que tú me lo contabas, se revuelven enfadados y se niegan a escucharme.
- ¡Qué raro, con lo buenos que son!
- Pues, en esos momentos, soy su enemigo y me disparan dardos envenenados sobre mi pasividad ecológica como Abogado y la inacción de los Tribunales respecto de los vertidos insalubres, las toneladas de plásticos en ríos, mares y lagos y los innumerables animales marinos muertos o exangües.
- ¡Claro, hijo! Tiempos nuevos. Ahora debes dormirles con relatos sobre Greta Thumberg, Greenpeace, la biodiversidad y planes para conservar el medio ambiente.
+23Nacer bajo el influjo de la luna y de las mareas me predispuso para ser un hombre de agua. Crecer en un pueblo costero, que vivía de la pesca, me enseñó cómo cuidar el mar para conservar su riqueza. Pero llegó el turismo. Cuando descubrí aquel vertido ilegal y que mi playa se asfixiaba, decidí pasar a la acción. Me uní a los ecologistas y luché con las manos desnudas a lomos de un mar de plástico herido de muerte, aunque antes estaba lleno de vida. Arriesgué todo para salvarlo, pero la lucha era desigual. Comprendí que para vencer a los gigantes necesitaba algo más poderoso: convertirme en el mejor abogado especialista en Derecho Ambiental y combatirlos cara a cara.
Ahora, libro mis batallas en los tribunales armado con la ley y la justicia. Como David contra Goliat, no les temo ni me dejo engañar por sus cantos de sirena.+47Desde pequeño, Paco se enamoró del mar. Sería por sus lecturas infantiles o por aquella colección de postales marinas que le gustaba conservar en un manoseado álbum. Al cumplir los diez años, por fin, iría a la playa. Se compró artilugios de pesca y hasta un cubito de plástico para construir castillos de arena. Pero todo se truncó. A principios de verano falleció su padre. Fue como si un vertido ahogase su sueño. Pasaron los años. Estudió Derecho. Al licenciarse, dedicó todo el tiempo a su bufete. Entre pleitos, recursos, apelaciones, diligencias… se le esfumó la vida.
Al jubilarse, se fue de viaje a la costa. Nada más apearse del autobús se dirigió a la playa atraído por el rumor de las olas. Quedó tan obnubilado por aquel manto turquesa que, sin darse cuenta, comenzó a introducirse en el agua. Con la emoción olvidó que no sabía nadar.
+38Los mares están repletos de plástico. Riachuelos y arroyos, de vertidos químicos. Ya sólo encontramos peces en pantanos, piscifactorías y acuarios, así como en piscinas públicas y particulares.
La nueva ley, de la que una asociación de abogados entre los que me incluyo fue impulsora, permite el baño entre doradas, lubinas y boquerones. Los niños montan caballitos de mar, las mujeres siguen huyendo de los pulpos y los hombres, buscando sirenas.
Yo continúo con la pesca. Me ayuda a estructurar la información relativa a un caso, pero desde que no puedo hacerlo en aguas abiertas, no he vuelto a ganar ningún juicio y me aterra perder el otro.
Ojalá nos hubiéramos tomado en serio conservar la Tierra como la heredamos.
Ojalá algún día podamos recuperarla, ese es mi deseo para la Navidad que se acerca. Entretanto, lloro amargamente mientras escucho: “Pero mira cómo beben los peces en el río”.
+25Lo conocí cuando lo denunciaron por pesca ilegal de siluros, un pez bastante feo por cierto que vive en agua dulce. Yo por aquel entonces ejercía como abogado de oficio y ya sea por ser mi primer caso o porque teníamos edad similar, dos jóvenes dispuestos a llevarse la vida por delante, llegué a apreciarlo. El caso es que se puso en contacto conmigo después de mucho tiempo para pedirme que fuera su abogado esta vez para sentarse en el banco de la izquierda según se entra a la sala. Quería poner una denuncia a los organismos competentes por permitir el vertido de plástico a su pantano. Estaba dispuesto a luchar con todas sus fuerzas por conservar la fauna acuática del lugar y por ende su único medio de vida.
+18Y empezó a llover. Y cayó agua como jamás había vertido el cielo, inundándolo todo. Noé pudo conservar una pareja de animales de cada especie en el arca, incluidas las discriminadas hermafroditas; pero ese afán paternalista no le impidió tener que comparecer a un nuevo juicio. Una pieza separada de su anterior pleito por discriminación sexual animal le llevó a sentarse nuevamente en el banco de los acusados. Sus hijos Sem, Cam y Jafet serían testigos, el búho ejercería otra vez como abogado defensor y la templada avestruz presidiría la sesión. Noé era el máximo representante de la raza humana y debía responder a las acusaciones de pesca ilegal, manipulación meteorológica y atentado al sistema natural.
Las pruebas no dejaban ninguna duda. El mar de plástico se extendía ocupando lo que debía ser el monte Ararat. Condenado a multa ejemplar y responsable civil subsidiario.
…Y paró de llover.+22Hoy lo encontré sentado sobre aquella piedra. Sereno. Con su caña de pesca y moviendo los labios,por horas, frente al mar.
Recuerdo el relato.
Su hijo amaba esa playa, ese mar. Odiaba que tiraran plástico por doquier y que, a pocos metros de allí, el vertido cloacal ingresara impunemente en el agua. -Era un bromista lleno de vida- me dijo -Quería conservar este espacio idílico para él y para sus futuros nietos-
Fue asesinado en una gresca incomprensible, por una lucha ecológica desigual. Yo hice una férrea acusación en aquel juicio. Él conservó la calma, a pesar de ese dolor embravecido que le brotaba de su pecho de padre despojado.
La misma calma que tiene hoy, en el acantilado. Me dijo que Mariano, cada tanto, se le aparece, risueño, entre la espuma del oleaje, para decirle: -¡Papá…! Mi juicio fue justo y tu anzuelo, como siempre, ¡je!… está vacío-+16Me encontraba en la sala del juicio a la espera de hacer mi alegato contra aquella importante empresa minera por haber vertido al agua del río aquellos productos contaminantes.
Mientras aguardaba trataba de recordar aquel lugar del río al que solía ir de pesca con mi padre. Eran de los mejores recuerdos que atesoraba de mi adolescencia.
Siempre acudíamos al mismo recodo, entonces verde y pleno de vida, no como ahora lleno de aguas turbias, malos olores, peces muertos y montones de plástico.
Rememoraba aquellos momentos felices y trataba de convencerme que debía aprender a separar el trabajo del ocio.
Pero ahora tenía que convencer al jurado de que había sido un fatal accidente y que la minera era una empresa respetuosa con el medio ambiente, que intentaba conservar impoluto.
Solo faltaba que yo me lo creyera para poder defender a la minera como era mi deber.+13Ir de pesca con mi padre. Disfrutar del campo, del aire, del agua llena de vida. Practicar las tres erres: respirar, reír, razonar. “Observar la naturaleza, aprender de su equilibrio y sus leyes nos ayuda a ser más humanos, libres y justos, hijo mío”, me comentaba, mientras devolvía al río la trucha que no alcanzaba el tamaño exigido. Mi padre no fue juez, ni siquiera abogado, pero supo inculcarme el respeto y sentimiento de justicia hacia lo que nos rodea. Me enseñó a valorar y conservar el medio natural... ¡Y en eso sigo! Luchando contra la contaminación; tratando de detener y eliminar los vertidos de residuos, las mareas de plásticos que ahogan nuestro planeta... Por eso elegí Derecho Ambiental, para preservar el medioambiente, la biodiversidad; para proteger los recursos naturales y evitar desastres ecológicos, pérdidas de ecosistemas…, y para que un viejo pescador sonría satisfecho al mirarme a los ojos.
+14El pequeño bote se mecía sobre la superficie del agua. Hacía más de dos horas que no parábamos de “pescar”.
Mi hijo era incansable. Sus pequeñas manos se movían a toda prisa.
Mi semana había sido agotadora. Otra demanda rechazada contra las empresas que habían vertido desechos en el lago…
Apenas si habia dormido y no tenía fuerzas para seguir el ritmo.
Distraído, sostuve la red y recordé cuando veníamos con mi padre. Nunca conoció a su nieto pero creo que le hubiera gustado compartir esta “pesca”, aunque no fuera la tradicional.
La voz agitada de mi hijo me devolvió a la realidad:
-Falta mucho, papá.- Retomé la tarea con las pocas fuerzas que pude conservar.
A los pocos minutos, el bote estaba lleno de plástico. Era hora de volver a la orilla.
Yo había perdido la fe en la Justicia, pero así conservábamos la esperanza en un futuro sostenible.
+22Me arrepentí de acompañar a un amigo a una fiesta. Había demasiada gente, sin respeto a las distancias. Él no tardó en quitarse la mascarilla. Después vació de golpe todo el alcohol vertido en un vaso dentro de su gaznate.
Como abogado, tanta transgresión de las leyes me hacía sentir incómodo. Pasé por el baño para lavarme las manos con agua y jabón. Una joven, que también se marchaba, dijo que prefería conservar su salud y no poner en riesgo la de otros con imprudencias, añadió que estaba cansada de verse envuelta en plástico.
Mi amigo y casi todos los presentes fueron cazados por el patógeno. Lo que a mí me sucede tiene relación con la pesca. Mordí el anzuelo de mi prudente enfermera. Ella apenas tira del hilo, yo no tengo intención de soltarme. Alguna vez sabré a qué sabe la sonrisa que imagino bajo su mascarilla.+20El ambiente era asfixiante. Las pruebas de muerte y destrucción nos parecían concluyentes. Por suerte, pudimos ahorrarles a sus señorías el olor nauseabundo. Desde el estrado, la contaminación visual resultó ser inapreciable. Tuvimos una vista despejada entre la marea de fiscales, procuradores y toda la pesca. Allí estaba, grande y poderoso rodeado de su sequito de abogados adheridos como rémoras. La sentencia nos cayó como un jarro de agua fría. La insignificante multa por haber realizado sistemáticamente los vertidos tóxicos durante años nos pareció insultante. Lentamente, vimos desaparecer nuestras esperanzas para conservar el río en el enorme mar de plástico, incapaz de cubrir las vergüenzas del acusado.
+22Esa mañana me llegó un caso nuevo. Trataba de un vertido ilegal de agua contaminada en un humedal conocido. Mi recuerdo del lugar, al que de pequeño había ido de pesca, distaba mucho de lo que encontré en la inspección ocular. Un manto de peces muertos se extendía a mi alrededor. Con lágrimas en los ojos volví a mi despacho y me puse a preparar la demanda contra la empresa causante de tal desaguisado. Conservar la calma resultaba difícil y más cuando inconscientemente relacionaba ese lugar con una infancia feliz. El día del juicio el abogado contrario bajó avergonzado su mirada al cruzarla conmigo, era el hijo del dueño de la empresa y unos de los chavales con los que yo pescaba. Se acercó al estrado con un pez dorado de plástico y lo puso delante del Juez. Con ese gesto infantil, simbólicamente reconocía el daño causado y pedía perdón.
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