Mi corbata de la suerte
Pablo García MuñizDespués de perder mi corbata de la suerte, mi puesto en el bufete y a mi esposa -el mismo mes y por ese orden-, acudí al psicólogo, al que solo era capaz de hablar del extravío de mi corbata, culpable de todos mis males.
– He ganado infinidad de juicios a su lado. Tras veinte años juntos, no imagino un futuro sin ella -le explicaba yo, hablando de mi corbata-.
Él sugirió que la corbata solo era el punto en que yo focalizaba mi frustración por el resto de pérdidas. Me animó a promover una serie de cambios saludables que mejorarían mi vida y me dio algunos consejos para una mejor conservación de objetos valiosos. Funcionó, hasta el día del juicio por el divorcio.
Hasta que vi que los intereses de mi mujer estarían representados por mi antiguo jefe. Hasta que vi, colgando de su cuello, mi preciosa corbata verde.
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Estoy segura de que ex tu corbata verde era una preciosidad, pero yo de ti me compraría una roja, mucho más vistosa y que combina con todo, y me iría a celebrar las frustraciones con el psicólogo.
Un saludo, Pablo
Parece un buen primer paso, Margarita. ¡Un saludo y mucha suerte!
Dicen que la suerte no existe, que todo es actitud y fruto del trabajo, pero la práctica nos dice, aunque parezca irracional, que un porcentaje de destino ajeno a nuestras acciones, favorable o lo contrario, puede ser decisivo. En este caso, la suerte cambió de manos, o más bien de cuello, con un claro resultado.
Original y con un toque simpático.
Un abrazo, Pablo
Algo me dice que la suerte no fue tan decisiva como parece qu el protagonista puede pensar, en este caso, Ángel. Algo tenía que no ir del todo bien, incluso cuando aun era el orgulloso propietario de esa preciosa corbata… ¡Creo! Siempre es un gusto leerte, ángel, ¡un abrazo!