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David Villar Cembellín 

Según Suzanne Simard, los árboles se comunican entre ellos a través de una vasta red subterránea. Valiéndose de micorrizas, el bosque teje un complejo sistema neuronal donde todos colaboran. Si algún árbol necesita agua o nutrientes, otros los comparten. Ante cualquier agresión contaminante, el verdor dirige ahí sus recursos. Funciona así el bosque como una suerte de comuna bajo cuyo arbitrio todos aportan: los abedules reciben carbono de los abetos, los pinsapos beben de los canales trazados por los alisos. Pero la floresta a veces necesita ayuda en forma de abogados ambientales. Hoy es el décimo aniversario de este bosque donde conseguimos recuperar flora autóctona en detrimento de eucaliptos. Los madereros protestaron, pero logramos el sobreseimiento de su demanda.
Ahora el viento arrastra pétalos y los troncos alabean sus copas. Lleno de nenúfares, el río parece acusar el cambio. Un panel detalla las diferentes especies replantadas. «Gracias», susurra el bosque.

 

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