Imagen de perfilBatería inagotable.

Guillermo Portillo Guzmán 

Tras más de doce años litigando en los diferentes tribunales nacionales sin haber obtenido la beneplácita victoria que provocase la satisfacción, tanto de mi cliente, como mía, no me quedó otra alternativa que presentar recurso ante el Tribunal Internacional de La Haya.
De un lado, mi modesto título de graduado en Derecho especializado en agravios medioambientales. Del otro, despachos al completo representando a industrias químicas, petroleras, de automoción, suministradoras de energía y fabricantes de baterías.
Se enjuiciaba la legalidad del carácter internacional de la patente de la batería inagotable que había inventado mi defendido, y que hasta el momento, no se le permitía fabricar.
Aquello haría asequible a todo el mundo una energía que no se necesitaba renovar, protegiendo así al espacio natural.
Nos habían ofrecido una cifra inimaginable por no comparecer, tan enorme, que me temblaron las piernas. Mi cliente la rechazó.
Diez días después, se publicó la sentencia.

 

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