Imagen de perfilEl espectro

Erik Aostri · Bizkaia 

A la temprana edad de 3 años, Juan ya había desarrollado alguna de sus habilidades particulares. Por ejemplo, era capaz de leer a una velocidad inusitada, lo cual le resultaba extremadamente útil dado el largo tiempo que pasaba entre cuatro paredes. No es que su salud fuera delicada, pero allí simplemente se sentía mejor. Desde su desordenada habitación, tenía acceso a cientos de mundos a través de sus libros. Las páginas marcadas y las tapas blandas lo hacían sentir como un intrépido aventurero ávido de historias. Su deber, proteger el universo que había construido; el único lugar donde sentirse a salvo de un mundo devastador. Por eso, al salir al exterior, debía vigilar que nadie detectase esos rasgos que le hacían único y vulnerable. Pisar la acera siempre le hizo verse como un perro verde y, aunque el diagnóstico le ayudó, nunca dejó de ampliar las paredes de su habitación.

 

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4 comentarios

  • Tu protagonista ha adoptado de forma literal el dicho, muy cierto, de «todo está en los libros». Es lógico que se sienta arropado por ellos, en un entorno favorable a la lectura, frente a un mundo lleno de posibles peligros. Seguro que también aprende a través de alguna de esas páginas que debe rellenar el libro de su vida, el cual, para no resultar una lectura aburrida, convendría que estuviese condimentado de experiencias propias, que de forma inevitable han de pasar por salir un poco más, relacionarse y vivir por sí mismo. Eso sería aplicable a cualquiera, pero no a un espectro, que vivo no está, o no de la misma forma. Quizá el se ha ganado el derecho de discurrir por su eternidad de la manera que crea más conveniente.
    Un homenaje a esos amigos, de papel o con soporte electrónico, a los que siempre se puede recurrir y nunca nos fallan.
    Un saludo, Erik