X Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Ganador del Mes
GRUPO DE CONVERSACIÓN JUICIO RÁPIDO 367/18 . JUZGADO PENAL N. 15
Antonio Presencia Crespo–Tiene la palabra el fiscal –Con la venia señoría, ratificamos las acusaciones respecto al sospechoso –¿Qué acusaciones? –¿Usted quién es? –El abogado de la defensa –¿Quién le ha dado la palabra? –Nadie señoría, pero en la conversación de whatsapp no constan acusaciones –No es posible definir todo por mensajes. Además, ya fueron informadas a este propósito todas las partes –¿Usted quién es? –El secretario, señoría –¿Es necesario todo esto? –¿Quién interviene ahora? Tengo que dar la palabra –Soy Manuel Gutiérrez –El acusado. Mi defendido, señoría –¿Quién le ha dado la palabra? –Si no querían que hablara no haberme añadido al grupo –Tiene usted derecho a asistir a la conversación, pero no puede intervenir hasta que se le diga –Con saber por qué estamos montando este circo me basta. –No hay presupuesto –Más que un juicio parece una tertulia de sobremesa –¿Quién es usted? –El ujier, señoría (señoría abandona el grupo)
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El más votado por la comunidad
GRUPO DE CONVERSACIÓN JUICIO RÁPIDO 367/18 . JUZGADO PENAL N. 15
Antonio Presencia Crespo–Tiene la palabra el fiscal –Con la venia señoría, ratificamos las acusaciones respecto al sospechoso –¿Qué acusaciones? –¿Usted quién es? –El abogado de la defensa –¿Quién le ha dado la palabra? –Nadie señoría, pero en la conversación de whatsapp no constan acusaciones –No es posible definir todo por mensajes. Además, ya fueron informadas a este propósito todas las partes –¿Usted quién es? –El secretario, señoría –¿Es necesario todo esto? –¿Quién interviene ahora? Tengo que dar la palabra –Soy Manuel Gutiérrez –El acusado. Mi defendido, señoría –¿Quién le ha dado la palabra? –Si no querían que hablara no haberme añadido al grupo –Tiene usted derecho a asistir a la conversación, pero no puede intervenir hasta que se le diga –Con saber por qué estamos montando este circo me basta. –No hay presupuesto –Más que un juicio parece una tertulia de sobremesa –¿Quién es usted? –El ujier, señoría (señoría abandona el grupo)
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Relatos seleccionados
Cuando Fabián Lespier leyó en Aruba Today la noticia del suicido de su amigo y socio Gustavo Mayoral, un sol espléndido de sobremesa alanceaba los cristales de su despacho y la brisa marina se colaba como las olas chocando contra el malecón. No le sorprendió. Dos brillantes abogados fiscalistas llegados al paraíso con el firme propósito de hacerse ricos bajo el sol de Las Antillas, cometen un asesinato creyendo haber cometido el crimen perfecto: sin cuerpo no hay condena. Pero las pistas los incriminan, convirtiéndoles en sospechosos. Dos trapecistas de un circo oscilando entre el drama y la tragedia. El tipo se lo merecía, evasor confeso y maltratador impune de una amante compartida con Gustavo, una luz en su odisea. Frente al malecón y con su estrategia de defensa pendiente de definir, su secretaria anuncia la llegada de la policía. Ni un instante, por ninguna razón, perder la calma.
0 VotosA las 4 se abrió la sesión de sobremesa. El hombre bala, el principal sospechoso, había aparecido incrustado en el corazón de la mujer barbuda y todo apuntaba a un crimen pasional. Sin embargo, en el siguiente número el mago hizo desaparecer las pruebas y el público rompió en una gran ovación. No se podrían definir nuestros sentimientos. Tras el careo entre dos payasos que no hacían más que llevarse la contraria hubo una breve pausa. Todos nos reímos mucho pero nadie se los tomó en serio. A continuación un runrún se extendió por la sala. Era el turno del lanzador de cuchillos. ¿Su propósito? Demostrar el peligro de algunos números. Antes de finalizar la sesión, se anunció el veredicto y empezaron los abucheos: accidente laboral en lugar de asesinato. Desmontamos la carpa y continuamos la gira. Hacía tiempo que la justicia se había convertido en un gran circo.
0 VotosLo último que quería era verse envuelto en aquel circo mediático, sabiéndose protagonista de las próximas tertulias de sobremesa, pero para él, una persona tímida ante las cámaras, era un pequeño precio a pagar por crecer profesionalmente. Procurando mantener un gesto firme, carraspeó varias veces sin otro propósito que disponer de un par de segundos más para pensar... Le invadía una sensación difícil de definir, mezcla de nerviosismo, satisfacción y, por qué no decirlo, de incertidumbre. Demandantes, sospechosos, inculpados... Muchos trabajos a sus espaldas, pero todos al servicio de personas anónimas. En otra época se hubiese declarado seguidor del equipo de fútbol para el que jugaba su nuevo cliente, pero ahora quizá era mejor mantener sus gustos deportivos al margen. Tomó aire.
0 VotosEl zoom de aquella cámara había captado su sonrisa fingida. Un gesto atrayente que escondía su marcada hipocresía hacía todos, sin excepción. Era tan lisonjero como mentiroso, amable como miserable. Su expresión me recordaba a Buttons, aquel payaso de un circo cinematográfico sospechoso de asesinato que esconde su identidad tras una gran sonrisa roja sobre tez blanca. Sin duda, no había nadie como yo para definir que su vida estaba sustentada en falsas apariencias . Su propósito era seducir para obtener sentimientos en mal estado. Se trataba de recoger las migajas de otros y convertirlas en su propio manjar. Un manjar abundante de amores y odios que transformara cada sobremesa de su vida en una tertulia inacabable en búsqueda de ofertantes que alimentaran su parasitismo. Sin embargo, esa mañana en la sala, escuchando su voz mimetizada con la inocencia infantil entendí que mi obligación era convertirme en su mejor defensora.
+7- Y para terminar, Señoría, solicitar también la custodia compartida de la tortuga, que a mayor abundamiento fue un regalo de boda de este letrado.
El Juez suspira profundamente y alza los ojos al cielo.
No puede más. Está harto. Está cansado de repartir niños, estirar sueldos, definir lotes equitativos con coches, joyas, juegos de café de sobremesa…
Le conozco tan bien, desde mi sitio de agente judicial, que en ese momento puedo masticar la tragedia.
El silencio en la sala es espectral, salvo el intermitente moqueo sospechoso de la esposa. Salgo sigilosamente para ir pidiendo el carnet a las partes del siguiente juicio. No quiero escuchar el final de este circo.
Cuando se abren las puertas, veo avanzar al abogado solicitante con la cara desencajada y la tortuga entre sus brazos.
Y aprendo, una vez más, que el propósito de la justicia es dar a cada quién lo debido.+4En este ilustre circo de abogados madrileños hubo una espectacular representación humana, digna de admiración, respeto y consideración. Fue la andadura profesional de Eutimio, al que se le puede definir como el defensor de los necesitados, el abogado del barrio de Usera y el que siempre llevaba la espalda cargada de humanidad.
Esta sobremesa navideña ha impulsado el propósito de varios compañeros que, con los ojos humedecidos por su recuerdo, piden un homenaje al gran abogado Eutimio. ¿Quién no ha oído hablar de su entera disposición hacia los clientes? Nunca fue sospechoso de eludir responsabilidades o de evitar un esfuerzo por poner la profesión en lo más alto. ¡Qué triste fue su marcha definitiva!
Sirvan estas palabras para dar un sincero y agradecido homenaje a mi amigo y maestro Eutimio. Los que le conocimos estamos orgullosos de ser abogados.
+6Tras la sobremesa, salgo del bufete y recojo a mamá en el centro de día. Este año mi propósito es pasar más tiempo con ella.
—Yo te conozco —dice.
—¿Ah, sí? —replico esperanzado.
—Eres el sospechoso de las noticias, ¿verdad?
—No.
—¡Ya sé! Trabajas en el circo —dice convencida.
No sé cómo definir su situación. Mamá no está bien. Su mente divaga y se pierde en las tinieblas. Le pongo el abrigo y damos un paseo. Por su boca solo salen incongruencias. Habla de un juicio importante y de una toga que debe planchar.
Tengo ganas de decirle que papá ya no está. Pero ¿de qué serviría?
Al pasar frente a la Facultad de Derecho se detiene y los ojos se le iluminan. Después, se acaricia el vientre con suavidad, y me mira ilusionada: será un gran abogado, dice mientras las lágrimas anegan en mis mejillas.+6Siempre me resultó sospechoso que tres personas solas tuvieran la habilidad de allanar millones de moradas en un solo día sin faltar a su propósito de repartir regalos a todo solicitante. A mis ocho años de edad, dando utilidad al juego de sobremesa de Sherlock Holmes que presuntamente me había traído Baltasar ese seis de enero, busqué una explicación racional a aquella proeza. Analicé indicios, recabé declaraciones de conocidos y finalmente alcancé la solución, tan decepcionante como previsible. ¡Qué circo tan minuciosamente montado y cuánto cómplice alrededor!, pensé. Pero no supe definir el hecho ni acotar responsabilidades; ¿era una estafa emocional o una donación encubierta?, ¿eran mis progenitores los únicos responsables, como ejecutores materiales, o también los adultos en general, como cooperadores necesarios? Ante tal inseguridad y considerando que era mejor presumir la veracidad del bienintencionado engaño que cuestionarlo, decidí no denunciar el hecho y convertirme en una cómplice más.
+8El carácter de Beltrán es especial, se podría definir como exquisitamente calmado y parsimonioso. Incluso en los peores momentos (esos en los que piensas que si montaras un circo te crecerían los enanos) es capaz de afrontar los contratiempos con serenidad, y hasta con un sospechoso sentido del humor. Por ello Beltrán es habitualmente objeto de chascarrillos entre sus compañeros letrados. Durante una sobremesa me contaron que había dedicado mucho tiempo y esfuerzo en defender un caso que, de ganarlo, le habría reportado gran notoriedad y suculentos honorarios. Estaba saliendo del despacho para disfrutar del merecido fin de semana cuando su secretaria se acercó y le entregó la sentencia recibida del procurador. Había perdido. Beltrán la leyó y, como si nada hubiera pasado, se despidió tranquilamente diciendo: “Vaya disgusto me voy a llevar el lunes”.
Tengo el firme propósito de llegar a ser algún día como el bueno de Beltrán.
+8Fue la peor sobremesa de mi vida. Me sentía como uno de esos equilibristas del circo mientras le confesaba a mi cliente que habíamos sufrido un ciberataque en el despacho y que no teníamos copia de seguridad. Pero lo que más que preocupaba ahora era poder recuperar los archivos cifrados por ese maldito ransomware. A nadie le había parecido sospechoso ese correo electrónico que adjuntaba ese archivo que decía ser una factura; pero tampoco habíamos tenido tiempo de definir un protocolo de actuación para este tipo de situaciones. Ahora no nos queda más remedio que marcarnos como propósito el desarrollar una política interna de gestión de incidentes de ciberseguridad en el despacho. “¿Por qué no llamas al CERT de INCIBE y le pides ayuda?” me aconsejó, mientras me acercaba la factura de la comida para que pagase yo...
+1Llevo meses sintiéndome extraño. Cada día, sin respetar la sobremesa, me levanto con el firme propósito de comprobar la fecha de caducidad de los yogures, como si la vida me fuera en ello. ¡Buffff, no son extemporáneos!
Replico constantemente a mi mujer ¡hoy es día inhábil, cariño! Le presento diariamente solicitudes de incoación de un café con leche.
El cardiólogo me mira pero no se atreve a definir estos nuevos comportamientos, simplemente me dice que es normal, que todos los trasplantados experimentan cosas nunca antes sentidas, y que algunos incluso creen percibir a quien irremediablemente les legó el corazón.
Le protesto enérgicamente sin saber muy bien porqué, y le pido que conste a efectos de recurso en segunda instancia.
El circo que acabo de montar me hace sospechoso de algo más que una cardiopatía. Lo mío ya no es un problema de corazón, me dice. ¡Qué sabrá él!+5Alfredo era un soñador, pero su padre le obligó a estudiar derecho con el firme propósito de continuar con el bufete familiar. Cuando se licenció su carrera fue meteórica, parecía el hombre bala. Sus juicios se podrían definir como el mayor espectáculo del mundo. Era un malabarista de la palabra, un funambulista entre lo lícito o no. Buscaba el más difícil todavía, los casos complicados. Cualquier sospechoso en sus manos era una hermanita de la caridad.
Todo acabó aquella noche que, tras una larga sobremesa en una fiesta, acudió al juzgado de guardia. Se presentó disfrazado de payaso y con alguna copa de más. El juez le llamó al estrado para indicarle que se cambiase. Él se negó y roció a su señoría con el agua que salía del floripondio que portaba en su solapa.
Hoy es feliz, en sus tarjetas de visita pone: “El Gran Alfredo, Artista de Circo”.
+6Cuñadismo navideño
Marcos Gil Alonso · MadridYa me parecía sospechoso que mi cuñado huyese del habitual circo que suele montar en la sobremesa de cualquier comida familiar, si bien lo achaqué a un posible propósito de año nuevo, con la vana esperanza de tener una comida del día de Reyes tranquila. Nada más lejos de la realidad. Aquel "peritécnico" experto en "todología" era capaz de hablar sobre cualquier tema cual especialista en la materia, impresionando a los legos y abochornando a cualquiera que tuviera unos mínimos conocimientos del asunto en cuestión. Terminados los postres comenzó a definir su estrategia y se desveló el motivo de aquella conducta tan extraña en él, que no era otro que la necesidad de un abogado que le defendiera por una alcoholemia en la noche de fin de año. Con lo que nos criticaba a los abogados, pensé que sería interesante ayudarle en aquel percance, aunque sería más placer que negocios.
+16Cité a ese cliente del turno de oficio a la hora de la sobremesa. Mi intención era preparar su mejor defensa, sin embargo, me llevé un rapapolvo de mucho cuidado: “Lo hacen ustedes a propósito”, soltó de sopetón. “Montan ese circo con sus TOCAS y sus PUNTILLAS, con su LAVINIA y sus CACAREOS, con esos AUTOS que nadie conduce que son CAUSA de no se sabe qué”. Yo le escuchaba asombrado. Ese infeliz, cliente asiduo del palacio de justicia, sospechoso por enésima vez y protagonista indiscutible del asunto, asistía a juicio sin enterarse nunca de nada. Convencido de lo acertado de sus reprobaciones, de que nuestro anacrónico lenguaje era enrevesado, de que la justicia debía ser comprensible para todos, me propuse hacer pedagogía, simplificar mis alegatos y definir a cada cosa por su nombre común. De eso hace ya quince años, y aún sigo intentándolo. ¡Tan simple… y tan complicado!
+3Sabía elegir. Solo defendía sospechosos que serían declarados no culpables. Tal era su prestigio, que cada vez que salía de la prisión se montaba un circo mediático para ver si aceptaba o no la defensa del presunto. Su imagen portando un descomunal maletín con rejillas a los lados mientras los periodistas intentaban hacerle definir el porqué de su decisión, copaba los informativos de sobremesa. Siempre fue discreto hasta aquel día de San Antón, tan a propósito como para abrir su maletín y presentar ante los medios a Lex, una yorkshire miniatura, nieta de reputados truferos y poseedora de un portentoso olfato jurídico.
+2Cuando sentado en mitad de la sala noté un silbido junto a la mejilla izquierda, recordé la magistral clase de argumentación que mi padre me dedicó hace veinte años en la sobremesa de la comida de año nuevo tras comunicarles el firme propósito que tenía de abandonar la carrera para dedicarme a la farándula.
En su condición de experto letrado me conminó a terminar y así, decía, una vez licenciado podría elegir qué tipo de artista ser en ese circo. Tal vez Juez y ejercer como Jefe de Pista; quizás funcionario y colaborar como los subalternos que instalan la carpa; también, como él, Abogado y crear en cada vista un número de magia; o Fiscal y, al igual que el lanzador de cuchillos, definir con cada pregunta la silueta del sospecho sobre la diana. Como buen penalista, él siempre supo cuál sería mi sitio en la pista.+5De niño, mi padre me obligaba a ver con él películas sobre juicios. Confiaba en inocularme el gusto por la abogacía. Sospechosos inocentes, inocentes aparentemente culpables, culpables nada sospechosos. Eminentes letrados en blanco y negro clamaban por unos y otros. La estrategia surtió efecto. Decidí ser actor, consecuencia que, a su vez, fue causa del malestar conyugal, que puedo definir de perturbador. Mis padres se reprochaban mutuamente mi mala educación. Demasiado mimo, demasiada disciplina. La crisis del petróleo, la salud de Franco y las discusiones sobre mi futuro ocupaban largas sobremesas familiares. Abuelos, tíos y hasta el cura. Todos opinaban en aquel circo.
Llegado el momento decisivo desistí de mi propósito. Me matriculé en Derecho, para alivio de todos y regocijo de mi padre, vencedor en aquellas disputas. No desvelé el auténtico motivo de mi cambio: la chica por la que suspiraba y con quien finalmente coincidí en clase. Continuará.+4Esto es difícil de definir, es el colmo; este juzgado se parece cada día más a un circo. Al contrario que en el chiste, parece que me han enviado al manicomio antes de perder el juicio...
Señoría, quisiera presentar una cuestión procesal, por “Inadecuación del procedimiento”. Entiendo el propósito loable de agilizar la justicia: los juicios rápidos, los procedimientos abreviados, la simplificación de los trámites... Pero que, en plena hora de sobremesa, me notifiquen por WhatsApp que tengo en audiencia previa un nuevo cliente del Turno de Oficio, llegar corriendo a la vista y descubrir que antes de su imputación al sospechoso le había tomado declaración un robot...!
¿No contesta usted a mis alegaciones? !Alguacil, creo que su señoría se ha quedado colgado! Prueben a reiniciarlo.+5Y de repente, su propósito había cambiado, nada le interesaba ya su vida anterior.
Hasta entonces, la había contemplado prudente, cauto, escrutando hasta el más sutil detalle para no pasar por alto ningún elemento que evidenciara la conversión de sospechoso en autor principal; observando los plazos, las providencias y los pronunciamientos.
Había dedicado toda su vida al circo de la contienda legal, lo que le había elevado a lo más alto, para después hacerle descender.Así, de repente, se había dado cuenta de que su vida pasó por delante sin demasiada expectación, lo que le llevó a definir su nueva existencia como un sueño, como una noche de verano en el pueblo, como una sobremesa de Navidad rodeado de la familia, como el olor a tostadas por la mañana, el atardecer de septiembre y el sonido de los aplausos.
El día que despertó del ictus empezó a vivir.
+16Se despertó con el firme propósito de dar un vuelco a su vida. Atrás quedarían jornadas vertiginosas para la defensa de políticos corruptos que le terminaron pasando factura y le hicieron tocar fondo.
Durante la sobremesa, el televisor del comedor informaba sobre la detención de un hombre que había sustraído alimentos para dar de comer a sus hijos y el destino quiso que ese caso le fuera asignado en turno de oficio.
La mañana de la vista lucía un raído traje de Armani, mientras se abría paso en medio de un circo de reporteros y activistas que veían sospechoso que se encargara de un caso de esa naturaleza. Ante el juez, logró definir un alegato magistral para tocar su fibra sensible.
Al recoger la sentencia favorable, mostró una gran sonrisa que desapareció al enfilar la calle de su hotel de mil estrellas. El banco del parque, donde dormía, estaba ocupado.+18En la sobremesa el corazón se me acelera. Tras los postres, mi familia presume de sus viejas victorias (un circo de payasos camorristas, acróbatas desafiantes, prestidigitadores temerarios…). Sin respetar turnos, ni definir tiempos de intervención, se jactan de cada conquista del pasado.
Yo, espectador sospechoso, trato de desviar dudas y preguntas. ¡Hasta hoy! Hoy tengo el firme propósito de no flaquear, de confesarles mi secreto: ¡No soy otro aprendiz de camorrista, como fuera el abuelo al desembarcar en este país! Pronto, mi foto saldrá en los periódicos, y el texto que la acompañará rezará algo así: “El nieto de uno de los capos más famosos de los últimos tiempos será nombrado, próximamente, juez de la Audiencia Nacional”.
Así que me levanto, miro a mis tíos, luego a mis primos y comienzo mi alegato: “Tenemos suerte de vivir en un país democrático, donde cada ciudadano es libre de elegir su futuro…”+14Tenía bien preparado mi alegato. Me levanté, y con palabras justas logré definir el propósito que me alentaba, las causas y razones que me llevaron a postrarme en aquella silla. La verdad es que estaba nervioso, defenderse a sí mismo, siendo abogado, ni es sencillo ni es apropiado. Mi mujer me acompañaba, y no dejaba de asentir cada vez que se me colaba un silencio. Estaba rodeada por sus parientes, que se sumaron a aquella pantomima y escrudiñaban cada uno de mis gestos como si fuese sospechoso de ocultar algún pecado.
Sentado en la cabecera me observaba el juez, impasible y solícito al mismo tiempo. Era el director de aquel absurdo circo, en cuya sobremesa y con un coñac en la mano, me obligaba a defender mi buen nombre antes de solicitar la mano de su hija.+12Aquella llamada alteró mi plácida sobremesa,y con premura me dirigí a casa del cliente que reclamaba mi presencia como abogado.
Lo primero que me encontré al llegar, fue un extraño circo que no podría definir.
El hombre,que por su aspecto podría ser sospechoso de cualquier delito,se hallaba fuera de sí,y repetía sin cesar " tuve que hacerlo" .
Mientras varias personas intentaban tranquilizarle,su mujer lloraba desconsolada y vociferaba esporádicamente algún insulto .
Con el propósito de conocer los hechos, interrogué a mi cliente sobre lo sucedido.
La Lotería, contestó, me ha tocado la Lotería.
Ella dijo que me abandonaba,que le diera su parte del premio... Y no podía permitirlo," tuve que hacerlo", dijo mientras mostraba su lengua azulada.
Se ha envenenado? Pregunté.
- No señor, me he comido el décimo.+17Las cuatro p.m., para el año nuevo se hace el firme propósito de pasar en casa la sobremesa, dedicarle más tiempo a la familia y reducir el trabajo en el bufete; en mitad de sus cavilaciones le anuncian la visita de un cliente. Consulta su agenda antes de hacerlo pasar. Se trata de un payaso de circo sospechoso de asesinado, dicen que utiliza la flor de plástico de su solapa para, previa presión en la misma, doblegar a sus víctimas. Si resulta ser demasiado evidente su culpabilidad y de mucha ruindad renunciará a su defensa, también se propone para el 2018 definir el estatus de sus clientes, después de diez años de duro trabajo puede permitírselo. En cuanto entra y lo saluda siente un cosquilleo en la nariz, se rasca y al momento una corriente de simpatía lo empuja a jurarle que pondrá todo su empeño en lograr su inocencia.
+9La sobremesa de cualquier comida navideña era el momento que algunos queridísimos allegados solían escoger para formular sus entrañables consultitas. Total, para qué venir al despacho si allí disponían de un abogado ante el que ventilar sus mejores propósitos: relaciones conyugales achicharradas, ancestrales cuestiones sobre lindes, sospechosos infundados, hipotecas con sorpresa final y todo tipo de cuitas pasadas, presentes y hasta futuras.
En ese instante yo me sentía desamparado, como un reo encadenado frente al insaciable público del Circo Máximo.
A la escena se añadía ese pariente difícil de definir que, como catedrático en derecho universal por televidencia, saboteaba cualquier intento de cordura.
Por ello, este año en la flamante mesa familiar aguardaba un cartel, en mi sitio, con mi nombre y profesión, y en el que (con letra Times New Roman, tamaño de fuente 72) además podía leerse:
“Consultas 100 euros, consultitas 100 euritos”.
Mano de santo.+20Tras la sobremesa, acudió a la jaula de los tigres. Tenía el propósito de hablar con el tragasables y definir sus verdaderos sentimientos. La funambulista, turbada ante aquella enamorada confesión, desvió su barra rozando ligeramente el brazo del lanzador de cuchillos. Entonces, un escalpelo desatinado impactó en el baúl del mago. Brincaron conejos, palomas y ratones. Coléricos, encerraron al ilusionista en la caja. Luego, saltaron sobre ella y desapareció. Los ratones hostigaron a los elefantes, que huyeron en estampida. Todos menos uno que, asustado, olvidó la coreografía desplomando su pesada pata sobre la domadora. Los niños rieron como nunca y las madres chillaban espantadas. Una leona hambrienta lanzó miradas sospechosas al gordo petrificado de la primera fila. Entretanto, los payasos preguntaban, entre carcajadas, si había algún médico en la carpa. Ante el aluvión de posibles demandas, el empresario del circo pidió por megafonía asesoramiento legal y urgente de algún abogado.
+45Estábamos en la sobremesa, tras la comida de Navidad, cuando sufrí un tremendo golpe en la cabeza que me hizo caer redondo. No sé cómo se produjo, ni si fue a propósito, pero quedé paralizado durante varios minutos. Nadie vio nada, aunque había claros indicios de agresión. Definir la situación que sobrevino después mezcla surrealismo y parodia. Mi sobrino Carlos, en primero de Derecho, se prestó a defender al principal sospechoso, fuera quien fuera. El salón se convirtió así en un circo mediático donde todo el mundo acusaba al otro. Mi padre señalaba a mi suegro, su enemigo íntimo; mi suegra a mi hijo mayor, por no hacerle caso. Mi mujer, a su hermana, celosa de nuestro amor. Tuvo que ser mi cuñado, cómo no, quien dijera la última palabra. Envuelto en la toga de juez, con tono circunspecto resolvió, ante los presentes, declarar culpable al mayordomo.
+16Tengo fama de abogado puntilloso. Es porque busco definir los deseos con claridad, sin dejar nada al aire. Mis propuestas son exactas, no chácharas de sobremesa. No soy un trapecista de circo. Trabajo sin red. Sé lo que está en juego. Mi propósito no es inmiscuirme en su vida privada, sino recabar informaciones sin parecer sospechoso con mis preguntas. Sepa que no lo sé todo. Tan solo soy un intermediario. Me dice que ansía poder, elevarse por encima de los demás. Liderar, arrastrar masas. Que las mujeres se rindan a sus pies. Que el tiempo tiña sus sienes del blanco de la sabiduría. Pero que la vejez no le haga mella. Y vivir, vivir mucho. Lo entiendo. Por eso le pido su firma. Aquí, sí. En la tableta. Use este bolígrafo digital. Son otros tiempos. Allá abajo también lo saben. No ha de ser con sangre. Gracias por su confianza.
+16“Un propósito, eso es lo que te hace falta” –me decía siempre mi padre. Me llevó años definir ese propósito en mi carrera de abogado, el problema siempre fue que ejercí la profesión únicamente por dinero. ”¿Pero qué tiene eso de malo?” Me preguntaba sorprendido mi socio del despacho “¿No se trata de eso?” Supongo que finalmente entendí que no, no sólo se trataba de eso, él no lo entendió -mi socio, digo-, se quedó helado cuando durante una sobremesa le espeté que abandonaba el despacho para dedicarme al circo “¿Al circo? No seas payaso, Javier”, pareció no darse cuenta de que su frase escondía un divertido imperativo. Ahora soy feliz, aunque quizás sospechoso de estar majareta, hago varias funciones diarias en las que me planto delante del público, absuelvo sus dudas jurídicas en lo que dura un redoble de tambor, el que no queda satisfecho me planta un tartazo.
+17La todopoderosa corporación Disney se había querellado contra cinco criaturas desvalidas y de oficio habían designado como abogado de la defensa a Horacio Hellpop, el abogado de las causas extraordinarias. Los querellados eran la principal atracción de un circo abominable, cinco remedos atroces de Mickey Mouse y sus amigos. Habían sido manipulados genéticamente con el propósito de recrear las criaturas antropomórficas diseñadas por Walt Disney, mitad humanos mitad animales, sin que se pudiera definir cuál de estas naturalezas prevalecía. Los abogados de la Disney consideraron que su mera existencia constituía una infracción de los derechos exclusivos que ostentaban sobre sus personajes© y plantearon querella como sospechosos de un delito contra la propiedad intelectual. El juicio se hizo mediático y fue objeto de encendidos debates en la más infame programación televisiva de sobremesa. Finalmente, el Tribunal que los juzgaba los absolvió, no los declaró inocentes de los cargos, sino sencillamente inocentes.
+17La comida del día uno quebró el propósito de sobremesa de nochevieja. Mientras me ducho diviso en cenital un distendido e hipertrófico vientre, imposible de definir, adivinando que tras él están mis pies y alguna cosa más. Espejo frente a espejo contemplo la exagerada tonsura, sospechosa de convertirse en anillo de circo, y lamento la injusticia distributiva con que la naturaleza ha diseminado la pelambre por mi epidermis. Observo con disgusto lo mal que mi barba disimula la papada. Desde mis tiempos de facultad he venido pensando que había que liberar a la justicia de formalismos procedimentales, arcaísmos lingüísticos, estrados y puñetas, para situarla más pegada a la calle. Hoy sigo pensando lo mismo; pero mientras me recompongo el tipo camino del juzgado, no puedo dejar de agradecer a mi sastre y al 187 de la L.O.P.J. lo bien que me sienta la toga. Y lo que tapa.
+35Siempre me resultó sospechoso que Peter no hubiese acudido a la cita el día de los hechos. Hasta entonces, todos los días se presentaba en mi balcón con el propósito de cortejarme. Y aunque a su alrededor todo un circo de chicos y chicas le bailaba el agua, supongo que estaba verdaderamente enamorado de mí.
Ahora que al cabo de tantos años se habían descubierto los hechos, resultaba difícil definir su conducta. Sobre todo siendo yo la que juzgaba. ¿Homicidio imprudente? ¿Omisión del deber de socorro?
Durante su interrogatorio traté de mirarle a los ojos, y entreví un rescoldo de aquel viejo amor adolescente. ¿Cómo aquel chaval risueño había cambiado de la noche a la mañana? ¿Qué había pasado para que aquella noche tirase al mar al viejo capitán para que su cuerpo sirviese de suculenta sobremesa al cocodrilo?
¿Cómo podía condenarle cuando aún me parecía escuchar ese "querida Wendy"?+16Hojeando en la Biblioteca del Colegio un polvoriento Código Penal del año 44, encontré estas notas en papel de estraza:
- No era un tipo cualquiera, pero, ¡ojo!, tenía el perfil de un perfecto secuestrador.
- Aunque lo cierto es que era el principal sospechoso del rapto del Santa Claus de Gran Vía.
- Verdad es que había contratado para su defensa al mejor Abogado de todo Madrid.
- Inexplicablemente le gustaba el circo y eran conocidas sus dotes de mago.
- De lo que parece que en el fondo el ínclito no tenía mal propósito.
- A los niños le encantaba hacer reír en casa en la sobremesa.
- Dios solo sabe si él realmente cometió este suceso.Querido Letrado lector, si obtienes el acróstico que se forma con cada inicial, podrás definir la maravillosa palabra que hace que cada día seamos más comprensivos con nuestros clientes.
Thanks!.
+14La sobremesa de la última cena de Nochevieja no se centró en los nuevos propósitos del año entrante, como suele ser lo habitual, sino en intentar averiguar quién de nosotros resultaba más sospechoso aquella noche, fingiendo que todo transcurría con normalidad. La tensión se mascaba en el ambiente... Hacía apenas unas horas que había tenido lugar la última reunión anual de socios del “Clan Circo”, en el cual siempre habíamos sido una gran familia, sin secretos ni traiciones. Pero ahora, ¿cómo íbamos a poder disimular durante la velada si todos sabíamos que uno de nosotros no llegaría a la última campanada? El elegido solo disponía de unos segundos para ejecutar el plan sin que nadie se diese cuenta, tarea complicada porque apenas había tenido tiempo para definir la estrategia y, lo más importante: la fuga del lugar del crimen. Por suerte, nadie se dio cuenta. ¡Bendito apagón!
+15Cuando terminó el doble grado en Derecho y Periodismo, varios bufetes intentaron contratarlo. Pero rechazó las ofertas. Era un abogado difícil de definir: su propósito no era enriquecerse, sino ayudar a los demás. Se hizo voluntario de asilos, a los que acudía a atender a los ancianos. Si uno era sospechoso de haber robado un par de pastillas azules, le defendía ante las enfermeras, si a otro no le permitían fumarse un cigarrillo, preparaba su alegato. Compaginaba esta labor disfrazándose de payaso del circo para visitar a niños enfermos en hospitales y sacarles una sonrisa. También llevaba mantas y cafés con leche a los sintecho. Incluso se prestaba a colaborar con las ONG que necesitaran cualquier ayuda o servicio jurídico. Todo lo hacía acompañado de un cámara, pues presentaba en la sobremesa un programa de televisión que estaba batiendo récords de audiencia, en el que emitía reportajes sobre buenas acciones.
+13Hojeaba la sección de anuncios del periódico durante la sobremesa, con el mismo propósito de siempre: necesitaba encontrar un abogado que pudiera solucionar su problema. Una y otra vez venía recibiendo la misma contestación: “lo sentimos, el caso no es jurídicamente viable”.
Cristóbal quería vender su mansión de Moratalla; una vasta y señorial edificación, enclavada entre más de cincuenta hectáreas de terreno cultivable, que antaño albergó a una familia propietaria de un circo con animales. Se encontraba en buen estado. Quizás demasiado bueno para estar abandonada tantos años. Y, sin embargo, Cristóbal no encontraba comprador, lo cual se podría definir como sospechoso, ya que al parecer, los interesados en adquirir la casa, pronto recibían inquietantes mensajes amenazantes o sufrían desgraciados accidentes que les hacían desistir en su empeño.
Pero al fin Cristóbal creía haber encontrado la solución: transmitiría el inmueble a sus actuales inquilinos, fallecidos hace más de cuarenta años…+13A tres días de finalizar el año, los Recursos que estaban listos para la vista me gastaron la absurda broma de desordenarse, convirtiendo mi mesa de trabajo en un circo. El sospechoso podía ser cualquiera descontento con una sentencia, los alegatos finales en el juicio, una notificación indeseada o simplemente, tenía ganas de definir la palabra inocente en mis propias carnes. Mi propósito inmediato fue arreglar el desastre. Llegué a la sobremesa de Año Nuevo y allí estaba mi cuñado con su corbata perfectamente anudada. No llevaba las puñetas porque su mujer había elegido un color que no iba a juego. Su sonrisa maliciosa y las preguntas sobre el caso en el que cada uno defendíamos a la parte contraria, lo delató. Lo felicité con varios golpecitos y, solo cuando le presenté la demanda (con grabación de vídeo donde aparecía él), escupió los turrones al comprender que había perdido.
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